La literatura de Nigeria


País: 
Nigeria

La literatura de Nigeria

El inicio fue la tradición oral de figuras difíciles de encontrar en el pasado literario europeo, como las de los bardos, los contadores de historias, los hechiceros o los guerreros, y a partir de esa tradición nacieron formas sencillas de literatura como el proverbio o el folclore. Multitud de etnias, con distintas raíces tribales, han venido formando Nigeria durante los últimos siglos, aunque sobre todas destacan tres grupos principales: el hausa, el yoruba y el igbo. Tomando a la comunidad yoruba a modo de ejemplo de esta temprana literatura oral por ser la más rica y significativa, merece la pena destacar que esta tenía como principales protagonistas a los orishas o dioses -de los que los yoruba son descendientes de acuerdo a sus creencias-, que itan es la palabra que define al conjunto de mitos, canciones e historias, y que cobraba especial importancia un sistema de adivinación que implicaba recitar poemas y proverbios y cuyas sesiones podían llevar toda una noche –ifá es el nombre tanto del sistema adivinatorio como de los oráculos que lo practicaban.

La literatura escrita comenzó en el norte –dominado por el pueblo hausa-, y fue introducida en el siglo XV por comerciantes e intelectuales musulmanes, y habría que esperar hasta el siglo XIX para que el sur del país –con predominio del pueblo igbo- siguiese la misma evolución, de la mano de misioneros europeos (las gramáticas y los vocabularios entre las lenguas locales y las de sus colonizadores serían las primeras obras). Se considera que la primera literatura en inglés escrita por un nigeriano es la obra llamada “La interesante narración de la vida de Olaudah Equiano”, por parte del autor del mismo nombre, en 1789; se trata de una autobiografía que incluye un secuestro, unos años de esclavitud, y la liberación, entre otras peripecias, y tuvo éxito tanto en África como en Europa. Después de esa primera tentativa y de alguna más de menor rango, sería a mediados del siglo XX cuando realmente se daría el empujón definitivo a esa literatura autóctona escrita en el idioma más global del mundo, especialmente a cargo del pionero y legendario Amos Tutuola (quien se inspiró en relatos orales y folclore yoruba), y tras él, de la que puede considerarse la generación de oro de las letras nigerianas, con Chinua Achebe –quien marcó un antes y un después en la historia literaria del país-, Wole Soyinka (el primer africano en conseguir el Premio Nobel de Literatura), Gabriel Okpara (poeta y novelista traducido a varias lenguas), Christopher Okigbo (destacado poeta modernista), John Pepper Clarke (distinguido poeta y dramaturgo) y Cyprian Ekwensi (relatista, cuentista y gionista). El denominador común de la generación es el de escribir sobre los problemas africanos –como el colonialismo y el neocolonialismo-, propagar los valores africanos a nivel internacional y plasmar el momento de desilusión que vivía la élite intelectual del país.

Esa afán crítico fue heredado por la siguiente generación, ya más de finales que de mediados del siglo XX, compuesta por nombres como los de Festus Iyayi (conocido por su postura radical sobre temas sociales y políticos), Femi Osofisan (novelista que explora en las tradiciones africanas y en el conflicto entre el bien y el mal), Labo Yari (famoso por sus retratos de la sociedad hausa), Zaynab Alkali (escritora de poesía, narrativa y cuentos, considerada la primera mujer novelista del país), Odia Ofiemun (poeta y polemista) o Abubakar Gimba (autor de varias novelas que ejerció como representante de los escritores nigerianos). Ya en el siglo XXI, otra generación trata de asumir el liderazgo del país e incluso del continente; la abanderada es sin duda la novelista y feminista Chimamanda Ngozi Adichie (autora de diversas obras de éxito internacional), aunque está bien acompañada por Chris Abani (escritor nigeriano-estadounidense que trata de transmitir la experiencia de aquellos que han nacido y crecido en Nigeria pero que han emigrado a otros países), Ben Okri (poeta y novelista), Okey Ndibe (novelista y ensayista, además de columnista político) o Nnedi Okorafor (quien está tratando de innovar en géneros novedosos en el país, como el de la literatura fantástica).

La literatura sobre Nigeria

Las crónicas de los exploradores portugueses que llegaron a costas nigerianas en el siglo XV pudieron ser los primeros testimonios escritos sobre el país. Tras ellas, dos nombres propios se erigen como principales aportantes de documentos escritos sobre la región; uno es el del escocés Hugh Clapperton, quien a través de su “Narración de viajes y descubrimientos en África Central y del Norte en los años 1822, 1823 y 1824” dio una visión de esa parte de África a Europa; el otro es el de Mungo Park, otro de los primeros exploradores europeos en el continente negro, también escocés, que murió en territorio hoy nigeriano y que legó la obra “Viajes al interior de África”. En un escalón menor de importancia, también destaca la contribución del cornuallés Richard Lander, quien acompañó a Clapperton haciendo de asistente y dejó varios textos sobre Nigeria (después él mismo encabezaría una expedición, acompañado por su hermano John).

