La literatura de Camerún


País: 
Camerún

La literatura de Camerún

No son pocos los grupos étnicos que conviven dentro de las fronteras de Camerún –se estima su número en unos doscientos cincuenta-, aunque todos ellos pueden agruparse en cinco grupos principales en función de la región del país en la que habitan, y hay una serie de ellos que tienen una presencia más significativa. Entre estos últimos se encuentran los fang, los peul o fulani, los bamún y los tikar (también merece la pena destacar que estas no son etnias exclusivas de Camerún; antes, al contrario, también habitan en varios de los países colindantes, teniendo en algunos casos incluso una mayor presencia en esos otros países). Con todo ello, no es sencillo abordar el estudio de las primeras literaturas del país, por lo que, como es habitual en los artículos de país de esta web, se analizarán a modo de ejemplo los casos de algunos de los grupos étnicos.

La literatura oral del pueblo fang (que cuenta con unos 3 millones de habitantes en Camerún) se manifestaba en cuentos que iban acompañados por el canto y por determinados instrumentos locales –entre los que destaca el conocido como mvet- y que eran reproducidos en eventos en los que participaba toda la comunidad, aunque de alguna forma estaban especialmente dirigidos a los niños (en ellos se transmitían enseñanzas o se alababa a los ancestros). Por su parte, el pueblo peul o fulani (que supone otros 3 millones de población camerunesa) generaba una literatura oral basada en cuentos y en proverbios que solían tener una moraleja o enseñanza (la mayoría de ellos tenían como temas principales los de la vida cotidiana –como el ganado o las migraciones, al tratarse de un pueblo nómada- y contaban con protagonistas animales, como las serpientes, las ardillas, los conejos y las hienas, entre otros, que se caracterizaban por su tremenda inteligencia).

El comienzo del período colonial a finales del siglo XIX dio inicio a la época de la literatura también conocida como colonial, que se caracterizó por la gran influencia de los misioneros que habían llegado al país y que trataban de asimilar a la población local. A principios del siglo XX destacaron las figuras de Louis-Marie Pouka (un poeta que entró en el juego de los misioneros y abogó por la asimilación de los pueblos cameruneses por parte de la cultura francesa –creía que el colonialismo era un plan establecido por Dios-) y de Sankie Maimo (que, en la parte británica de Camerún, escribió obras de teatro y obras de literatura infantil). El fin de la Segunda Guerra Mundial dio paso a otra nueva etapa, en la que ya la actitud de los cameruneses hacia los invasores europeos cambió radicalmente, pasando a cuestionar y criticar tanto su mera presencia como la asimilación a la que les habían sometido. En esa corriente destacaron Mongo Beti (un novelista que trató de relatar con fidelidad las duras condiciones que se daban en Camerún) y Ferdinand Oyono (que, aunque vivió en París, también escribió novelas de corte anti-colonialista). También comenzaron a aparecer escritores más desvinculados de la cuestión colonialista, como Mbela Sonne Dipoko (poeta y novelista que es considerado uno de los principales nombres de la literatura camerunesa), René Philombe (que se prodigó en varios géneros, como la poesía y el teatro y que fue sometido a censura), Guillaume Oyono Mbia (vinculado al género del teatro principalmente), Francis Bebey (autor de obras de ficción y de libros sobre música) o Kenjo wan Jumbam (que se dedicó principalmente a la novela).

En las últimas décadas del siglo XX y en el inicio del XXI han tomado el testigo de las letras camerunesas escritores como Bate Besong (dramatugo y poeta abanderado de la llamada segunda generación literaria camerunesa), John Nkemngong Nkengasong (novelista, poeta y dramaturgo que se caracteriza por una obra innovadora), Linus Asong (que se dedicó principalmente a la novela), Gaston-Paul Effa (que ha escrito mucho sobre la tradición y la esencia africana), Leonora Miano (novelista ganadora de diversos premios), Francis B. Nyamjoh (novelista y dramaturgo principalmente), Werewere-Liking Gnepo (que se ha dedicado a la novela y al teatro principalmente), Patrice Nganang (novelista y ensayista principalmente, aunque también con un poemario), Babile Mutia (que se ha prodigado en casi todos los géneros), Bole Butake (que se dio a conocer al compilar una antología de poesía del país), Calixthe Beyala (conocida por el tono activista de su obra), y Imbolo Mbue (novelista y cuentista basada en Nueva York).

La literatura sobre Camerún

No se puede contar a Camerún entre los primeros destinos africanos que llamaron la atención, principalmente por la distancia que le separaba de las civilizaciones que fueron destacando en Oriente Medio, el Mediterráneo y Europa. Pero, en cualquier caso, sí se trató de un lugar de paso para las expediciones portuguesas que, a finales del siglo XV, trataban de hallar el paso hacia Asia por el sur del continente africano, y en ese sentido, ya se recogen notas sobre Camerún en crónicas de expediciones comandadas por Fernando Po, allá por 1472 (fue el navegante portugués quien, de hecho, bautizó un río del territorio camerunés como "río de los camarones”, voz de la que se deriva el actual nombre del país).

