La literatura de Etiopía


País: 
Etiopía

La literatura de Etiopía

A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países africanos, en Etiopía se registró una literatura escrita desde tiempos antiguos, sin perjuicio de que también se desarrollase una rica literatura oral. En el caso de Etiopía, más allá de las literaturas orales de los distintos pueblos que históricamente han habitado el territorio del país -las principales serían las de las etnias más relevantes, la amhara y la oromo, que en cualquier caso no difieren demasiado de las que se desarrollaron en otros países africanos-, merece la pena centrarse en la que sin lugar a dudas es la más importante leyenda del país transmitida de forma oral, que ha marcado su origen, su identidad y su destino, y que no es otra que la leyenda de la Reina de Saba. Esta leyenda establece que Etiopía como reino habría sido fundada en el siglo X a.C. por el rey Menelik I, que sería hijo del rey hebreo Salomón y de la ya mencionada reina de Saba -monarca de un reino del sur de la Península Arábiga en el territorio de la actual Yemen-; Menelik I, además, habría llevado consigo el mítico Arca  de la Alianza de la Biblia y habría proclamado al pueblo etíope el “elegido de Dios” (esas leyendas han sido, como se decía, y junto al cristianismo y el origen semítico del pueblo amhara, lo que ha articulado la identidad etíope a lo largo de la historia).

En lo que concierne a la literatura escrita temprana, merece la pena destacar que las raíces de la misma se remontan al Reino de Aksum, que fue uno de los principales imperios africanos anteriores a la llegada de los europeos y que tuvo su esplendor entre los siglos II y X d.C. En su seno se produjeron manuscritos e inscripciones epigráficas que narraban acontecimientos de la época y que por lo general se plasmaban en idioma ge’ez -una lengua semítica ya extinta- (la inscripción más antigua se ha encontrado en el obelisco Hawulti). Por otro lado, también se produjeron textos religiosos -el rey Ezana adoptó el Cristianismo en el año 340 d.C.-, que en cambio se reproducían principalmente en el alfabeto griego (aunque hay constancia de una traducción de la Biblia al idioma ge’ez del siglo V, y el manuscrito más antiguo del que se tiene constancia, del siglo VI, también está en idioma ge’ez -es “Garima Gospels”, formado por dos libros, el más temprano de los cuales es considerado el primer manuscrito cristiano ilustrado). Y también dentro del ámbito religioso destaca la obra “Qerellos”, una colección de escritos cristológicos que se consideran la base de la fundación de la Iglesia Etíope.

Más adelante, ya desde los albores de la etapa en la que en el país reinó la dinastía salomónica -empezó a hacerlo en el siglo XIII, y extendió su influencia hasta el XX; se trata de una dinastía que reclamaba su vínculo con el legendario Menelik I-, el género histórico comenzado con las inscripciones antes mencionadas siguió siendo protagonista, ya en forma de biografías reales, de crónicas dinásticas, de obras hagiográficas -que narran vidas de santos- y de historias universales en forma de anales. Una de las obras que destacó en ese período fue “Kebra Nagast”, del siglo XIV, una crónica pretendidamente histórica -aunque con claros tintes legendarios- que precisamente trata de trazar los vínculos entre la dinastía salomónica y Menelik I, a la par que establece tradiciones de la monarquía etíope. Junto a esa obra, en el período comprendido entre los siglos XV y el XVIII, destacaron otras como “Fetha Negest” (“Leyes de los Reyes”, que funcionaría como ley suprema de Etiopía hasta la constitución de 1931), “La explicación de Jesús” (una profecía del rey Tewodros), algunas obras del rey Zara Yakob (como “El libro de la luz” o “El libro de la Natividad”) o la “Historia de Alejandro” (una crónica de la vida y las conquistas de Alejandro Magno, que le muestran como un guerrero cristiano). Obras aparte, en cuanto a nombres, las figuras más destacadas del período son Abba Gorgoryos (sacerdote y lexicógrafo autor de gramáticas, diccionarios y enciclopedias) o Abba Bahrey (historiador y etnógrafo autor de “La historia de los Galla” -sobre la historia de los oromo- y “La historia del rey Sarsa Dengel”).

