La literatura de Honduras


País: 
Honduras

La literatura de Honduras

Eran diversas las tradiciones orales que existían en el hoy territorio hondureño a la llegada de los conquistadores europeos, ya que las que lo poblaban eran una serie de etnias relativamente aisladas entre las que merece la pena destacar a los tolupanes, los tawahkas, los pech, los lencas o los misquitos, entre otros (a ellos se unirían después los garífunas o descendientes de africanos, o al menos mezcla entre africanos y nativos americanos). Tambien habitaban el territorio pueblos de mayor grado de desarrollo, como los mayas, y en ese sentido su literatura es también representativa de Honduras, pero nos centraremos en el caso de aquellas otras etnias enumeradas en primer lugar por haber sido ya tratada la literatura maya en los artículos dedicados a la literatura de México y de Guatemala.

Por tomar como referencia a algunas de esas etnias originarias, la literatura oral lenca constaba de multitud de cuentos por los que se transmitían entre distintas generaciones la concepción del mundo que esa comunidad tenía, su pasado colectivo o creencias como la del origen del maíz, en una tradición en la que no existía la noción de ficción y en la que todo lo que se contaba era considerado verídico (con la llegada de los españoles, los cuentos lencas pasaron a tomar elementos cristianos y a tener un componente de sincretismo). Por su parte, la literatura oral tawahka adoptaba distintas formas, como el mito, la leyenda, el cuento, la fábula o la canción, aunque es especialmente característico lo que se ha dado en llamar “cuento de camino”, que solía transmitir el pasado del pueblo tawahka. Todas esas formas literarias tenían la finalidad principal de reflejar el mundo que rodeaba a los tawahka, en especial el natural, ya que la naturaleza era la que les daba todo, y se caracterizaban por tener un notable valor ético y normativo (de entre todas las historias que se transmitían, algunas adquirieron gran notoriedad, como en el caso de las leyendas “Los dos huerfanitos” o “La guerra de Inahwa”). Por último, la literatura oral pech se caracteriza  también por la búsqueda de los vínculos con la naturaleza (los pech creían tener una relación especial con los rayos), por la atribución de espíritus protectores a los animales, por la transmisión de la importancia que el número 9 tenía para la comunidad y por el hecho de que las historias solían acompañar la celebración de rituales y ceremonias.  

La literatura de lo que se puede considerar el estado hondureño moderno comienza en el siglo XVII (aunque en ese momento aún no fuera independiente), de la mano del considerado primer autor nacional, Antonio de Paz y Salgado, que se dedicó principalmente a la crónica, y en el siglo XVIII tomaría su testigo José Trinidad Reyes, quien inició la poesía en el país. Pero más allá de estas apariciones esporádicas, habría que esperar al siglo XIX, e incluso a los años de cambio de siglo entre el XIX y el XX para que realmente se sentasen las bases literarias en el país, y en ese proceso tuvieron especial relevancia aún en el siglo XIX Carlos F. Gutiérrez (autor de la primera novela del país, titulada “Angelina”), Froylán Turcios (novelista principalmente, aunque también poeta, que tuvo rasgos modernistas y miró a la literatura de otros países latinoamericanos), Juan Ramón Molina (considerado el mejor poeta de la historia de Honduras, que también se empapó de las corrientes literarias de países vecinos) o Lucila Gamero de Medina (la primera mujer que adquirió cierta relevancia en las letras nacionales, autora de “Blanca Olmedo”, frecuentemente considerada la novela más relevante del país por el componente de crítica social que tiene).

En el siglo XX, lo que tiene lugar es un acercamiento al Realismo similar al de otros países latinoamericanos y aún europeos, con protagonismo de Ramón Amaya Amador (uno de los grandes nombres de las letras hondureñas, principalmente novelista y cuentista que fue exponente del realismo social), Julio Escoto (otro destacado novelista, aunque también se dedicó al ensayo), Leticia de Oyuela (intelectual que ha estudiado el papel de la mujer en Honduras), Carías Zapata (que ha escrito ensayos y cuentos y ha ganado diversos premios), Eduardo Bähr (que se ha prodigado en varios géneros), Ernesto Bondy Reyes (novelista y cuentista), Roberto Sosa (considerado el poeta nacional más relevante después de Juan Ramón Molina), Jorge Luis Oviedo (reconocido por sus poemas y sus antologías) o Helen Umaña (que ha escrito sobre la historia de la literatura hondureña y sobre las tradiciones locales), entre otros nombres destacados. Ya en el siglo XXI han tenido un papel destacado en las letras nacionales otros autores como César Indiano, Raúl López Lemus, Giovanni Rodríguez, Kalton Harold Bruhl y José H. Bográn.

