La literatura de Francia


País: 
Francia

La literatura de Francia

Los pueblos galos, considerados los primeros pobladores del territorio que actualmente constituye el estado francés, descienden de los celtas, por lo que su literatura tiene estrechos vínculos con la generada por pueblos celtas asentados en otras partes del territorio europeo. En concreto, son de suelo francés inscripciones votivas hechas por los galos en honor de diversas divinidades que, aun guardando similitudes con las deidades de otros pueblos celtas, también presentaban un carácter de localidad, así como leyendas de un carácter cercano al de la epopeya que por lo general eran transmitidas oralmente y que contaban con elementos mágicos y simbólicos y que hablaban del origen de sus ancestros y de la idiosincrasia de los galos como raza y como etnia.

Con la conformación, de la mano de Carlomagno, de la nación franca, iba a llegar en el siglo IX la literatura medieval francesa, inaugurada por el que se cree que es el primer texto en francés, los “Juramentos de Estrasburgo”, y con la primera obra literaria en esa lengua, la “Secuencia de Santa Eulalia”. En un primer momento, predominaron formas literarias como el cantar de gesta –sobre hazañas de héroes, y cantados por juglares-, la lírica trovadoresca –poemas amorosos que solían idealizar a la dama- y el poema caballeresco –relatos en verso sobre el amor cortés, con diversos subgéneros como el sirventés, la cansó o la pastorela-. En la segunda parte del período medieval      –la conocida como Baja Edad Media-, iba a aparecer una literatura de carácter satírico, con cuentos de estilo realista escritos en verso (es de ese momento la primera gran figura de la poesía francesa, Francois Villon -su principal obra es “El Testamento”-).

Con la llegada del Renacimiento, se renovó la poesía, en un proceso en el que modelos clásicos fueron tanto adaptados a la lengua francesa como enriquecidos con sarcasmos y neologismos (destacaron en ese sentido Joachim du Bellay y Pierre de Ronsard), mientras que en prosa destacaron Rabelais –con su conocida novela “Gargantúa y Pantagruel”, Margarita de Angulema –quien se prodigó en varios géneros- y Montaigne –que destacó por sus ensayos-, antes de que el Clasicismo trajese el predominio del teatro, de la mano principalmente de Moliere (autor de relevancia universal que satirizó como pocos a la aristocracia a través de sus personajes), aunque también de Jean Racine (que escribió principalmente tragedia) y de Pierre Corneille (que reflejó los problemas de su época con gran riqueza y diversidad). El siglo XVIII iba a traer el movimiento intelectual francés por excelencia, la Ilustración, que iba a tener un gran impacto en las letras de toda Europa y Norteamérica, con destacada aportación de los enciclopedistas Diderot y D`Alembert, de los pensadores Montesquieu, Voltaire y Rousseau, y de los más literarios Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre y Abbe Prevost –ambos destacaron en el ámbito de la novela-.

Por contra, en el siglo XIX Francia iba a tener un papel más pasivo en lo que a generación de estilos y tendencias literarias se refiere, y sencillamente se iba a limitar a seguir los que en cada momento iban predominando en el continente, como el Romanticismo (con papel destacado de Chateaubriand –a quien se considera fundador del movimiento-, de Victor Hugo –uno de los escritores más importantes en lengua francesa, que escribió novela, poesía y teatro- o de Alexandre Dumas –autor de obras enormemente conocidas en la literatura universal-), el Parnasianismo (que reaccionaba contra el Romanticismo, con aportación relevante de Teophile Gautier       –fundador del movimiento- o Charles Baudelaire –uno de los poetas más importantes del siglo-), el Realismo (en el que destacaron Honoré de Balzac –representante de la novela realista-, Gustave Flaubert –que se hizo célebre por la obra “Madame Bovary”-, Guy de Maupassant –sobre todo cuentista, aunque también novelista-, Emile Zola        –que dio el paso hacia el Naturalismo- y Stendhal –novelista que describía a la sociedad francesa de la época-) y el Simbolismo (en el que merece la pena mencionar al poeta Arthur Rimbaud) –fuera de los mencionados géneros, también fueron relevantes las aportaciones del dramaturgo Edmond Rostand, autor de la célebre obra “Cyrano de Bergerac”, y del novelista de aventuras Jules Verne-. En el siglo XX, Francia iba a volver a tomar las riendas de las corrientes literarias, por un lado con un papel activo en las Vanguardias (destacaron Andre Breton en el Surrealismo y Simone de Beauvoir y Albert Camus –también referido en el artículo de Argelia, por su doble nacionalidad- en el Existencialismo), y por otro con una larga lista de Premios Nobel de Literatura –es el país que más acumula- (Sully Prudhomme –que fue el primero- en 1901, Frederic Mistral en 1904, Romain Rolland en 1915, Anatole France en 1921, Henri Bergson en 1927, Roger Martin du Gard en 1937, Andre Gide en 1947, Francois Mauriac en 1952, el mencionado Albert Camus en 1957, Saint John Perse en 1960, Jean Paul Sartre en 1964, Claude Simon en 1985, Jean-Marie Gustave Le Clezio en 2008 y Patrick Modiano en 2014)

La literatura sobre Francia

El griego Piteas fue uno de los primeros viajeros que conoció distintos territorios de la actual Francia, y que dejó un testimonio escrito sobre ellos, antes de que llegasen las crónicas romanas, concentradas especialmente del tiempo durante el que la Galia fue una provincia del imperio (dentro de esas crónicas y relatos destaca la aportación de César –no confundir con Julio César-). Posteriormente, el viajero medieval nacido en España Benjamín de Tudela también pasó por territorio francés y dejó para la posteridad su relato.

