La literatura de Bosnia


País: 
Bosnia-Herzegovina

La literatura de Bosnia

Los orígenes de la literatura bosnia hay que buscarlos en la tradición oral eslava, pues es a ese pueblo, entendido en sentido amplio, al que pertenecen todos los pueblos de la antigua Yugoslavia (no en vano yugoslavos significa “los eslavos del sur”). Dentro de esa tradición oral hay tanto una serie de elementos comunes  a las distintas zonas en las que los pueblos eslavos se asentaron, como particularidades propias de cada territorio. Así, por ejemplo, en la tradición oral bosnia aparece la figura de Perun, una deidad que, adoptando distintos nombres en diferentes regiones, hace las veces de dios del trueno y del rayo. Él y otra serie de personajes mitológicos, entre los que también destacan Mokos –una suerte de diosa de la fertilidad- y Tur –un toro gigante que vive bajo tierra- protagonizan cuentos en los que se explican diversos fenómenos, como por ejemplo el que se cree que será el fin del mundo. Dioses aparte, son protagonistas de la literatura oral bosnia los héroes (destacaban Alija Djerzelez y los hermanos Hrnjica –de nombres Mujo, Halil y Omer-) y las hadas, que se caracterizaban por nacer del rocío de las ramas de los árboles, tener poderes mágicos que utilizaban tanto para fines benévolos como malévolos y aparecer como madres, hermanas o amantes de los héroes antes mencionados. La principal forma literaria de esta primera literatura bosnia era el poema épico.

Del siglo X en adelante comenzaron a generarse los textos de los bogomilos (una suerte de secta o rama del cristianismo de tendencias heréticas y ascéticas), que estaban destinados a plasmar y transmitir las principales creencias, compuestas tanto por elementos cristianos como paganos, de esas comunidades, que proliferaron en los territorios de la actual Bosnia (también de Bulgaria). La llegada del Islam allá por el siglo XV iba a traer nuevas tendencias literarias, entre las que merece la pena destacar las baladas orales, que contaban con ciertos modelos y patrones comunes, con protagonistas que peleaban por demostrar su honor, su lealtad religiosa o su fidelidad conyugal. Esas baladas tenían una buena dosis de simbolismo, con emociones expresadas a través de objetos y con frecuentes referencias a aspectos culturales y a creencias tradicionales. La balada más conocida se titula “Hasanaginica”, y en ella se narran ciertas aventuras y desventuras de la mítica familia Arapovic (la balada fue transmitida de forma oral durante generaciones, antes de ser transcrita a finales del siglo XVIII por el viajero y etnógrafo italiano Alberto Fortis y traducida a diversos idiomas).

Después de los más de cuatro siglos de ocupación otomana, en los que la literatura no vivió su mejor época, y en los que lo que se generaba era más atribuible a una suerte de literatura turca, el siguiente hito reseñable en la historia literaria del país es ya la aparición de los nombres propios que han dado cuerpo a lo que puede considerarse la literatura bosnia moderna. Por encima de todos los nombres sobresale el de Ivo Andric, con obra a caballo entre el siglo XIX y el XX, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1961, y cuyos libros hablan precisamente de la vida en Bosnia bajo el yugo otomano (su obra maestra, “Un puente sobre el Drina”, una de las lecturas propuestas en la tercera sección del artículo, retrata de forma magistral varios siglos de la historia del país). Junto a él, merece la pena destacar las figuras de Petar Kocic (contemporáneo de Andric, que escribió libros de cuentos y sátiras político-sociales) y Safvet-beg Basagic (también de la misma época, abanderado del conocido como renacimiento bosnio), y más entrado el siglo XX, o incluso con obra en el XXI, las de Predrag Matvejevic (autor que principalmente se dedicó al ensayo, y cuya obra maestra es “Breviario Mediterráneo”, que reconstruye la historia de ese mar y de los territorios que baña), Sead Mahmutefendic (escritor de amplia y generosa obra en novela, cuentos, poesía y ensayo), Dzevad Karahasan (ensayista y novelista que ha ganado varios premios a nivel europeo), Branko Copic (autor traducido a diversos idiomas europeos que hizo poesía y literatura infantil), Alija Izetbegovic (escritor y filósofo), Nihad Hasanovic (autor que participó en la guerra de los 90 y que escribió novelas y obras de teatro), Izet Sarajic (poeta, ensayista e historiador, con varios libros de poesía traducidos a otros idiomas), Miljenko Jergovic (autor de éxito y de renombre internacional), Aleksandar Hemon (autor exiliado en Estados Unidos que escribe tanto ficción como no ficción) y Zlata Filipovic (autora del siglo XXI que ha relatado sus experiencias durante la guerra).

La literatura sobre Bosnia

No ha sido, el de Bosnia, un territorio sencillo de visitar a lo largo de los siglos, lo que ha sido así primero por el carácter montañoso de la región, que dificultaba la llegada de visitantes, y segundo por el hecho de que el país quedaba fuera de las rutas que tradicionalmente llevaban a Constantinopla o a Rusia, por mencionar dos de los destinos más frecuentes de los viajeros europeos. Si acaso, merece la pena destacar el testimonio del –ya mencionado en la primera sección- viajero y etnógrafo italiano Alberto Fortis, quien en sus obras plasmó vivencias por Bosnia además de por Croacia.

