La literatura de México


País: 
México

La literatura de México

Aunque algunas de las civilizaciones de Centroamérica ya contaban con un sistema de escritura a la llegada de los conquistadores españoles, esta no era por lo general utilizada para conservar la literatura –tenía principalmente fines administrativos y legales-, por lo que la mayor parte de los mitos e historias se transmitían oralmente. Sería después, con la llegada del alfabeto latino, cuando una buena parte pudo quedar fijada por escrito. Muchos fueron los pueblos que poblaban el hoy territorio mexicano, pero en este artículo destacaremos la literatura de dos de ellos. De un lado, la literatura maya, que plasma sus mitos cosmogónicos, caracterizada por el clasismo (prolongaba en el tiempo las líneas de poder), por la presencia de la naturaleza, por la religiosidad –existían múltiples dioses a los que incluso se les hacían sacrificios- y por ser protagonizadas por personajes que llevan nombres de animales o elementos de la naturaleza, destacando obras como “Chilam Balam” o “Memorial de Solola”. Del otro lado, la literatura azteca o mexica, ilustradora del panteón de dioses de ese pueblo, rica en recursos literarios y con temática centrada en la religión (los cantos a los dioses eran la literatura más elevada) y la guerra (destacan los yaocuícatl o cantos que llaman a la batalla), con especial protagonismo para las historias recopiladas en la obra “El códice de Borgia” (siglo XX), proveedor de gran información sobre las costumbres culturales y religiosas de la civilización.

Ya en el período del virreinato español, en el siglo XVI, llegaron los primeros autores de origen español pero ya nacidos en Nueva España –actual México- o nacidos en España pero con su vida transcurriendo principalmente en el país centroamericano; la mayoría cultivaron la poesía, como en los casos de Francisco de Terrazas, Gaspar Pérez de Villagrá o Gutierre de Cetina. En el siglo XVII floreció el arte barroco, y con él proliferaron los juegos literarios y las estructuras novedosas como los anagramas, los emblemas y los laberintos, con bagaje de los autores en una variedad de géneros. El nombre propio más destacado de este siglo es seguramente el de Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa que cultivó prosa, lírica, teatro y auto sacramental. El siglo XVII trajo las tendencias del Neoclasicismo y de la Ilustración, con un predominio de la prosa y de los géneros didácticos y con los primeros reflejos de una inquietud nacionalista, así como la aparición de una literatura criolla que ya estaba a punto de ser una literatura con una personalidad propiamente mexicana, en la que destacaron Servando Teresa de Mier, Francisco Javier Clavijero o Fernández de Lizardi.

Ya en el período en el que esa literatura autóctona mexicana alcanza más esplendor, en el siglo XIX, se dan tres grandes corrientes literarias: el romanticismo (cuyos escritores se agruparon en asociaciones, de las que tal vez la más importante fue la Academia de Letrán), el modernismo (con aparición de innovaciones de métrica y de rima y cierta recuperación de formas en desuso) y del realismo (que después se convertiría en naturalismo). El principal nombre propio del siglo es seguramente el de Amado Nervo, poeta y prosista adscrito al género del modernismo, caracterizado por el misticismo y la tristeza que transmitió en su obra. Y por fin, se llega a la etapa de los escritores contemporáneos, que abarcaría los siglos XX y XXI, con cierta combinación y sucesión de estilos y temáticas (la prolongación de modernismo y realismo de principios del siglo XX viene seguida por las vanguardias aparecidas entre 1915 y 1930 y por temáticas colonial, indigenista, nacionalista y revolucionaria posteriormente, todo ello con igualdad de fuerzas entre poesía y prosa). Más allá de estilos y temas, es este el período de los grandes nombres de la literatura mexicana, con la presencia de los escritores de más relevancia de la historia del país, todos con amplio reconocimiento internacional, como son por encima de otros Octavio Paz (único Premio Nobel de literatura del país en 1990 gracias a su obra en poesía y ensayo con importante componente surrealista), Juan Rulfo (protagonista en los ámbitos de la novela revolucionaria y del realismo mágico) y Carlos Fuentes (novelista y ensayista que también participó del fenómeno del realismo mágico y que fue serio candidato a ganar el Nobel), aunque también otros como Alfonso Reyes, Elena Poniatowska, Juan José Arreola, Elena Garro o Fernando del Paso, por mencionar algunos.

La literatura sobre México

La primera literatura de México a cargo de alguien llegado de fuera es la de los conquistadores españoles, con especial relevancia para las obras “Náufragos”, de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, "Cartas de Francisco de Ulloa a Constanza Villalobos", de Francisco de Ulloa, “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, de Bernal Díaz del Castillo, cronista de Hernán Cortés, y “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de Fray Bartolomé de las Casas, aunque también destaca la aportación de otro buen número de religiosos como Fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego de Landa o Fray Antonio de Remesal.