A finales del siglo XIX, aportaron también a esa visión desde fuera varios escritores imperialistas británicos que trabajaban en Nigeria, destacando las aportaciones de Arthur Joyce Lunel, con su novela “Mister Johnson”. El resto de libros son más recientes, y aunque no se ha escrito de él tanto como de países del sur y del este de África, pueden encontrarse narraciones de viajes a diversos países africanos, entre los que se encuentra Nigeria; es el caso de “Ébano”, de Ryszard Kapuscinski o de “La máscara de África”, de V. S. Naipaul.

Lecturas propuestas

Medio sol amarillo (Chimamanda Ngozi Adichie)

El libro plasma el interesante modo de vida de la clase media-alta intelectual del país –en este caso, en el seno del pueblo igbo-, que transcurre entre animadas tertulias, reuniones intelectuales y fiestas, hasta que la Guerra de Biafra llegó para cambiarlo todo. Un profesor con notables inquietudes, una atractiva y enigmática mujer, un inocente sirviente, un escritor británico que llega al país para inspirarse, y una chica nigeriana a la que este último pretende conquistar, son algunas de las voces a través de las cuales la autora proyecta la suya propia.

El hombre ha muerto (Wole Soyinka)

Se trata de un desgarrador testimonio del Premio Nobel nigeriano, en el que cuenta con pelos y señales lo peor de su estancia en las cárceles del país como preso político mientras se desarrollaba la guerra civil de los años setenta del siglo XX. Soyinka cuenta sus ingeniosos métodos para conseguir tener algo de vida intelectual o enterarse de lo que ocurría en el exterior, las huelgas de hambre inteligentemente planteadas, o los recursos para no caer en las estratagemas de los no demasiado brillantes carceleros o funcionarios que trataban de obtener información de él. Para él, el cautiverio es infinitamente peor para la mente que para el cuerpo, pero su capacidad le hace ir saliendo de los distintos aprietos de la forma más digna posible.

Ébano (Ryszard Kapuscinski)

El genial reportero polaco visita Lagos en 1966, con motivo del golpe de estado que había tenido lugar poco antes de la guerra civil del país, y a la narración de esos hechos están dedicados varios capítulos de este libro, dedicado al conjunto de África. Mezclando meros fragmentos de su diario con narraciones considerablemente más elaboradas, Kapuscinski describe la realidad del momento, una de las muchas crueles a las que se tuvo que enfrentar, en especial en África. Además de lo estrictamente bélico-político, hay espacio para describir su escueta vida en un piso de mala muerte de Lagos, y para indagar en la mentalidad y cultura africanas.

La máscara de África (V.S. Naipaul)

El libro narra la estancia en Nigeria, así como en otros países africanos, de Naipaul, en una búsqueda de la esencia del mundo de la magia y de la hechicería africana. El capítulo número 2, titulado “Lugares sagrados”, es el dedicado a Nigeria, y en él, el autor pone en práctica el estilo que habitualmente utiliza en sus ensayos: el de indagar sobre las personas que va conociendo, su pasado, su historia familiar y su retrato psicológico. Lagos, Ife y Kano son algunos de los lugares que visita, y antiguos dioses, adivinos y rituales son solo algunos de los aspectos de las creencias tradicionales africanas sobre los que investiga y escribe.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Ubicado en pleno corazón de África Occidental, y asomado al Golfo de Guinea, Nigeria es uno de los países más grandes de la región. Está compuesto por 37 estados, y en su territorio se extiende el Delta del Río Níger, el más grande del mundo. Los biomas que están presentes en el país son el de la sabana en el norte, y el de la selva en el sur. Se trata del país más poblado de África y de uno de los más poblados del mundo, y también su economía presenta el mayor tamaño del continente, especialmente ayudada por las reservas de petróleo descubiertas en los años 60 del siglo XX.

El Imperio Kanem-Bornu dominó el norte del país a partir del siglo XIII y durante 600 años, mientras que en el sur se desarrollaron a partir del siglo XV reinos como los de Oyo y Benin, con elaborados sistemas de organización política, antes de que los comerciantes europeos establecieran puertos costeros para el tráfico de esclavos con destino a América. A principios del siglo XX el país se convierte en protectorado británico, una condición de la que se librará con la independencia obtenida en 1960 y plasmada en una federación de tres regiones con considerable autonomía. El equilibrio se iba a romper con el golpe de estado y la guerra civil de mediados de los años 70, a los que seguirían un gobierno militar durante los 80 y la entrada en terreno constitucional en los 90. Actualmente el país se encuentra en un período de notable inestabilidad e inseguridad, debido a las actuaciones del grupo terrorista Boko Haram.

La hausa, la yoruba y la igbo son las tres principales etnias del país. Los primeros tienen origen saheliano, están ubicados principalmente en el norte y profesan la religión islámica; los segundos tienen un rico folclore, están más adscritos al cristianismo y se asientan en el suroeste de Nigeria; por último, los igbo, que viven en el centro y en el sudeste, han sido tradicionalmente artesanos, granjeros y comerciantes, y han estado notablemente perseguidos en ciertos períodos. Otros grupos menores, como los nupe, los ebira, los igala o los gbe también tienen cabida en el multiétnico estado.



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