La literatura de España


País: 
España

La literatura de España

Diversos han sido los pueblos y civilizaciones que en distintos momentos de la historia han poblado la Península Ibérica, encontrándose entre ellos los íberos, los celtas, los tartesios, los fenicios, los romanos, los visigodos o los árabes. Con el fin de sintetizar, y de no repetir lo que ya se menciona en los artículos de los países de los que algunos de esos pueblos son originarios (los celtas de Irlanda, los fenicios del Líbano o los romanos de Italia, por ejemplo), en esta entrada se expondrá como una de las primeras formas de literatura española la que practicaron los conocidos como celtíberos –de la integración entre celtas e íberos-, por ser uno de los primeros pueblos pobladores del hoy territorio español y por ser más autóctono que otros que se asentaron en él.

Fue, la literatura oral de los celtíberos, rica, variada y plural, y contenía multitud de dioses, héroes y acontecimientos que por un lado eran variantes locales de más amplios conceptos divinos celtas, y por otro lado influyeron en las formas literarias que desarrollaron los pueblos que llegaron a la península con posterioridad. Algunos de los más relevantes dioses que poblaban las historias eran Epona –una especie de diosa-caballo que traía agua y fertilidad-, Lug –un dios celta que fue adaptado en algunas zonas de la península, habilidoso y por ello venerado por los artesanos- o Endovellicus –tal vez el más importante dios celta en Iberia, asociado a algunos animales y relevante en la medicina-. El contenido de las historias constaba principalmente de creencias como las de una eterna rueda de la vida, una trinidad formada por un dios, un señor y la tierra o la existencia de reinos lejanos con rasgos similares a los de la mítica Atlántida.

El nacimiento, en la Edad Media, del castellano como lengua, iba a traer las primeras formas o géneros literarios (destacan las jarchas en el siglo XI, breves composiciones de carácter amoroso cantadas por juglares que componen lo que se conoce como Mester de Juglaría), las primeras obras literarias (con papel destacado para el “Cantar del mío Cid”) y los primeros nombres propios de la literatura española (Gonzalo de Berceo fue el pionero en el siglo XIII, abanderando al Mester de Clerecía, en el que los clérigos reemplazaban a los juglares como transmisores de las formas literarias). Los siglos XIII, XIV, XV y XVI, previos al período del Barroco, iban a dejar nombres relevantes como los de Don Juan Manuel (gran exponente de la prosa medieval), el Arcipreste de Hita (que dejó la célebre obra “Libro de buen amor”), Jorge Manrique (poeta autor de poemas amorosos y burlescos), Fernando de Rojas (que legó “La Celestina”) o los religiosos Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, que cultivaron la literatura mística –también iba a ser el momento de una obra de gran relevancia, como el anónimo “El Lazarillo de Tormes”. Pero iba a ser en el Barroco cuando se iba a desarrollar el período más floreciente de la literatura española, en el conocido como Siglo de Oro, en el cual iban a destacar autores como Miguel de Cervantes (el más universal de los autores españoles, autor del mundialmente conocido “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”), como los poetas Francisco de Quevedo y Luis de Góngora (que son famosos por sus enfrentamientos a través de las letras) y como los dramaturgos Calderón de la Barca, Lope de Vega o Tirso de Molina, todos ellos autores de una vasta obra que hizo del teatro uno de los aspectos más relevantes de la sociedad de la época, y que, junto a la obra de sus contemporáneos franceses y británicos, dejó una tradición que ya iba a ser imposible no continuar, tanto en España como en otros países europeos y del mundo.

El siglo XIX iba a traer los movimientos del Romanticismo (en el que despuntaron autores como José de Espronceda, Gustavo Adolfo Bécquer, José Zorrilla o el Duque de Rivas) y del Realismo (con protagonismo para figuras como las de Benito Pérez Galdós, Juan Valera, , Leopoldo Alas “Clarín”, Vicente Blasco Ibañez o Emilia Pardo Bazán –esta última incluso en el terreno del Naturalismo-), mientras que el nuevo cambio de siglo iba a ser el de las generaciones, sobre todo con la del 98 y la del 27; en la primera destacan Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Antonio Machado o Pío Baroja, y en la segunda lo hacen Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández, por solo mencionar a algunos. Fuera de esas dos generaciones, generalmente adscrito a otra como la del 14, destacó Ramón Gómez de la Serna, en la que tal vez es la aportación más destacada en España en las Vanguardias (impulsó el género de la greguería). Con la guerra civil y la posguerra, iba a predominar el género de la novela, con presencia de corrientes como la de la novela social –que pretende mostrar el cambio social y tiene un componente de crítica- y la de la novela existencial –con enfoque existencialista- y con protagonismo de autores como Camilo José Cela, Miguel Delibes, Carmen Laforet, Ramón J. Sender o Luis Martín Santos. Por último, con la llegada de la democracia diversa y abundante en cuanto a obras, autores y géneros, con papel destacado para Eduardo Mendoza, José Luis Sampedro, Almudena Grandes, Arturo Pérez Reverte o Javier Marías.

La literatura sobre España

Probablemente los primeros testimonios que viajeros llegados de fuera dejaron sobre la Península Ibérica fueron los que hicieron las primeras civilizaciones desarrolladas que contaban con una lengua escrita, como los romanos y los árabes. Uno de los testimonios más conocidos es el del griego Piteas en el siglo IV a.C. Ya en época medieval, el célebre viajero marroquí Ibn Battuta recorrió Andalucía en el periplo del que habló en su “A través del Islam”. Desde el siglo XV en adelante España iba a ser emisor, y no receptor, de viajeros que escribieron algunas de las crónicas de viaje más importantes de la época e incluso de la historia.