La literatura sobre Honduras

Fueron los españoles los primeros en llegar desde fuera a territorio hondureño, y en ese sentido, son los cronistas de los primeros conquistadores (Gil González Dávila, Pedro de Alvarado, Cristóbal de Olid, etc) los primeros en dejar testimonios del territorio de lo que después se constituiría como país. Pasado ese momento inicial, otros cronistas de la corona española, algunos de ellos célebres por sus crónicas americanas en general, también dejaron sus impresiones sobre Honduras (algunos de los nombres más destacados son los de Bartolomé de las Casas, Bernal Díaz del Castillo o Gonzalo Fernández de Oviedo).

En época más moderna, han escrito sobre Honduras algunos autores extranjeros como Douglas Preston (con “La ciudad perdida del dios mono”) o Alberto Arce (con su “Novato en nota roja”, una escalofriante fotografía de la realidad social del país). También tiene una parte del libro dedicada a Honduras, dentro de un viaje y de una narración dedicados a más países, el libro “Sacrificio solar. Viaje por tierras mayas y aztecas” de Raúl Peña, y adicionalmente, existen multitud de ensayos acerca de la civilización maya que han tomado a Honduras como base de las exploraciones y los estudios.

Lecturas propuestas

Cuentos hondureños (Varios autores)

Se trata de una recopilación de cuentos de autores contemporáneos del país como Argentina Díaz Lozano, Arturo Martínez Galindo, Leticia de Oyuela, Julio Escoto, Roberto Castillo o Jorge Medina García, entre otros. El conjunto de los relatos tiene un marcado componente costumbrista, en el que se plasman indiscutibles rasgos que la sociedad hondureña ha venido presentando en las últimas décadas. Amores y desamores, reencuentros, dramas familiares, contrastes entre diferentes eslabones de la pirámide social y rocambolescos misterios son algunos de los temas y componentes literarios que están presentes en un conjunto de historias que en ningún caso aburrirán al lector.

El hombre de la guerra (Javier Reverte)

En este libro, Reverte se sale del que es su género habitual (la literatura de viajes) para experimentar en un género que, no obstante, también conoce: el de la novela de ficción. El libro cuenta la historia de una emigrante española, viuda y catalana para más señas, en Honduras, y transmite al lector cómo la protagonista se va empapando de las gentes y de la naturaleza del país. Todo transcurre con normalidad e incluso tranquilidad en la vida y el entorno de la joven, hasta que una visita inesperada llega para cambiarlo todo; es la visita de un hombre salvaje, enigmático y misterioso. La Ceiba o Puerto Lempira son algunos de los lugares en las que la historia transcurre, y que el lector podrá conocer a través de las páginas del libro.

Novato en nota roja (Alberto Arce)

Es este un escalofriante testimonio de este periodista que fue corresponsal en el país entre 2012 y 2014, una experiencia que le sirvió para conocer los pormenores de una sociedad cuyos horribles y estructurales problemas da a conocer al resto del mundo. Arce nos cuenta sus vivencias en el país, así como algunos de las numerosas trabas y obstáculos que encuentra para llevar a cabo su trabajo, y también curiosea, investiga y rasca cuanto puede para llegar a entender algunas de las cuestiones del país bajo el prisma de sus grandes protagonistas, y de quienes mejor los comprenden, los propios hondureños. Sin duda al lector le quedará la impresión de que está leyendo acerca de uno de los países más complicados que existen en el mundo.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Honduras es un país centroamericano de pequeño tamaño, que se sitúa en la parte más ancha del istmo centroamericano y que se asoma principalmente al Océano Atlántico (aunque también, en una pequeña porción de tierra, al Pacífico). El territorio del país se encuentra en una posición tropical (lo que repercute en la notable biodiversidad que es propia de esas latitudes), y gran parte del mismo es de carácter montañoso.

Numerosas etnias amerindias poblaban el hoy territorio del país cuando llegaron los conquistadores españoles, siendo el pueblo maya el de mayor relevancia e identidad (se ubicaba en el norte, mientras que otros pueblos llegados de latitudes meridionales estaban más al sur). Los españoles explotaron la riqueza minera del país y lo protegieron de agresiones externas -sobre todo británicas-, antes de que Honduras consiguiese la independencia en 1821. En ese momento se estableció una república federal que vio nacer la constitución de finales del siglo XIX y que fue continuada por dictaduras, guerras, golpes de estado, y períodos de democracia que han tenido como efecto conjunto el de que el país sea uno de los más inestables de Latinoamérica en la  actualidad.

En el apartado cultural, merece la pena destacar que Honduras es uno de los países latinoamericanos con mayor proporción de población indígena, o al menos de ascendencia indígena, ya que en él caben blancos, mestizos, indígenas puros y garífunas o descendientes de africanos. Todos ellos hacen de Honduras un país multiétnico y multicultural que no puede sino tener múltiples religiones (al Cristianismo Católico se unen el Protestantismo, las creencias de cada uno de los grupos indígenas originarios y el Dugú o religión propia de los garífunas).



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