Sí se iba a convertir, por desgracia, Bosnia, en lugar protagonista de crónicas y relatos de extranjeros en los años noventa del siglo XX, con motivo de la Guerra de los Balcanes, que tuvo en el sitio de la ciudad de Sarajevo uno de sus episodios más tormentosos y desgraciados. Es en ese contexto en el que aparecen libros como “Fantasmas balcánicos. Viaje a los orígenes del conflicto de Bosnia y Kosovo”, del geopolítico mundialmente reconocido Robert D. Kaplan, “Sarajevo”, de Alfonso Armada o “Cuaderno de Sarajevo”, de Juan Goytisolo. Otra serie de libros hablan de forma conjunta sobre todos o varios de los países de la antigua Yugoslavia, siendo el mejor ejemplo “Yugoslavia kaputt”, del también español Manu Leguineche. Además, destacan las novelas ambientadas en Sarajevo, por desgracia también con la guerra como telón de fondo, como “Territorio comanche”, del español Arturo Pérez-Reverte o “El violonchelista de Sarajevo”, del canadiense Steven Galloway.

Lecturas propuestas

Un puente sobre el Drina (Ivo Andric)

En esta fascinante y legendaria novela, sin duda convertida en un clásico de la literatura universal, Ivo Andric acomete la proeza de plasmar nada más y nada menos que cuatro siglos de la historia de su país, lo que por sí mismo ya sería digno de admiración, pero además, lo hizo de forma magistral. El hilo conductor del libro es un puente de la ciudad de Visegrado, en cuya construcción y vida se centra cuanto Andric cuenta y relata. Por él desfilan gentes, situaciones, circunstancias y hechos históricos, que llevan al lector a consumir páginas y páginas y a lamentar que Andric no alargase la novela más allá del comienzo de la Primera Guerra Mundial, donde termina.

Los bosnios (Velibor Colic)

Aunque formalmente el libro se encuadra dentro del género de la novela, lo cierto es que el texto es más una recopilación de, por lo general, breves referencias a personas que protagonizaron un sinfín de aventuras y desventuras en el período más crudo de la Guerra de los Balcanes. Un número casi infinito de personas a las que en el texto se les da un nombre, pero que no por ello pierden ni la más mínima pizca de universalidad y de anonimato, son los protagonistas de esa serie de historias tan duras y crueles que uno de los principales consuelos que le queda al lector es el de que cada uno de esos testimonios es breve.

El violonchelista de Sarajevo (Steven Galloway)

Este libro transmite una serie de desgarradores testimonios de la guerra. El asedio a la ciudad, la presencia de los francotiradores en las montañas, y en definitiva, las dificultades que se tenían para hacer cualquier acto de la vida cotidiana, como ir a buscar agua, son contados con pelos y señales en la novela. Las situaciones y los hechos son transmitidos a través de los puntos de vista de varios personajes, quienes desde sus respectivas edades, circunstancias y vivencias, ofrecen miradas con distintos prismas. Por encima de todos se eleva el personaje de un violonchelista que, impasible, no dejar de producir música en las cada vez más desoladas calles de la ciudad.

Viaje a mi país ya inexistente (Tamara Djermanovic)

Se trata de un libro de literatura de viajes de una exyugoslava natural de Belgrado que, ya desde su cómoda estadía en Barcelona –ciudad desde la que vive desde 1991-, escribe sobre el viaje que hizo a un territorio del que ya no es capaz de reconocer gran cosa. Aunque recorre todos los estados que surgieron tras la desmembración del antiguo país, tiene un lugar especial en el libro Bosnia, por su simbolismo. El barrio otomano de Bascarsija, en Sarajevo, la mítica biblioteca de esa ciudad, o el icónico Puente Viejo de la ciudad de Mostar, son solo algunos de los lugares que la autora recorre y describe.

Yugoslavia kaputt (Manu Leguineche)

En este libro del que ha sido referente para varios escritores de literatura de viajes españoles contemporáneos, se transmiten hechos, vivencias y experiencias de la etapa en la que estuvo como enviado especial en lo que hasta ese momento había sido Yugoslavia. Entre otras cosas, Leguineche cuenta aspectos de la historia del país, trata de explicar la mentalidad de los yugoslavos y recurre a referencias literarias de algunos de los principales escritores de ese antiguo país –entre ellos destacan los bosnios-. La localidad de Medugorje, lugar bosnio de peregrinación, o la zona del norte del país, son algunos de los lugares que visita, y de los que habla.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Bosnia es un pequeño estado que, a caballo entre el centro y el sur de Europa, surgió con motivo de la desmembración en 1991 de Yugoslavia. El territorio presenta una compleja orografía constituida por los Alpes Dináricos que ha contribuido a que las cosas no hayan sido nunca sencillas, y apenas presenta salida al mar, salvo por un puñado de kilómetros que le cedió Croacia. El país es en realidad la unión de dos territorios históricos, el de Bosnia y el de Herzegovina, y en la actualidad tiene dentro de sus fronteras la conocida como República de Srpska, de identidad serbia.

El asentamiento en la región que ocupa el país de pueblos eslavos llegados desde la lejana Rusia, y el desarrollo de su vida allí, se iba a ver alterado por la llegada de otro pueblo venido de lejos, el de los otomanos. Más de cuatro siglos duró la ocupación de ese imperio, que no terminó sino cuando ese cayó al finalizar la Primera Guerra Mundial. Después iban a llegar el dominio del Imperio Austrohúngaro y la pertenencia a ese experimento socialista que fue Yugoslavia, antes de que el país consiguiese la independencia luego de una traumática guerra en los años 90 del siglo XX.

Bosnia Herzegovina es todo un mosaico étnico, lo que sin duda es una novedad tratándose de un país europeo (sin duda, el país está a la cabeza del continente en ese aspecto). Dentro de las fronteras conviven, entre otros, bosníacos musulmanes, herzegovinos, serbios ortodoxos y judíos sefardíes (en general descendientes de los judíos expulsados de España en 1492). La religión mayoritaria en Bosnia en la actualidad es, en cualquier caso, el Islam.



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