En los primeros momentos del Grand Tour (ese viaje formativo por Europa que emprendían los jóvenes nobles del continente), España estuvo alejada de los circuitos más recorridos, que se centraban en Francia e Italia, si bien en un segundo momento el país sí iba a resultar llamativo por su exotismo dentro del continente europeo. Fue en ese contexto donde surgió uno de los más relevantes hispanistas, Richard Ford (que dejó “Manual para viajeros a España y lectores en casa” y “Cosas de España: el país de lo imprevisto”), y que iba a abrir la puerta a trabajos como los de John Elliott, Paul Preston o Ian Gibson. También merece la pena destacar las obras sobre España de Virginia Woolf ("Hacia el sur. Viajes por España"), Antonio Tabucchi (en “Viajes y otros viajes”) o Martín Caparrós (en “Larga distancia), aunque en el caso de los dos últimos se trate de libros que no tratan solamente sobre España.

Lecturas propuestas

El Lazarillo de Tormes (anónimo)

En este clásico de la literatura española, que es además el principal exponente de uno de sus más conocidos géneros –el de la novela picaresca-, un niño de origen humilde se ve obligado a buscarse la vida y a aprender a través de los golpes –tanto en sentido literal como figurado- que le propinan los distintos hombres a los que va sirviendo para ganarse el pan de cada día. Por el camino, el libro deja algunas escenas y momentos que han pasado a formar parte, no solo de la historia de la literatura española, sino también del anecdotario y el imaginario de la cultura y la sociedad del país.

Fortunata y Jacinta (Benito Pérez Galdós)

Esta novela del escritor canario, deja una estupenda fotografía costumbrista del Madrid de la segunda parte del siglo XIX. Además del trío de protagonistas que se ven envueltos en un triángulo amoroso (las dos mujeres que dan título a la obra y el galán Juanito Santa Cruz), un sinfín de personajes de lo más variopinto de cuantos componían la sociedad madrileña del momento, desfilan por la obra perfectamente perfilados por el autor y mostrando la ciudad tan de contradicciones que la capital madrileña era en aquella época.

Luces de Bohemia (Ramón M. del Valle-Inclán)

Se trata de una obra de teatro del genial escritor gallego, que también es uno de los principales exponentes de un sub-género alumbrado por el propio autor: el Esperpento. En ella el lector o espectador puede seguir las peripecias de dos personajes del Madrid de principios del siglo XX –un escritor bohemio, y su fiel escudero- durante solo una noche, a través de las cuales van a poder conocer lo mejor y lo peor de la ciudad, y en el que van a poder dejar constancia de algunos de los principales problemas de la época –y es que ese, el de la crítica social a través de la formación de imágenes deformadas o grotescas, es uno de los principales propósitos del esperpento-.

La colmena (Camilo J. Cela)

Es esta una novela perteneciente a la corriente de la novela social de la posguerra española, y en ella el punto central es un café del Madrid de la segunda mitad del siglo XX, por el que pasan más de trescientos personajes a través de los cuales el autor trató de plasmar la situación, la sociedad, el sentir y el pulso de la época. Los personajes son de lo más variopinto, y además el autor les deja “hablar” y ser como son, con lo que al lector no le queda más que sumergirse en el mar de conversaciones, sucesos e historias que van conformando y dando cuerpo al libro.

La España vacía (Sergio del Molino)

Este libro es un ensayo de un joven y pujante escritor, en el que analiza la realidad de España en el siglo XXI, cuando el desarrollo de los acontecimientos históricos y la evolución socioeconómica del país han llegado a conformar una situación en el que se ha formado una distancia insalvable entre la España que forman las principales ciudades del país, y la que, por el contrario, queda enormemente alejada de ellas en todos los sentidos que se puedan imaginar. El autor acumula viajes y estancias en diversos puntos de la geografía de la España profunda para dejar al lector análisis, observaciones, datos y testimonios que ayudan a comprender la situación del país.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

España es un país de tamaño mediano a grande para los estándares europeos, que se sitúa en el extremo sudoeste del continente, compartiendo la Península Ibérica con Portugal, y, precisamente por su posición, siendo enlace con los continentes africano y americano, ha tenido siempre un carácter estratégico. Está separado del resto de Europa por la barrera natural de los Pirineos, y en su interior da cabida tanto a cordilleras como a amplias llanuras.

Siendo, como fue la Península Ibérica, un lugar que gozaba de ese carácter estratégico y que estaba cerca de algunas de las principales civilizaciones de la Antigüedad, fue un caramelo apetitoso que estas se disputaron, asentándose en el territorio peninsular varias de ellas por períodos de tiempo sucesivos de distinta duración. Tras la salida de los árabes, en el siglo XV iba a terminar por configurarse uno de los más relevantes imperios de la historia, que iba a dominar territorios no solo en Europa, sino también en todos los demás continentes. Después vendrían la decadencia, y el transitar dubitativo por los siglos, hasta que el siglo XX trajo una guerra civil y una dictadura de la que al país le iba a costar décadas recuperarse, ya con la integración en la Unión Europea y su convergencia con los países vecinos.

La sociedad española actual es fruto de la mezcla de la que es heredera, y tal vez podamos estar hablando de uno de los países europeos con mayor diversidad cultural. Algunos elementos de la cultura del país, como las corridas de toros o el flamenco, son considerados exóticos dentro de los habituales parámetros culturales europeos, mientras que el Catolicismo ha dejado en el país una profunda huella que aún forma parte de su identidad.

 



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