La literatura de Birmania


País: 
Birmania

La literatura de Birmania

La primera literatura birmana de la que se tiene constancia es la que se desarrolló en el seno de la civilización pyu, un conjunto de pequeños reinos y ciudades-estado que ocuparon lo que hoy es la región central del país entre los siglos II a.C. y XI d.C. Son solo fragmentos de textos grabados por ese pueblo –en su idioma, el puli- en tierra cocida, en piedra y en láminas de oro lo que ha llegado a épocas posteriores, y se piensa que se trata de inscripciones que eran utilizadas en memoriales o en ocasiones especiales como la construcción de un templo o de un monasterio, siempre con el fin de que quedase un registro para la posteridad.

Tras esas primeras manifestaciones literarias, y ya bajo la influencia de la religión recién llegada del Budismo (que, como en tantos otros países asiáticos, llegó para quedarse) se iba a desarrollar una literatura en idioma pali y más centrada en temática religiosa e histórica. Los textos históricos que se generaron fueron principalmente crónicas y anales, aunque con frecuencia mezclados con los relatos legendarios, que principalmente versaban sobre las hazañas que supuestamente llevaban a cabo algunos de los más célebres reyes (Anawrahtha fue uno de los más populares), sobre acontecimientos históricos relevantes de los distintos reinos que en el pasado habían ocupado el territorio y sobre asuntos más morbosos como los escándalos palaciegos      –merece la pena destacar que en estos textos tenía una relevancia especial la figura de la anécdota fantástica o maravillosa-; por su parte, en el ámbito religioso tuvo lugar principalmente una literatura exegética que trataba de interpretar los distintos aspectos del Budismo –tanto los textos históricos como los religiosos aún se plasmaban sobre superficies como las hojas de palmera o las láminas de cobre-. En el siglo XV ya hay constancia de escritores que alcanzaron notoriedad, entre los que se puede destacar al poeta Shin Maha (que dejó una crónica de la historia del Budismo), a Shin Ottama Gyaw (conocido por sus versos épicos) y a Yawei Shin Htwe (que se hizo famoso por dejar una obra tan rocambolesca como una antología poética que trataba sobre los cincuenta y cinco tipos de corte de pelo diferentes que existían en el país).

En los siglos posteriores, las influencias llegadas de países vecinos o cercanos como Tailandia o India fueron haciéndose más fuertes, con lo que el panorama literario se amplió y enriqueció y comenzaron a aparecer textos de carácter técnico (entre los cuales destacaron los de índole jurídica), los cuentos y leyendas de claro origen hindú   –algunos de ellos, de hecho, eran meras traducciones de obras relevantes de esa cultura como el Ramayana o los cuentos Jataka-, una suerte de novelas en verso (que tenían como protagonistas a dioses y como tema principal el histórico), una poesía de gran complejidad (con características como la presencia de musicalidad, la importancia concedida al ritmo y la coexistencia de distintos tipos de rimas) y un teatro que adquiría principalmente la forma de pantomimas que se transmitían mediante textos declamados o incluso cantados. Algunos autores destacados de los siglos XVI y XVII fueron Nawade I y Natshinnaung, que se dedicaron principalmente al género poético conocido como yadu, de temática filosófica y emocional (ambos eran miembros de la realeza del momento). Pero es sin duda el siglo XVIII el que es considerado la época dorada de la literatura birmana, con aparición de poemas románticos basados en el Ramayana, obras de teatro que eran patrocinadas por los gobernantes (en él destacó Padethayaza) y nuevos tipos de verso, y con protagonismo de nombres relevantes en las letras del país como el de Letwe Thondara (poeta que fue autor de dos de los que se conocen como “los cinco poemas inmortales birmanos”). En el siglo XIX y en la primera parte del XX el país fue una colonia británica, y en ese período floreció principalmente una literatura que precisamente se dirigía contra el poder colonial como la de Thakin Kodaw Hmaing (poeta considerado uno de los escritores más importantes del país), James Hla Kyaw (novelista que trató de destacar las tradiciones birmanas y budistas) o Dagon Khin Khin Lay (una de las pocas escritoras de la época), aunque también hubo espacio para la innovación literaria más alejada de esa temática que buscaba nuevos temas, contenidos y estilos literarios (en ello destacaron autores como Theippan Maung Wa, Nwe Soe, Kyi Kyi Tin Myint (novelista, cuentista y poetisa), U Un (que fue primer ministro además de escritor y dejó libros de orientación política), Khin Hnin Yu (una de las escritoras más influyentes del país) o Min Thu Wun, todos ellos adscritos al movimiento conocido como de “evaluación de los tiempos”).

