La literatura de Angola


País: 
Angola

La literatura de Angola

Las etnias con mayor presencia en Angola son la ovimbundu y la kimbundu, por lo que este artículo se centrará en la literatura oral de esos dos pueblos. La de los ovimbundu era una literatura oral rica tanto en géneros, pues contaba con la presencia de cuentos, leyendas, mitos, adivinanzas, canciones, proverbios, invocaciones y listas genealógicas, como en la cantidad de creaciones en todos esos ámbitos que atesoraba. Esa literatura era conservada en la memoria de ancianos y jefes de familia principalmente (de hecho, se dice que se caracterizaban por tener una memoria prodigiosa), aunque después eran utilizadas también por el resto de sectores de la población (por ejemplo, las mujeres reproducían las canciones cuando hacían sus trabajos). Incluso existía una institución formal, el ondjango, una especie de escuela tradicional, a la que los niños acudían para aprender las tradiciones de los más mayores, que ha llegado hasta nuestros días. La temática de esa literatura oral es la de la cotidianidad ovimbundu, con aspectos tan del día a día como los casamientos, la actividad de la caza o las enfermedades.

Un rol relativamente similar, aunque con menor riqueza de géneros y con alguna diferencia temática, cumplía la literatura oral entre los kimbundu, en la que las leyendas van encaminadas, como en tantos otros pueblos, principalmente a explicar los fenómenos de la naturaleza y a realizar rituales que permitan que estos sean favorables a la comunidad. Por ilustrar el hecho con un ejemplo, mencionaremos el conocido como mito de Kianda, un dios de las aguas que vivía cerca de una playa cercana a lo que hoy es Luanda que cierto día enseñó un tesoro a un pescador, para después arrepentirse por el mal comportamiento de ese pescador con su familia y pasar a hechizar a todos los hombres que se aproximaban a él (la leyenda ha llegado hasta hoy en día, cuando se cree que la falta de pescado se debe a un enfado de Kianda, lo que lleva a los pescadores a realizar una ceremonia, de la misma forma que han permanecido otras ceremonias hacia dioses similares por asuntos diferentes).

La literatura angoleña moderna comienza en torno a mediados del siglo XIX, que es cuando comienza a darse con una continuidad adecuada después de que abriese el camino la obra “Espontaneidades de mi alma”, de José da Silva Maia Ferreira (la primera obra de ficción tardaría más en llegar, con “Escenas de África”, de Pedro Félix Machado en 1880). A partir de ahí se dio una producción ya a mayor escala de ficción, poesía, relatos de viaje y textos periodísticos, en la que son dignos de mención los autores Joaquim Cordeiro da Matta (aunque gran parte de su obra se ha perdido) y Tomaz Vieira da Cruz (poeta y periodista además de músico) –todos los escritores mencionados hasta ahora eran en realidad escritores portugueses de la Angola colonial-. Sin embargo, la primera parte del siglo XX iba a suponer un freno a esa tendencia, como consecuencia del cambio en las circunstancias como derivado del recrudecimiento de las condiciones coloniales impuestas por Portugal (una excepción a ese período de menor generación de obras literarias fue “El secreto de la muerta”, de Assis Junior –también colono portugués-). El fin de la Segunda Guerra Mundial, las ideas de la independencia y el surgimiento de grupos de intelectuales iban a traer un renacimiento de esa literatura  que había conocido el siglo XIX, con relevancia de figuras como las de Mario Pinto de Andrade (poeta que trabajó en antologías de poesía africana), Viriato da Cruz (considerado uno de los poetas más importantes del país en su época) y los también poetas Agostinho Neto, Antonio Jacinto, Arlindo Barbeitos, Isabel Ferreira, Adriano Botelho de Vasconcelos o Aires de Almeida Santos –merece la pena destacar que todos ellos se dedicaron intensamente a la política además de a la actividad literaria-.

A finales del siglo XX han destacado, enmarcados en distintos movimientos y tendencias (algunos cuasi-universales, como las influencias realistas y modernistas, y otros regionales, como el de la Negritud, del que ya se ha hablado en otras entradas dedicadas a África en esta web) los nombres de José Luandino Vieira (que recibió el Premio Camoes, el más importante de literatura en lengua portuguesa), Geraldo Bessa-Víctor (poeta, ensayista y periodista), Ana Paula Ribeiro Tavares (escritora de prosa y verso traducida a varios idiomas), Artur Pestana (de pseudónimo Pepetela, también ganador del Premio Camoes), Joao Melo (escritor también tanto en prosa como en verso), Paulo de Carvalho (escritor y sociólogo con una amplia obra), Valter Hugo Mae (narrador y poeta ganador de varios premios), Victor Kajibanga (escritor centrado en ensayos sobre Sociología y Educación), Ndalu de Almeida (de pseudónimo Ondjaki, ganador de varios premios) y José Eduardo Agualusa (considerado abanderado de una nueva literatura angoleña).

