La literatura de Nueva Zelanda


País: 
Nueva Zelanda

La literatura de Nueva Zelanda

Los maorís, el pueblo que habitaba en Nueva Zelanda antes de que los europeos llegasen en el siglo XVIII, contaban con una literatura de transmisión oral consistente en leyendas en las que a través de las peripecias de dioses y semidioses explican el origen de las islas que componen el país (esos personajes, entre los que destaca el antepasado Paikea, llegaron desde Polinesia, navegaban sobre el lomo de ballenas, tenían historias de amor –a veces dramáticas-, se movían entre distintos mundos –como el de la luz y el de la oscuridad, etc). La ocurrencia de determinados hechos contados en esas leyendas determina, de hecho, el carácter sagrado para la comunidad maorí incluso hoy en día de algunos accidentes de la geografía del país, como montañas o cabos. Merece la pena destacar que, a diferencia de lo que ocurre en otros países cuyo estado se formó tras la llegada de los europeos, los mitos y leyendas maorís están bastante enraizados en la conciencia nacional de todos los neozelandeses, incluidos los de ascendencia europea.

El XIX fue el siglo en el que se empezó a generar una literatura escrita autóctona, principalmente a cargo de los colonos que se habían establecido en el país (estaba aún, claro, muy cercana a la tradición literaria británica). Si se han incluido en este apartado y no en el siguiente autores de nacionalidad inglesa, es porque su obra trata más sobre su propia vida en el nuevo país que sobre el país en sí mismo. En ese siglo inicial destacan las apariciones de Samuel Butler (que escribió “El primer año del asentamiento en Canterbury”, en el que narra de forma verídica el modo de vida de los pioneros), de los novelistas William Satchell y Jane Mander (que también se prodigó en el género del ensayo), y de la poetisa Blanche Edith Baughan. Aunque por encima de todos ellos destacó Katherine Mansfield, destacada escritora de tintes modernistas que se dio a conocer en el género del relato corto o cuento (consiguió reputación internacional a pesar de que solamente vivió 35 años).

El siglo XX arranca con las figuras, perfectamente identificables con los escritores del párrafo anterior por características e intención, de los poetas R.A.K Mason y Sylvia Ashton-Warner o de Ngaio Marsh (novelista y cuentista además de directora de teatro que destacó en el género de la novela negra). Aunque pronto estos nombres que despuntaban en el inicio del siglo iban a ser seguidos por una larga lista de autores tanto de ascendencia británica como de etnia maorí, que no pueden agruparse en estilos ni generaciones más allá de que los de la década de los 50 expresaron un fuerte sentimiento de identidad nacional, como consecuencia de las dificultades que el mundo en su conjunto y el país en particular estaban viviendo. Entre los escritores de ascendencia británica destacan Allen Curnow (poeta y periodista, autor de “Libro del verso de Nueva Zelanda”, una obra de referencia sobre la literatura del país), James K. Baxter (también poeta, muy activo en la preservación de la cultura maorí), Frank Sargeson (autor de novelas y relatos cortos que publicó en cinco décadas diferentes), Janet Frame (novelista, cuentista y poetisa también de prolífica obra), Lloyd Jones (novelista autor de la famosa novela “Mr. Pip”), C. K. Stead (autor que se prodigó en diversos géneros), Maurice Shadbolt (novelista que escribió sobre líderes maoríes -y también dramaturgo ocasional-), Maurice Gee (novelista ganador de diversos premios), Maurice Duggan (dedicado al relato corto y a la literatura infantil), Kate De Goldi (autora de relatos tradicionales del país y dirigidos a niños), Vanda Symon (autora dedicada principalmente a la novela negra), Catherine Robertson (autora de gran prestigio en la actualidad y ganadora de premios a nivel nacional) y Paul Cleave (autor de varios best-sellers). Por el lado maorí han sobresalido Witi Ihimaera (autor de novelas y cuentos que transmiten la vida cotidiana de los maoríes actuales), Hone Tuwhare (destacado poeta con componente maorí y bíblico en su obra), Keri Hulme (probablemente la escritora maorí más reconocida fuera de Nueva Zelanda, dedicada a la novela y la poesía y ganadora de premios de literatura en lengua inglesa), Selina Tusitala Marsh (poetisa ampliamente laureada y galardonada) y Patricia Grace (orientada al público infantil y juvenil).

La literatura sobre Nueva Zelanda

Aunque el holandés Abel Tasman (y puede que también el español Juan Fernández, aunque no hay evidencias suficientes) ya había avistado las costas de Nueva Zelanda anteriormente, fue el británico James Cook el primero que la pisó en el siglo XIX, dejando testimonio escrito de su experiencia en sus diarios de viaje. Destacan, asimismo, las numerosas obras que han sido escritas después sobre la figura del genial navegante y descubridor. En los años 60 del siglo XIX, tuvo lugar el naufragio de la goleta Grafton en las Islas Auckland (a unos 465 km al sur de la Isla Sur), cuya historia está plasmada en el libro “Los náufragos de las Auckland”, de Edouard Raynal –uno de los componentes de la expedición-. Un poco más adelante, a finales de ese siglo, el célebre escritor británico Mark Twain dejó “Viaje alrededor del mundo siguiendo el Ecuador”, en cuyo primer tomo se habla del paso por Nueva Zelanda.

