La literatura de Israel


País: 
Israel

La literatura de Israel

La hebrea es una de las primeras formas de literatura que existieron, ya que lleva desarrollándose desde el siglo XII a.C. Sus primeras manifestaciones son los libros sagrados de la religión judía, que recogen las enseñanzas orales de Abraham –el primer patriarca del judaísmo-, aunque también son documentos históricos que plasman la forma de vida del pueblo hebreo (en cualquier caso son, junto a las Tablas de la Ley recibidas de Dios por Moisés, las primeras manifestaciones escritas). Esos libros se engloban de forma conjunta en lo que se conoce como Tanaj, que consta de la Torá (también conocida como La Ley o Pentateuco, por estar formada a su vez por cinco libros: el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio, todos los cuales contienen la ley y el patrimonio identitario del pueblo judío), el Nebim (también conocido como Los Profetas, pues fue escrito por quienes desarrollaron esa función –Josué, Samuel, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Jonás o Zacarías, entre otros cuantos-) y el Ketubim (o Los escritos, que a su vez consta de libros poéticos como el Libro de Salmos, Proverbios y Job, de rollos que ilustran festividades y de libros históricos). Con posterioridad a esa producción, considerada el Antiguo Testamento –que es vista y dividida de forma diferente por el Judaísmo y por el Cristianismo e incluso por las distintas corrientes del Cristianismo-, cogerían el testigo de los judíos los cristianos, con el Nuevo Testamento, dedicado a narrar los avatares de la vida de Jesús y de las primeras décadas de la nueva religión.

Con posterioridad surgió una literatura inspirada por esos Antiguo y Nuevo Testamento que conformaban la Biblia, que se materializó en corrientes y géneros, como la poesía (con poemas tanto seculares como no seculares, aunque con predominio de los primeros, como en el caso de los himnos para el culto, los salmos o las lamentaciones), como la corriente sapiencial (con enseñanzas y lecciones transmitidas por un sabio), como la corriente profética (consistente sobre todo en visiones, oráculos y anuncios), como los Midrashim (compilaciones de leyendas y folclore israelitas) o como la llamada Mishná, corriente específica del Judaísmo y dedicada al establecimiento de los preceptos morales y éticos que los judíos debían seguir -la compilación de esos preceptos componía el libro conocido como Talmud-. Y algo después, incluso iban a surgir géneros más propios de una era moderna, generalmente en prosa, como el ensayo, el libro filosófico o la ficción, también con presencia de temas religiosos y no religiosos aunque con preponderancia de los primeros.

Las peculiaridades del pueblo judío (con la expulsión de Jerusalén y su diáspora por el mundo) hacen que en este artículo, a diferencia de lo que es habitual, se vaya a revisar brevemente la literatura producida por el pueblo judío fuera del territorio de Israel, ya que no volverían a él hasta mediados del siglo XX. En esa literatura hecha en la diáspora destaca la producida en España, con nombres como los de los poetas Dunas ben Labrat, Ibn Abi Tur, Shmuel ibn Nagrella, Yehuda ha Levi o Abraham ibn Ezra o de los ensayistas –orientados a la Filosofía- Maimónides, Salomón ibn Gabirol, Abraham bar Hiyya o Yehudah Halevi, por mencionar algunos (también se dio un híbrido entre la poesía y la prosa: prosa rimada). Además de en España, hubo producción de literatura hebrea en Italia (principalmente poesía, con protagonismo para Immanuel ibn Selomó), en Alemania (con interpretaciones del Pentateuco, como la de Mosé Mendelssohn) o en Holanda (con autos sacramentales que imitaban a los que se hacían en España, como el de Josef Penco de la Vega).

Tras la recuperación de la lengua hebrea liderada por Eliezer ben Yehuda a finales del siglo XIX, ya comienza una literatura en esa lengua, incluso antes de la creación del estado de Israel en 1948. Son protagonistas de esa primera etapa moderna Herz Imber (compositor de poemas cultos y refinados, entre los que sobresale la Hatikva o Esperanza, letra del actual himno de Israel) o Nachman Bialik (considerado poeta de referencia, con reconocidas obras). Ya bajo el paraguas del nuevo estado destacaron Amos Oz (novelista y periodista eterno candidato al Nobel de Literatura), David Grossman (novelista y ensayista ganador de varios premios), Shmuel Yosef Agnon (novelista y cuentista que ganó el Nobel de Literatura en 1966), Aharon Applefield (novelista que también ha obtenido diversos galardones), Abraham B. Yehoshua (quien se prodigó en múltiples géneros), Moshe Dor (considerado padre de la poesía israelí moderna), Natán Zaj (poeta que introdujo más de una innovación), Yehuda Amijai (poeta que trata temas diversos) o David Avidan (poeta y dramaturgo de éxito)

La literatura sobre Israel

Ya escribieron sobre el hoy territorio israelí autores de  la Antigüedad, como el romano Flavio Josefo. Después, las peregrinaciones a Tierra Santa han sido tan numerosas y literarias que se ha llegado a decir que las crónicas que se han hecho de ellas son incluso un género literario en sí mismo. Obviamente, la mayoría de ellas no han sido relatadas, pero sí han quedado para la posteridad algunas como las de Egeria (una viajera y escritora española que fue a Tierra Santa en el siglo I y lo contó en su libro “Itinerarium ad Loca Sancta), de Chateaubriand (“De Roma a Jerusalén: andanzas de un viajero a Tierra Santa”), de G.K. Chesterton (“La nueva Jerusalén”), de Josep Pla (“Israel en los presentes días”), de Alphonse Lamartine (“Viaje a Jerusalén”) o de Saul Bellow (“Jerusalén ida y vuelta. Un relato personal”). Aunque el libro no está dedicado exclusivamente a Israel, también habla de él Mark Twain en su “Guía para viajeros inocentes”.

