La literatura de Canadá


País: 
Canadá

La literatura de Canadá

Un importante mosaico de pueblos indios se asentaban en el territorio hoy canadiense antes de la llegada de los europeos, aunque las características de todos esos pueblos permiten agruparlos en algunas familias principales como las de los algonquinos, los iroqueses, los na-dené o los esquimo-aleutianos, entre otros. Dejando algo de lado la literatura oral de los pueblos esquimo-aleutianos, pues presentan gran similitud con la de los pueblos hermanos de Groenlandia –cuya literatura oral se trató en el artículo correspondiente a ese país-, esta entrada se centrará, a modo representativo, en las literaturas orales de los indios que se asentaban en territorios más meridionales como los algonquinos y los iroqueses.

Los algonquinos, un grupo indígena que se asentaba principalmente en el este de lo que hoy es Canadá (a ese grupo pertenecían los indios odawa, los ojibwe, los cree y los pies negros, entre otros), contaban con una literatura oral que transmitía conocimiento relativo a los principales elementos en los que se asentaban sus creencias, como el origen de su existencia como pueblo o la presencia de espíritus o deidades conocidas como manitús. En concreto, el mito de la creación de estos pueblos cuenta la historia de Glooskap y Malsum, los hijos de la Madre Tierra, que con caracteres antagónicos –bueno el primero, malo el segundo- se enfrentaron entre sí, siendo que Glooskap se dedicó a crear todo lo que existe y salió vencedor de la disputa con su hermano, cuyo espíritu permanece en la Tierra en forma de lobo. Esas historias eran trasmitidas generalmente por chamanes, y las acompañaban con cantos y ritos varios. Por su parte, los iroqueses generaron una literatura oral en la que tenían gran protagonismo los animales, los cuales en las leyendas solían contar con poderes que podían ser transmitidos de forma beneficiosa a los hombres, y alcanzaban tal protagonismo que se consideraba que asumieron un papel relevante en la creación (por ejemplo, los iroqueses creen que una tortuga habría portado en su espalda el mundo cuando lo único que existía era agua). Otros ejemplos y casos de propiedades y cualidades beneficiosas de los animales los encontramos en la función de cuidar a los niños atribuida a los osos o a la consideración como cazadores modélicos de los lobos.

Es en los siglos XVI y XVII cuando aparecen los primeros autores de origen europeo, y en concreto lo hicieron en el este del país, donde una nueva sociedad de procedencia e inspiración francesa comenzaba a formarse. Los fundadores de Nueva Francia elaboraron algunos textos de índole religiosa con el fin de convertir a los indios al Cristianismo, así como algunas baladas y canciones patrióticas que incluso han llegado hasta la actualidad. El siglo XVIII iba a ser el momento de una literatura que trató los temas de la naturaleza y de la exploración, de la aparición del primer poema (un anónimo también de tono patriótico de 1763) y de la recepción de tendencias llegadas desde Europa y desde otras partes de América, con especial presencia del estilo de la Ilustración. En cualquier caso, en los siglos XVIII y XIX, la literatura francófona, con protagonismo de figuras como las de Phillippe Aubert de Gaspé, Michel Bibaud o Antoine Gerin-Lajoei (que ya gozaban de mayor autonomía con respecto a la colonia) iba a coexistir con la recién aparecida literatura anglófona, inicialmente con protagonismo de los autores Frances Brooke, Thomas Chandler Haliburton o Susanna Moodie, quienes escribieron principalmente sobre la vida de los emigrantes europeos.

La literatura del siglo XX viene marcada por la independencia, obtenida a finales del XIX, y por la mayor integración en una identidad común, lo que se tradujo en nuevas tendencias como la conocida como literatura de las praderas (que expresaba con realismo la lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza), como una poesía que también reflejaba temas locales o como tempranas formas de feminismo en el lado anglófono, o como literatura que abordaba temas como el mundo campesino, la familia y la religión –siempre con un enfoque conservador- en el ámbito francófono. Son autores anglófonos destacados Northrop Frye (buen representante de la literatura de las praderas), Margaret Atwood (ganadora de diversos Premios y nominada al Nobel), Frederick Phillip Grove (quien intentó introducir tendencias naturalistas), Emily Carr (que en sus obras mostraba el mundo de los indios), Saul Below (ganador del Nobel de Literatura en 1976), Margaret Laurence (autora de diversas y exitosas novelas traducidas a otros idiomas), Alice Munro (ganadora del Nobel en 2013) o Robert W. Service (poeta de notable éxito). En el ámbito francófono merece la pena destacar a Marie-Claire Blais (que ha trabajado diversos géneros, siempre con una orientación hacia el costumbrismo y lo psicológico), Leonard Cohen (poeta y novelista además de cantautor), Louis Emond (novelista que trató temas íntimos como la condición humana o el viaje interior), Jacques Ferron (ganador de varios premios), Anne Hebert (novelista y poetisa), Antonine Maillet (novelista y dramaturga), Rejean Ducharme (que destacó principalmente en teatro) o Gabrielle Roy (que se dedicó al cuento, la novela y la autobiografía). También hay autores de origen indígena como Anahareo, Robert Arthur Alexie o Mini Aodia Freeman.

La literatura sobre Canadá

Parece que el primer testimonio sobre sus vivencias en tierras canadienses de alguien llegado de fuera fue el del vikingo Erik el Rojo, que en sus sagas contó la llegada a un territorio que denominó Vinland y que se ha identificado con la Isla de Terranova. Después de que balleneros vascos pasaran por el lugar sin dejar testimonios escritos conocidos, las siguientes aportaciones serían las del británico Humphrey Gilbert (que trató de conquistar el este de Canadá para su corona, y escribió sobre sus aventuras) y las de los franceses Samuel de Champlain y Jacques Cartier (que tuvieron idénticos propósitos en favor del reino al que pertenecían).