Del siglo XX son “Viaje a Australia, Nueva Zelanda y Malasia”, del británico Gerald Durrell, “Las islas felices de Oceanía”, del estadounidense Paul Theroux (que viaja por todo el Pacífico), “Rumbo a las siete islas”, del español Josep A. Pujante (se plantea el reto de ascender a la cumbre más alta de las siete islas más grandes del mundo, una de las cuales es la Isla Sur de Nueva Zelanda) o “Nueva Zelanda. El último paraíso” de Jordi Bosch y Susanna Rodríguez (que cuentan sus 48 días en el país).

Lecturas propuestas

La leyenda de las ballenas (Witi Ihimaera)

Este libro del escritor maorí, transmite como pocos el histórico y marcado vínculo que hay entre los neozelandeses, el mar, y sus pobladoras las ballenas. Es la historia de la última descendiente de la estirpe de Paikea (el antepasado que llegó en primer lugar a Nueva Zelanda), la pequeña Kahu, que haciendo uso del valor, el arrojo y la perspicacia que caracterizaron a todos sus predecesores, deberá enfrentarse a toda una catástrofe, como es la presencia de cientos de ballenas varadas en una playa, y a las reticencias de su abuelo, que no termina de aceptar que una mujer deba liderar a la comunidad.

El áloe (Katherine Mansfield)

Se trata de una novela corta (como casi todas las que escribió la autora) en la que se cuenta la historia de una familia que se enfrenta a la nunca sencilla vida colonial. El libro narra una a priori sencilla mudanza desde la casa en la ciudad a la casa en el campo, así como los primeros momentos de la vida en la nueva casa. Aunque detrás de esa simple estructura, hay mucho más, como la algo extraña distancia entre la niña –y su hermana- y los padres o las sensaciones de tener que acostumbrarse a un nuevo hogar. Y todo ello con el hilo conductor de la presencia de una planta, la que da nombre a la obra.

Las islas felices de Oceanía (Paul Theroux)

Se trata de un libro en el que el escritor estadounidense narra sus vivencias en muchos de los países del continente oceánico, un viaje en el que porta su propio kayak plegable para poder utilizarlo cuando tiene  ocasión. Precisamente es en Nueva Zelanda donde comienza el viaje, y allí practica senderismo (en concreto hace el recorrido conocido como Routeburn Track, de renombre mundial), se interesa por la cultura maorí, charla con neozelandeses, admira los bellos paisajes del país e interactúa con otros viajeros.

Rumbo a las siete islas (Josep A. Pujante)

En este libro, en el que cuenta los preparativos y la ejecución de la gesta de ascender a la cumbre más alta de las siete mayores islas del mundo, el autor comienza en Nueva Zelanda, llegando hasta la cima del Monte Cook. Sin abandonar ni un solo momento ese estilo tan suyo de afrontar el viaje como una competición deportiva, el autor habla de sus visitas a ciudades como Wellington, Christchurch, Rotorua o Kaikoura, de algún homenaje gastronómico que se concede, de la ascensión a la mencionada cumbre, y del que tal vez fue el principal hito del viaje para él: el recibimiento que le hace en el mismo aeropuerto de Auckland el mítico alpinista neozelandés Edmund Hillary.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Nueva Zelanda es un país oceánico compuesto por dos islas principales (la Isla Norte y la Isla Sur) y otra serie de islas de pequeño tamaño. Se trata del último territorio descubierto por los europeos y también del que más tarde contó con presencia humana (estuvo sin ella unos ochenta millones de años). La lejanía de todo –salvo de los países con los que comparte continente- ha marcado el devenir del país y de sus gentes tanto antes como después de la llegada de los británicos. Forman parte del Reino de Nueva Zelanda –aunque no del país propiamente dicho-  los territorios autónomos de Islas Cook y Niue.

Los maorís llegaron desde la lejana Polinesia en el siglo XIII, bautizando a su nueva patria como Aotearoa (o “Tierra de la Gran Nube Blanca”). En el siglo XIX iban a llegar los británicos para, a través del Tratado de Waitangi, quedarse con las tierras de los maoríes y fundar el nuevo país, que a través de una provechosa y prudente forma de estar en el mundo durante el siglo XX, ha conseguido convertirse en uno de los países con mayor grado de desarrollo del mismo.

En torno al 15% de la población del país es maorí o mestiza, siendo el resto de ascendencia inglesa, sin olvidarnos de los inmigrantes llegados de otras partes del mundo (especialmente de los países isleños del Pacífico y de Asia), como no podía ser de otra forma siendo un país con el nivel de vida mencionado en el párrafo anterior. La religión mayoritaria es el cristianismo, aunque hay bastante división entre las distintas iglesias o confesiones de esa religión.



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