Son de época reciente los libros “Viaje a Palestina” (de Luis Reyes Blanc) y “Viaje a Tierra Santa”(de Covadonga O´Shea), los títulos “La cárcel identitaria. Dietario de Jerusalén” y  “La derrota en Oriente. Dietario de Jerusalén 2013-2017”, ambos de Eugenio García Gascón. También los ensayos “Las tribus de Israel”, de Ana Carbajosa y “Jerusalén, la ciudad imposible”, de Meir Margalit. Por supuesto, son innumerables los libros que se han dedicado a interpretar Jerusalén en clave histórica.

Lecturas propuestas

Quizás en otro lugar (Amos Oz)

El libro cuenta diversas historias que transcurren en un kibutz –una pequeña aldea o poblado en la que las personas viven con formas de trabajo colectivo y de propiedad comunitaria que se da en zonas rurales de Israel-. El trabajo diario y la vida en la comunidad no impiden que los personajes sean conscientes de los rigores de esa guerra con los palestinos que nunca termina, ni que surjan relaciones de todo tipo entre ellos. La historia es contada desde el punto de vista de un profesor y poeta que, debido a los avatares de la vida que ha conocido últimamente, no pasa por su mejor momento.

Judas (Amos Oz)

Cuenta la historia de un joven llamado Shmuel que, en un momento complicado de su vida, consigue un nuevo trabajo al cargo del cuidado de un anciano con el que va a comenzar una curiosa relación, siempre influenciada por la mujer que le ofrece el trabajo y le da las instrucciones sobre cómo hacerlo. Aparte de ayudar al anciano con sus necesidades básicas, la principal función de Shmuel es conversar con él, en una serie de charlas que le van despertar unas curiosidades y unas inquietudes que le llevan a investigar sobre la figura histórica de Judas, desvelando una visión de ese personaje muy diferente a la que estamos acostumbrados a escuchar.

Viaje a Palestina (Luis Reyes Blanc)

Este libro de viajes, que por momentos se parece a una guía por la cantidad de detalles que el autor aporta y por su determinación de que el libro sea de utilidad para futuros viajeros a Israel y Palestina, es una buena forma de conocer el punto de vista de alguien llegado de fuera a una de las ciudades con más historia y más fascinantes que existen, Jerusalén. Y es que Reyes Blanc llegó a conocerla muy bien como consecuencia de su trabajo de periodista y del papel que le asignaron como observador de unas elecciones.

Las tribus de Israel (Ana Carbajosa)

Es este un fantástico ensayo de la periodista Ana Carbajosa, en el que como el propio título hace sugerir, se dedica a desgranar con una profundidad envidiable la abrumadora variedad de grupos sociales que viven en Jerusalén, donde ella fue corresponsal. Judíos askenazíes –los procedentes de Europa Central y Oriental-, judíos mizrajíes –descendientes de comunidades judías de Oriente Medio o el Norte de África- y árabes –tanto musulmanes como cristianos-, entre otros grupos, son dados a conocer con tal nivel de detalle que el lector nunca volverá a contemplar a Jerusalén y a su diversidad con los mismos ojos.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Israel es un pequeño país que se sitúa en el noroeste de la Península Arábiga, de creación más o menos reciente –se constituyó como estado en 1948 con el fin de que el pueblo judío tuviera una patria, en el territorio que tras la expulsión de los judíos había sido Palestina-. Gran parte de su territorio está ocupado por desierto, y se da la circunstancia de que se encuentra rodeado por estados árabes y, por lo general, enemigos.

La antigua tierra de Canaán estaba en ese hervidero de civilizaciones que fue el Creciente Fértil, y no tardó en ser ocupada por el pueblo israelita. Las interacciones de los judíos con sus primeros vecinos y visitantes  (babilonios, persas y romanos principalmente), marcaron los primeros episodios históricos antes de que fuesen expulsados de su territorio y de que en él se estableciesen los árabes, que llegarían a formar el estado de Palestina. La corriente sionista, que pretendía el regreso del pueblo hebreo a Tierra Santa, consiguió su objetivo en el mencionado año 1948, para comenzar un tortuoso juego de política internacional con el resto de países de la Península Arábiga, Egipto y Estados Unidos como principales jugadores.

Algo más del 70% de la población es judía, siendo el resto principalmente árabes, aunque también hay cabida para minorías como cristianos, samaritanos o drusos. Además, también hay variedad étnica y cultural entre los propios judíos, como consecuencia de los distintos lugares que ocuparon durante la diáspora. Obviamente, la religión viene estrechamente relacionada con la etnia, aunque la variedad es tal que también hay grupos de árabes cristianos.



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