En lo que ya sería la considerada como literatura moderna etíope (siglos XIX, XX y XXI), los principales nombres de la literatura nacional serían los de Michael Kebede (considerado uno de los escritores e intelectuales más prolíficos de la literatura etíope moderna, que se prodigó en diversos géneros), Haddis Alemayehu (novelista cuya obra “Amor a la tumba” es considerada un clásico de la literatura etíope moderna), Sahle Sellassie (novelista que escribió en varias lenguas, siendo la guerra contra Italia uno de los principales temas que trató), Sebhat Guebre-Egziabher (novelista que innovó en su escritura), Hama Tuma (poeta que escribió en amárico y en inglés), Mengistu Lemma (que se dedicó a los géneros del teatro y la poesía), Yemodish Bekele (pionera del protagonismo de las mujeres en las letras nacionales), Dinaw Mengestu (novelista conocido a nivel internacional que ha desarrollado su carrera en Estados Unidos) y Maaza Mengiste (novelista ganadora de varios  premios)

La literatura sobre Etiopía

Desde la Antigüedad, el territorio de la actual Etiopía despertó el interés de otros pueblos. Aunque inicialmente se creía que estaba más al este y más al norte de lo que es su ubicación real, Etiopía aparece mencionado en tres ocasiones en “La Odisea” y es también mencionado por Heródoto, el griego considerado primer historiador. Además de los griegos, también los árabes, debido a la cercanía de la Península Arábiga, debieron visitar el país y dejar testimonio. Ya en la Edad Media, algunos de los más notables viajeros del período, como Ibn Battuta o Benjamín de Tudela, visitaron el hoy territorio etíope, y en el paso de la Edad Media a la Edad Moderna, merece la pena destacar las expediciones que se acometieron con el fin de encontrar el mítico reino del Preste Juan, supuestamente cristiano (inicialmente se pensaba que ese reino estaba en la India, pero finalmente fue ubicado en Etiopía, por lo que allí se dirigieron expediciones por ejemplo organizadas por Enrique el Navegante, un infante y duque portugués). Y ya en la Edad Moderna, destaca “Historia de Etiopía”, escrita por el misionero jesuita español Pedro Páez, en el siglo XVII.

En época más reciente, es abundante la obra referida a Etiopía, pudiéndose destacar algunas obras de viajes como “Gente remota” (de Evelyn Waugh), “Una mirada etíope” (de Tomás Martí Huguet), “El paralelo etíope” (de Diego Olavarría), “Etiopía. El conflicto italo-abisinio” (de Eduardo Ortega y Gasset), “Historia fabulosa de un viaje a Etiopía” (de Tito Vivas) o “Etiopía. Un rostro con tres miradas” (de Javier Gozálbez y Dulce Cebrián). También hay otros libros que hablan de Etiopía en conjunto con otros países africanos, como “Ébano” (de Ryszard Kapuscinski), “Rendición o hambre” (de Robert D. Kaplan), “Los caminos perdidos de África” (de Javier Reverte) o “Latidos de África” (de Antonio Picazo). También merece la pena destacar la obra “El emperador”, de Ryszard Kapuscinski, una biografía sobre el emperador Haile Selassie.

Lecturas propuestas

Dios, el diablo y la aventura (Javier Reverte)

En este libro de claros tintes biográficos, se aborda el conocimiento de una figura de tremenda relevancia que, sin embargo, permanece relativamente poco conocida en España. Es el caso de la figura de Pedro Páez, un misionero jesuita español que pasó a la historia por ser el primer europeo en descubrir las fuentes del Nilo Azul. Más allá de eso, fue tanto un hombre de acción como un intelectual que desarrolló una extensa obra en el largo período en el que estuvo en Etiopía -prácticamente toda su vida- y que a punto estuvo de cambiar el rumbo de la historia al haber estado cerca de convertir a los reyes etíopes al Catolicismo.