La literatura sobre Angola

Tardaron los europeos en llegar a un lugar tan meridional de África como aquel en el que se sitúa Angola, siendo Vasco da Gama en 1497 el primero en hacerlo y en plasmar sus vivencias por escrito (también lo hicieron algunos miembros de su expedición). En el siglo XIX escribe sobre el país el portugués Alexandre de Serpa Pinto, en su libro “Cómo yo atravesé África” (en él pretendía explorar el territorio que quedaba entre las dos principales colonias portuguesas en África, Angola y Mozambique).

Del siglo XX son los reportajes del polaco Kazimierz Nowak (hablan de Angola, así como de otros muchos países africanos”), así como libros de Ryszard Kapuscinski (aunque no visita el país en su célebre libro sobre África “Ébano”, sí lo hace en “Un día más con vida”), Paul Theroux (con “El último tren a la zona verde”) o José-León García Rodríguez (con “Angola. Radiografía de un país petrolero”).

Lecturas propuestas

Madre, materno mar (Boaventura Cardoso)

Se trata de un libro que, de haber sido escrito por un autor latinoamericano, nadie dudaría en insertar en el género del Realismo Mágico. Y es que Boaventura Cardoso consigue crear uno de esos ambientes, casi podríamos decir mundos, en los que lo real y lo irreal, lo verídico y lo fantástico se entremezclan con tal sutileza que al lector le es muy complicado darse cuenta de cuándo y cómo se cambia de uno a otro. Con el hilo conductor de una alegoría hecha con la madre del protagonista y con el mar, la historia cuenta cómo un tren comienza a tener una serie de averías e imprevistos que se van encadenando de tal manera… que al final tarda varias décadas en completar el viaje, desfilando ante el lector en todo ese tiempo innumerables e irrepetibles personajes, que no son otros que los pasajeros del convoy.

El hombre que no se saca el palillo de la boca (Joao Melo)

Es un libro de cuentos o relatos cortos, en los que el autor deja un fuerte sello de humor, sátira e ironía. Los temas principales que los relatos tratan son la cultura y las tradiciones angoleñas, la corrupción que está presente en el país y los avatares de la vida familiar, entre otros, aunque detrás, y en un segundo nivel de profundidad, en realidad en lo que el autor hurga es en lo más insondable de la naturaleza humana. El relato inicial, con el nombre que da título al libro, abre un camino estilístico que no se abandonará en el resto de los relatos y que hará al lector prorrumpir en más de una carcajada.

El último tren a la zona verde (Paul Theroux)

En este libro del célebre escritor de literatura de viajes, seguramente el último que escriba sobre África, el autor cuenta un viaje que acometió precisamente para despedirse del continente, rememorando sus primeros viajes, y que le llevó por Sudáfrica, Namibia y Angola. En este último país termina su periplo, conociendo una cara nada amable que, de hecho, le va a obligar a llevarse uno de los mayores disgustos de su vida viajera. Visitando desde la decadente Luanda hasta un poblachón sin nombre pegado a la carretera en el que pasa una noche por culpa de la avería de un autobús, la radiografía que el autor hace del país no deja nada que desear.

Un día más con vida (Ryszard Kapuscinski)

Es este un libro desgarrador, en el que demostrando un valor y un amor por su profesión muy difíciles de superar, el reportero polaco cuenta sus experiencias en el país cuando lo visitó para cubrir los acontecimientos que tenían lugar en 1975, en plena pugna política e ideológica por hacerse con el poder tras la independencia. Desde su llegada a Luanda, hasta su extremadamente peligroso periplo por el sur del país, en el que arriesgó su vida en diversas ocasiones, Kapuscinski cuenta con pelos y señales cuanto se encontró y vio, un conjunto de vivencias que tiene el claro denominador común del horror.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Angola es un país de considerable tamaño que se ubica en la zona occidental del Sur de África. Con muchos kilómetros de costa en el Océano Atlántico, el país cuenta con ricos yacimientos petrolíferos y minerales. El bioma predominante es el de la sabana, y el territorio del país lo forma también el territorio de Cabinda, un enclave dentro del Congo.

Los pueblos bantúes que habitaban Angola recibieron la visita de los portugueses en el siglo XVI, momento a partir del cual se iban a dar formas de interacción entre ambos pueblos que iban a desembocar en el fortalecimiento de la presencia portuguesa a finales del siglo XIX y a principios del XX. En 1975 el país africano consiguió su independencia, aunque las cosas no se hicieron precisamente más sencillas, pues comenzó un período de luchas y disputas entre los diferentes movimientos que pretendían hacerse con el poder: el MPLA, el FNLA y el UNITA, apoyados por la URSS, EEUU y China respetivamente. Aunque el MPLA consiguió imponerse, no por ello las cosas se han simplificado después.

Las principales etnias del país son, por orden de presencia, la ovimbundu, la kimbundu, la bakongo, la tucokwe, la vangangela y la vanyaneka (la primera es un 37% de la población, y la última un 5%, oscilando el resto entre esas dos proporciones). Aunque hay un alto número de comunidades religiosas en el país –la mayoría cristianas-, la que más adeptos tiene es la católica, con aproximadamente la mitad de la población.



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