Habría que esperar al momento en el que el hecho del viaje se convirtió en un fenómeno de ocio, o en el que al menos fue accesible a mucha más gente, para contar con la presencia de viajes y libros de extranjeros sobre el país, como en el caso de “Los Tarahumara”, una obra de la primera mitad del siglo XX a cargo del francés Antonin Artaud, o de “Memorias de un nómada” de Paul Bowles, a mediados de ese mismo siglo (México es una parte del trayecto y de la narración del autor). De un momento aún posterior, en concreto de finales del siglo XX o de comienzos de XXI son libros como el clásico de la literatura de viajes “El gran bazar del ferrocarril”, de Paul Theroux (también solo una parte del libro está dedicada a México, puesto que el escritor recorre América de Norte a Sur), “Donde mueren los dioses”, del español Suso Mourelo -buen conocedor del país centroamericano-, “Del Atlántico al Pacífico, de Eloísa Gómez Lucena (sobre la figura de Cabeza de Vaca), “El rumor de la frontera”, de Alfonso Armada.

Lecturas propuestas

La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes)

Se trata de un clásico de la literatura mexicana, encuadrado dentro del inagotable género americano del realismo mágico. El protagonista, que da título a la obra, se encuentra tumbado en la cama al final de su vida, y en paralelo avanzan esos últimos instantes de vida y toda una sucesión de recuerdos que ilustra lo más destacado de su no poco agitada trayectoria. Negocios, hazañas militares y escarceos amorosos son solo algunos de los componentes de los episodios más destacados de la vida de uno de los personajes inolvidables de la literatura del país.

Pedro Páramo (Juan Rulfo)

También dentro del género del realismo mágico, el genial autor del país centroamericano narra la llegada del protagonista, Juan Preciado, al pueblo en el que había vivido y fallecido su padre, un cacique en toda regla cuyo nombre es también el de la obra, con la intención de reclamarle lo que les pertenece al hijo y a la madre. La historia alterna el encuentro con diversos personajes del pueblo y el recuerdo de diversos pasajes de la vida del cacique. De paso, la obra lega uno de esos lugares literarios que pasan a la posteridad, como Comala.

Donde mueren los dioses (Suso Mourelo)

El autor español cuenta sus vivencias de viajes y estancias por trabajo en México, donde además de intentar empaparse cuanto pudo de la cultura local, buscó algunas huellas de la historia y siguió los pasos de mexicanos célebres como el escritor Juan Rulfo o como la pintora Frida Kahlo. Aunque el más poderoso hilo conductor tanto del viaje como del libro lo constituyen los indios yaquis y la deportación que sufrieron a la otra parte del país. Ciudad Juárez, Puebla, Veracruz o México DF son solo algunas de las ciudades de las que el escritor ofrece una visión.

El viejo expreso de la Patagonia (Paul Theroux)

El libro está considerado un clásico de la literatura de viajes, y en él es México el primer país extranjero dentro del viaje que el autor realiza desde su casa, en Estados Unidos, hasta el sur del continente, empalmando un tren detrás de otro. Y, como no podía ser de otra forma en ese caso, es con la llegada a México donde llegan los primeros contrastes relevantes, especialmente teniendo en cuenta que el cambio entre un país y otro (y entre sus respectivas culturas) se produce de manera brusca, con solo traspasar una línea imaginaria.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

México se ubica en la parte sur de Norteamérica, aunque con frecuencia es considerada parte de Centroamérica, con cuyos países guarda las máximas similitudes culturales. El país está encajado entre los océanos Atlántico y Pacífico (lo que le hace ser uno de los países con más kilómetros de costa del mundo), y es violentado por una geografía áspera que deja huellas en el árido desierto, en las imponentes Sierras Madres, en los numerosos volcanes y en la hostil selva que por otra parte le dota de una gran riqueza de ecosistemas y especies. A pesar de su riqueza el país ha estado, no obstante, siempre a la sombra económica de los todopoderosos y vecinos Estados Unidos.

Después de civilizaciones antiguas que alcanzaron un notable esplendor como la de los olmecas, imperios sólidos y consolidados como el maya o el azteca recibieron a unos españoles que, si bien se hicieron con el poder mediante coaliciones con anteriores enemigos de esos desarrollados pueblos, no fueron capaces de destruir el mundo y el imaginario de estas. Al virreinato español de casi tres siglos le siguieron la independencia mexicana de principios del siglo XIX, períodos de ocupación francesa y estadounidense durante el resto de ese siglo, el control militar de Porfirio Díaz en el paso del siglo XIX al XX y la Revolución a cargo de varios revolucionarios como Zapata o Villa, antes de dar paso a un siglo XX que trajo crecimiento y progreso, aunque también notables desigualdades internas.

México es hoy en día un crisol de pueblos que da albergue a indígenas, mestizos, y descendientes de españoles, así como de otros pueblos europeos. Nada menos que 67 lenguas indígenas son habladas además del castellano, lo que sin duda ha redundado en una mezcla que ha colaborado activamente en el rico y prolífico país que hoy es el país azteca.



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