Los caminos perdidos de África (Javier Reverte)

En esta ocasión, se trata de un libro más convencional de Javier Reverte, ya que en él practica su particular estilo de combinar la crónica de su propio viaje con la documentación histórica sobre los lugares que visita. En esta obra (en la que, además de por Etiopía, el autor viaja por Sudán y Egipto), Reverte cuenta sus vivencias por ejemplo en la capital del país, Addis Abeba (en la que experimenta ciertos problemas) o en Harar (la ciudad etíope musulmana por excelencia, donde previamente había estado Richard F. Burton, cuyas huellas persigue Reverte), y en la que desgrana las principales claves de la historia del país, especialmente esos legendarios orígenes relacionados con la Reina de Saba y el Arca de la Alianza y la ocupación italiana que sufrió.

Latidos de África (Antonio Picazo)

De nuevo se trata de un libro de literatura de viajes en el que el autor visita otros países africanos además de Etiopía, aunque este le conquistó por encima de los demás, como prueba el hecho de que haya vuelto a visitarlo en varias ocasiones (de hecho, en el propio libro habla de más de un viaje al país). Picazo reparte sus vivencias, y por tanto, sus páginas, entre lugares tan variopintos como el Valle del Omo -uno de los lugares de mayor diversidad étnica del planeta-, la capital Addis Abeba, la ciudad de Bahar Dar, el conjunto formado por el Lago Tana, el Nilo Azul y las cataratas de Tississat, y por supuesto, Lalibela, el fantástico complejo de iglesias excavadas en la roca por el que Etiopía es mundialmente conocido.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Etiopía es un país africano situado entre el Trópico de Cáncer y el Ecuador, junto al cuerno que el continente dibuja en su vertiente oriental. Actualmente no cuenta con salida al mar, lo que ha propiciado no pocos conflictos con los países vecinos, especialmente con Somalia y Eritrea (también existe un enfrentamiento con Egipto, siendo su objeto la gestión del curso del río Nilo). Por lo demás, Etiopía es una de las grandes esperanzas de crecimiento económico africano, lo que viene dado por los hechos de que se trata del segundo país más poblado del continente por detrás de Nigeria y de que cuenta con uno de los PIB de mayor tamaño y que más están creciendo.

La historia etíope ha sido intensa y rica en acontecimientos; más allá de la leyenda de la Reina de Saba y del rey Menelik I, el pueblo etíope y su rey Memnon son ya mencionados por Homero y conocidos por los antiguos griegos. Se sucedieron diversos reinos, entre los que destaca el de Axum, que comenzó su vida en el siglo I d.C., antes de que en el siglo IV el país abrazara el Cristianismo (fue el segundo en hacerlo, después de Armenia). La instauración de la dinastía salomónica a finales del siglo XIII dio paso a un largo período con ella en el poder que se iba a extender hasta el siglo XX (Etiopía es el único país africano que nunca ha sido colonizado -aunque tuvo una breve ocupación italiana-). La caída de la dinastía sería seguida por un período socialista, por una gran hambruna que llevó imágenes de etíopes al borde de la muerte a todos los televisores del mundo y por varias guerras y conflictos internos que han dejado noticias aún en el año 2022.

En lo que concierne a los aspectos étnicos y culturales, hay que mencionar la variedad étnica del país, dentro de la que destacan las etnias oromo (con el 35% de la población) y amhara (27%), que a su vez conviven con otras etnias minoritarias como la tigray, la sidama, la welayta o la afar, entre otras muchas. En cuanto a la religión, Etiopía cuenta con su propia iglesia, (reconocida como independiente en el siglo XX pero gestada siglos antes aunque aún perteneciendo a la Iglesia Copta Ortodoxa), a la que se adscribe aproximadamente el 45% de la población etíope, siendo el resto cristianos de otras ramas de la religión -la católica y la protestante principalmente-, o musulmanes (estos representan un 33% nada desdeñable en uno de los primeros países que abrazaron la religión cristiana). También hay espacio para el Judaísmo y para las creencias tradicionales.



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