Desde esos primeros siglos, y en los siguientes el protagonismo de Canadá en literatura de viajes iba también a venir de la mano del mítico Paso del Noroeste, una ruta con la que los europeos pretendían navegar entre los océanos Atlántico y Pacífico. John Cabot, Martin Frobisher o Willem Barents fueron algunos de los primeros marinos en intentar franquear el paso, y sus cronistas algunos de los primeros en contarlo. También destacan las aportaciones de Henry David Thoreau, Jack London o Richard Ford, sea con literatura de viajes o con novelas ambientadas en Canadá, mientras que de España nos llegan las aportaciones de Javier Reverte, con varios libros sobre sus viajes por el país.

Lecturas propuestas

Secretos a voces (Alice Munro)

Es este un libro de relatos en el que la escritora ganadora del Nobel ambienta la mayoría de los relatos en la tranquila y apacible ciudad de provincias de Carstairs, en la región de Alberta, en la que aunque todo parece transcurrir en la más absoluta normalidad, siempre aparecen historias interesantes si se observa e indaga un tanto. A pesar de ese denominador común del supuesto Carstairs actual, no obstante, las historias practican formidables saltos, tanto en el tiempo como en la distancia, pues a tanto a lo ocurrido en siglos anteriores como a enormes distancias recurre la autora para dotar a sus historias de mayor alcance y universalidad.

La llamada de los salvaje (Jack London)

Este libro del célebre escritor estadounidense, transcurre en la región del Klondike, ubicada en el territorio del Yukón, en el noroeste canadiense, y tiene la indudable peculiaridad de que está protagonizada por un perro, Buck. Buck es capturado mientras transcurre su plácida vida en un rancho de California, y es llevado a las lejanos territorios septentrionales de Canadá, además de obligado a, junto a los compañeros que junto a él componen la jauría, tirar de trineos a través de esas vastas superficies canadienses, Buck se deja llevar sin embargo por sus instintos y se va a buscar un destino que poco tiene que ver con el que para él tenían previsto sus nuevos dueños.

Bajo los vientos de Neptuno (Fred Vargas)

En este libro perteneciente al género de  la novela negra, la autora francesa que toma como seudónimo el nombre de Fred Vargas, lleva al protagonista de todas sus historias, el comisario Adamsberg, a Canadá, en concreto a Quebec, en principio para participar en un congreso sobre técnicas de investigación impartido por sus colegas canadienses, y después para sin apenas darse cuenta verse envuelto en una historia con origen en su pasado que le va a llevar a vivir una auténtica pesadilla. Por el camino, el libro ofrece un buen cuadro de la sociedad canadiense.

El río de la luz (Javier Reverte)

En este libro de viajes que le lleva por remotos territorios de Canadá y Alaska, Javier Reverte acomete, además, un reto personal: el de formar parte de una expedición de navegación por el Río Yukón. Seguir las huellas de su admirado Jack London, o visitar algunos de los principales escenarios de los días de la fiebre del oro, son también algunos de los  intereses de Reverte, más allá del disfrute de lo que sin duda es el principal atractivo del gigantesco país norteamericano: el patrimonio natural formado por ríos, bosques, lagos y montañas. Para completar el envidiable periplo, el autor cuenta su viaje de vuelta a Europa a bordo de un barco mercante.

En mares salvajes (Javier Reverte)

Nuevo viaje del autor a Canadá, en este caso con una presencia más importante de la navegación marina, por cuanto el núcleo central de lo narrado es su participación en una expedición que tiene como objetivo atravesar el Paso del Noroeste, una ruta histórica que suscita gran interés para él. El viaje entre las ciudades de Ottawa y Edmonton le sirve como excusa para perseguir las huellas de protagonistas de algunos de los más emocionantes episodios de la historia del viaje que han tenido lugar en la historia, y para emocionarse –y transmitir esa emoción- con la abrumadora naturaleza del Ártico.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Canadá es un país de enorme tamaño –el segundo mayor después de Rusia- que extiende su vasto territorio por la parte septentrional de Norteamérica. Cuenta con dos identidades marcadas y diferenciadas, la anglófona y la francófona, como consecuencia de los distintos procesos de colonización que los territorios han experimentado, además de con una minoría de indígenas norteamericanos. El país es conocido en el mundo entero por su vasta y maravillosa naturaleza.

Después de que los europeos terminaran con la presencia de una parte de los indios nativos de Canadá y que asimilara a la otra parte, comenzó la carrera entre Francia y el Reino Unido por la colonización del nuevo  y extenso territorio, aunque los acontecimientos se iban a desarrollar de forma más pacífica que en los vecinos Estados Unidos, ya que hubo menos guerras y de menor duración. El final del siglo XIX trajo la independencia, y el siglo XX cierto papel en las guerras mundiales y la definitiva consolidación del país que hoy es.

Canadá se constituye hoy como uno de los países social, cultural y económicamente más avanzados del mundo. La multiculturalidad es uno de los rasgos predominantes en la sociedad. La de origen europeo constituye la vasta mayoría de la población del país (60% de la población anglófona, y 23% francófona), siendo la de origen indígena solo una minoría que en gran parte vive en los territorios más septentrionales del país. En torno al 70% de los ciudadanos profesa la religión cristiana, sea en la vertiente católica o en la protestante.

 



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