Más tarde, a finales del siglo XIX, viajó por Camerún dejando testimonio escrito el africanista español Manuel Iradier, antes de que en el siglo XX ya sí hubiese más títulos sobre el país, entre los que destacan las aportaciones del antropólogo británico Nigel Barley (“El antropólogo inocente” y “Una plaga de orugas”), la de Ignacio Aguilar (“Salomón. De Camerún a Tarifa), la de Emilio Sastre (“El veneno de África. Memorias de un médico español en Camerún”) o la de Xavier Bonals (“Alma de explorador. Relato de un viaje por Camerún”).

Lecturas propuestas

La estación de la sombra (Leonora Miano)

Este libro de la escritora camerunesa transmite la historia acontecida en una pequeña aldea de Camerún en los desgraciados tiempos en los que el tráfico de esclavos campaba a sus anchas por el mundo. Partiendo de la desaparición de una serie de hombres –casi todos jóvenes- de la comunidad cierta noche en la que se origina un incendio en la aldea, las indagaciones de los distintos miembros de la comunidad para intentar entender qué está pasando les lleva a ir conociendo más y más de una historia que les va a deparar el final más horrible que podían imaginar. Unos misteriosos hombres llegados de lejos, en colaboración con la traicionera etnia vecina, iban a conspirar para cambiar para siempre el destino de todos los miembros del grupo.

El antropólogo inocente (Nigel Barley)

En este divertido libro, este antropólogo británico le muestra al lector otra forma de antropología, sin duda una mucho más llevadera y amena para quien accede a ella sin ser un especialista. Barley se desplaza hasta Camerún para estudiar al pueblo de los dowayo, seguramente uno de los menos accesibles de África, compuesto por solo dieciocho mil individuos. A lo largo de los capítulos del libro, Barley cuenta desde su llegada a Camerún –problemas burocráticos incluidos- hasta la vuelta al Reino Unido, pasando por el año y medio que transcurre en una aldea dowayo mientras estudia las costumbres, las tradiciones y los ritos de una comunidad cuya religión animista le hace ser difícil de comprender para una mentalidad occidental.

Una plaga de orugas (Nigel Barley)

Años después de su primera experiencia con los dowayo, Barley repite visita, en este caso con el objetivo principal de presenciar la ceremonia de circuncisión que tiene lugar en la comunidad cada seis o siete años y que, en teoría, debería estar cerca de celebrarse. La vuelta a la aldea y el reencuentro con las personas a las que conoció y con la cabaña que en su día le había dado cobijo ya van a deparar algunas sorpresas, y con el paso del tiempo, otras dificultades van a ir poniendo trabas a la labor del antropólogo (entre otros obstáculos, sin duda, está el de que cada vez va estando menos claro que vaya a poder llevar a cabo su tarea principal, ya que en África rara vez las cosas se dan como se espera).

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Camerún es un estado situado en la parte occidental del continente africano, que se asoma al Océano Atlántico en el inmenso Golfo de Guinea y que cuenta con un tamaño relativamente pequeño para los estándares africanos. El país está dividido en distintas regiones naturales, como las más áridas del norte y del centro y las de bosques tropicales que cubren casi todo el resto del territorio. Camerún cuenta con ciudades relevantes como Douala, Yaoundé o Buea, y con una porción del Lago Chad en el extremo norte del territorio.

Diversas etnias de origen bantú llegaron desde el norte para desplazar a los grupos pigmeos que originariamente poblaban el hoy territorio camerunés. La llegada de los europeos –inicialmente portugueses-, con comerciantes en la costa y misioneros en el interior, iba a introducir nuevos elementos en la vida local, antes de que en el siglo XIX hubiera algunas escaramuzas entre distintos grupos étnicos y el territorio quedase configurado como una colonia alemana primero y como sendos territorios controlados por franceses y por británicos después. La independencia fue obtenida en 1960, para que comenzase un período de vaivén entre distintas ideologías político-económicas, de enfrentamiento entre la parte anglófona y la francófona y de algunas guerras y golpes de estado que iban a dificultar la vida en el país.

Ya se ha hablado al principio del artículo de la enorme variedad étnica que hay presente en Camerún, entre la que puede destacarse a los pueblos fang, los peul o fulani, los kirdi, los duala, los sawa, los beti-pahuin y los pigmeos baka, entre otros. En lo religioso, en Camerún se mezclan las religiones monoteístas de origen semítico (el Cristianismo es seguido por dos tercios de la población y el Islam por una quinta parte de la misma) y las creencias animistas.

 



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