Y por fin, con la independencia iba a llegar lo que puede considerarse la literatura birmana moderna, ya claramente más occidentalizada aunque también con censura por parte de la dictadura que estaba presente en el país, con especial aportación de escritores como Thein Pe Myint (adscrito a la corriente marxista y autor de algunos de los clásicos de la literatura birmana), Mya Than Tint (varias veces ganador del premio nacional de literatura), Journal Kyaw Ma Ma Lay (novelista y cuentista que ha retratado a la sociedad birmana y ha ganado varios premios), Khin Myo Chit (escritora y periodista de extensa obra) y Ludu U Hla (que se ha prodigado en varios géneros), entre otros.

La literatura sobre Birmania

Birmania estaba en una posición demasiado meridional y algo alejada de los principales centros neurálgicos asiáticos de la Antigüedad, por lo que no se encontraba entre los destinos más visitados por los viajeros europeos antiguos. Sí llegaron hasta el país, en cambio, algunos de los más célebres viajeros chinos, por lo general monjes que buscaban expandir el Budismo (los más conocidos son Fa Hian y Xuan Zang). En siguiente lugar serían cronistas portugueses quienes, a su llegada en los siglos XVI y XVII, dejarían más testimonios escritos sobre el país, destacando entre ellos los de Fernao Mendes Pinto.

Después, han destacado las aportaciones de escritores que se convirtieron en auténticos especialistas en el país, como George Orwell (“Los días de Birmania”) o Norman Lewis (“Tierra dorada. Viajes por Birmania” y “El expreso de Birmania)), y de otros como Emma Larkin (“Historias secretas de Birmania”), Achille Thomas-Anquetil (“Peregrinaciones en Birmania”), Shelby Tucker (“Con la insurgencia. A pie por Birmania”), Alberto Masegosa (“Rohinya”).

Lecturas propuestas

Historias secretas de Birmania (Emma Larkin)

La periodista estadounidense nos deja una amplia e interesante crónica de un viaje por el país asiático que tiene como principal cometido el de seguir las huellas del mítico escritor George Orwell (aunque sin olvidarse de Rudyard Kipling), y, como la propia autora se encarga de ir comprobando, el país birmano cuenta en el momento de su visita con la mayoría de los rasgos que Orwell había anticipado casi un siglo antes. Son, por supuesto, los lugares en los que Orwell vivió (las ciudades de Mandalay y Moulmein y las montañas del norte del país, entre otros) aquellos que la escritora recorre, pudiendo por el camino constatar el horripilante régimen autoritario y el desafortunado clima del miedo en el que los birmanos se ven obligados a vivir en los inicios del siglo XXI.

El gran bazar del ferrocarril (Paul Theroux)

En este homenaje a los viajes en tren por parte de una de las personas que más ha debido hacerlos y disfrutarlos, el autor pasa por Birmania en su largo peregrinar sobre raíles desde Londres hasta Tokio (y vuelta a Europa haciendo el Transiberiano en sentido inverso al que lo solemos concebir los europeos). Theroux recorre el país de norte a sur, desde Rangún hasta el paso de Gokteik pasando por Mandalay y por Maymyo, aunque su algo apresurado periplo no le impide hacer lo que más le gusta: charlar con los lugareños para extraer cuantas historias pueda. Monjes budistas, policías, soldados, gerentes de hotel, revisores de tren, compañeros de vagón o simples paseantes por las ciudades que visita, entre otros, componen el variado mosaico humano al que de una u otra manera va conociendo.