Francia volvería a cobrar protagonismo dentro de la historia de la literatura de viajes con el Grand Tour, ese fenómeno que se popularizó en Europa y que llevaba a jóvenes de todo el continente –aunque sobre todo de Gran Bretaña- a hacer un viaje formativo en el que Francia era parada obligatoria- (uno de los mejores ejemplos de testimonios sobre ese tipo de viaje es “Viaje sentimental”, del irlandés Laurence Sterne). Son libros de literatura de viajes célebres sobre el país “Al pie de la Torre Eiffel”, de Emilia Pardo Bazán, “Del viaje como arte”, de la norteamericana Edith Wharton o “Etiquetas”, de Evelyn Waugh –este último trata sobre más países además de Francia-, por solo mencionar algunos. Son innumerables las novelas que han sido ambientadas en el país, especialmente en París.

Lecturas propuestas

Madame Bovary (Gustave Flaubert)

Se trata de un excelente exponente de la novela realista francesa, en la que se cuentan la vida y las peripecias de la protagonista, que da título a la obra. Tras casarse con un médico de la pujante nobleza francesa, comienza una vida en matrimonio que no termina de corresponderse con lo que ella esperaba a partir de sus ideales y de sus lecturas. La llegada de hijos al matrimonio, así como la aparición de otros hombres en su vida, van a venir a sacar a la protagonista de la monotonía que la envolvía. Más allá del argumento y del desarrollo de la historia, la novela es un excelente cuadro costumbrista de la sociedad francesa y de la vida en las ciudades de provincias del país en la época.

El conde de Montecristo (Alejandro Dumas)

En esta mítica e inolvidable novela de aventuras, se cuentan las peripecias de Edmond Dantés, un joven marinero que es traicionado por su gente más cercana y enviado a prisión, frustrándosele así todos los proyectos y sueños que había concebido. La historia continúa, y aunque el protagonista atraviesa momentos realmente complicados, termina rehaciéndose, averiguando todo lo que en realidad sucedió, y preparando planes futuros que le van a permitir tomar cumplida venganza de lo que le hicieron. La novela ha alcanzado una notoriedad global, y es sin duda considerada una obra maestra de la literatura universal. 

El avaro (Moliere)

Es solo una de las diversas obras de Moliere que han pasado a ser clásicos del teatro francés, europeo y mundial, pero ilustra como pocas la manera en la que el autor caracterizaba a sus personajes para parodiar los rasgos de la sociedad francesa del momento. En esta obra, Moliere lleva al extremo la cualidad de la avaricia humana, para poner en ridículo el exceso de gusto por el dinero del que adolecía una buena parte de la alta sociedad del país, todo ello sin dejar de intentar –y de conseguir con creces- que el lector o espectador apenas pueda parar de reír mientras dura el espectáculo.

Viaje sentimental (Laurence Sterne)

Es este un excelente exponente de testimonio del fenómeno del Grand Tour, y en él el escritor irlandés estructura la narración de su propio viaje a través de la figura del clérigo Yorick, su indiscutible alter ego. En las páginas del libro el lector podrá encontrar descripciones de las gentes y de las calles de algunas ciudades francesas, comparaciones entre distintos aspectos de París y de Londres, o algunas peculiaridades de los hoteles de la capital francesa, sin por ello olvidarse de las peripecias que el autor vive con sus compañeros de viaje, ni de los flirteos que tienen lugar entre él y algunas de las mujeres con las que se va encontrando en su periplo francés.

Rayuela (Julio Cortázar)

Esta lectura se propone como novela escrita por un extranjero, e incluso protagonizada por personajes no franceses, pero que transcurre en París (es lo que ocurre con, aproximadamente, la mitad de la novela, ya que la otra mitad se desarrolla en Buenos Aires). En la mítica capital francesa, el grupo de inmigrantes latinoamericanos que protagoniza el núcleo principal de la historia, se reúne en vetustas viviendas para mantener reuniones y guateques, recorre las sombrías pero atractivas calles de la ciudad, o frecuenta los restaurantes y teatros de moda, para dar una buena aproximación de la forma en la que los extranjeros perciben París.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Francia es un país europeo de tamaño medio-grande para los estándares del continente, que lleva ostentando desde tiempos inmemoriales una posición de protagonismo en cuanto acontece o se desarrolla en la región. Los Alpes y los Pirineos dotan de una personalidad especial a las zonas sur y sureste del país, y París es una de las ciudades que más atención y elogios recibe de todo el mundo. Por todo ello, y por otros motivos, Francia es el país del mundo que más visitantes recibe cada año.

Los pueblos galos –con toda la diversidad que dentro de ellos existía- fueron los primeros en ocupar el territorio francés, antes de que el Imperio Romano adhiriera como provincia la práctica totalidad de su extensión. Sin embargo, pronto otro imperio nacido en el propio suelo francés, el carolingio, iba a tomar el testigo del mando en Europa, y aunque cuando este decayó se atravesaron fases de diverso poderío y dominio, Francia ya iba a ser para siempre uno de los polos más potentes del continente. La Revolución Francesa y la Ilustración iban a tener un notable impacto en Europa y en el mundo, mientras que el colonialismo que ejerció en todos los continentes, la lucha por las libertades a nivel nacional y la participación en las guerras mundiales iban a marcar la historia del país en los siglos XIX y XX.

Francia es uno de los países más desarrollados del mundo, y por tanto cuenta con una sociedad moderna, políglota, multicultural y sofisticada que es admirada por buena parte del mundo. La diversidad viene tanto por el pasado colonial del país como por el hecho de que sea un polo receptor de inmigración, especialmente de la procedente del continente africano. A pesar de que se trata de un país laico, aproximadamente la mitad de la población es cristiana católica.

 



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