Viaje a las fuentes del sol (Antonio Picazo)

Este es el libro que el autor ha dedicado a contar los pormenores de sus periplos por Asia –tiene otros dedicados a América y a África-, y Birmania es el país al que consagra el primero de sus capítulos. Con un trayecto que le lleva a visitar algunas de las ciudades más relevantes, históricas e icónicas del país, como Rangún, Mandalay y Pagán, y con un deambular que le lleva a conocer elementos religioso-culturales como pagodas, estupas y budas, el autor no se olvida –pues es lo que sin duda más le atrae en los viajes- de vivir cuantas experiencias inolvidables y surrealistas puede, siendo el mejor exponente la de compartir trayecto en tren con un grupo de militares y de presos. Y todo ello con la presencia de un compañero de viaje cuya identidad no le será al lector fácil de identificar.

El camino más corto (Manu Leguineche)

Es este un libro que constituye una auténtica leyenda dentro de la literatura de viajes y en la que el autor cuenta, nada menos, que una vuelta al mundo. En su trayecto por el continente asiático hace una parada en una Birmania que atravesaba un momento complicado -con protagonismo para los traficantes, los bandidos y las guerrillas que asaltaban a cualquiera en las carreteras- , en lo que es para el autor una especie de viaje al pasado, pues ya había estado allí años antes (también sobre ese primer viaje cuenta cosas en el libro). En su segunda estancia, Leguineche se dedica a recabar información sobre el sistema dictatorial que tiene vigencia en ese momento, a seguir las huellas del célebre George Orwell –quien, como él, se interesó por Birmania- y a recordar sensaciones y hechos del mencionado primer viaje).

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Birmania es un país situado en la parte occidental de la Península del Sudeste Asiático, que extiende su territorio desde los confines del Himalaya hasta la Península de Malaca y que está atravesado por distintas cordilleras en dirección norte-sur. También destaca el paso por el país del río Mekong y el hecho de que cuenta con un clima tropical que hace que gran parte del territorio esté ocupado por selva. La principal actividad económica es la agricultura, con especial protagonismo del cultivo de arroz.

Inicialmente en el hoy territorio birmano se fueron constituyendo y sucediendo una serie de reinos que fueron teniendo enfrentamientos entre sí y estableciendo dinastías, antes de que en el siglo XVI tuviese lugar una reunificación. En ese mismo siglo, y en el siguiente, iban, no obstante, a llegar los portugueses y los británicos, resultando del proceso una colonia formada por el segundo de esos pueblos invasores, todo ello antes de que el país consiguiese la independencia en 1948 para dar paso a distintas etapas en las que ha habido una guerra civil, un estado socialista, una dictadura militar y los recientes acontecimientos y movimientos que están suponiendo un acercamiento a la democracia, aunque el país aún está lejos de gozar de plenas libertades.

El principal grupo étnico que habita en Birmania es el bamar, también conocido, de hecho, como birmano, aunque se trata de un país que cuenta con una enorme variedad étnica y lingüística (de hecho, las etnias presentes en el país pertenecen a hasta tres familias lingüísticas diferentes y se hablan unos ciento diez idiomas diferentes). Algunas de esas etnias no se encuentra en una buena situación, siendo significativo el caso de los rohinya, un grupo étnico musulmán que ha sido objeto de una limpieza étnica. La cultura birmana ha bebido de influencias chinas, indias y thailandesas además de las birmanas antiguas, y en lo que concierne a la religión, casi el 90% de la población practica el budismo theravada.



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