La literatura de Pakistán


País: 
Pakistán

La literatura de Pakistán

A la hora de abordar el estudio de la literatura de Pakistán es importante tener en cuenta que se trata de un país que fue fundado en 1947, después de su separación del resto del territorio de la India con el fin de dividir al anterior estado en dos en función de la religión predominante. Tal vez la mejor manera de comenzar sea ver las tradiciones orales que han constituido el folclore de algunos de los principales grupos étnicos que han habitado el hoy territorio pakistaní en los últimos siglos, y entre ellos se puede destacar a los sindh (cuya tradición oral consistía en cuentos y canciones, muchos de los cuales estaban protagonizados por el mítico personaje Watayo Faqir, que proporcionaba enseñanzas a partir de su sabiduría-), a los baluchis (que en sus historias orales trataban temas como el amor trágico, la guerra y la resistencia, siempre con la base de los valores de la valentía y el coraje), a los cachemires (en su caso predominaban los proverbios, los dichos y los enigmas que se empleaban en las conversaciones del día a día, que reflejaban su historia política y social y que trataban de transmitir los valores de la justicia y la igualdad) y a los punjabís (con cuentos populares conocidos como qisse, que trataban temas como el amor, el honor, el valor o la integridad moral, y que a veces adoptaban la forma de canciones o de historias contadas a los niños antes de que se durmieran).

Además de esa literatura propia de los pueblos que poblaban el territorio paquistaní antes de la fundación del estado moderno, merece la pena hablar de la literatura en idioma urdu, que es la lengua que se desarrolló después de la invasión de la región por parte de los musulmanes (esa lengua tiene una base indoeuropea pero también importantes influencias del árabe y del persa). Esta literatura en urdu, a pesar de que con frecuencia se ha desarrollado en territorios que hoy en día pertenecen a India y no a Pakistán, corresponde en una medida importante a la identidad del Pakistán actual, y es por ello que su estudio se aborda en este artículo y no en el dedicado a la India. Desde su nacimiento allá por el siglo XIV, la literatura en urdu atravesó distintas etapas, entre las que merece la pena destacar la del esplendor que tuvo lugar en el momento de máximo esplendor de la dinastía mogol que gobernó en la región (con gran influencia de la literatura persa, hasta el punto de que los escritores y poetas solían ser bilingües en urdu y en persa), otra posterior -ya en el ocaso del período mogol- en la que a los temas religiosos hasta ese momento predominantes se unieron otros (como los cantos profanos, los cantos de amor y la crítica social) y una tercera ya en el siglo XIX en la que hubo cierto renacimiento y en la que llegó también la influencia europea. En lo que concierne a las formas que adoptaba esa literatura, se puede decir que había predominio del verso, con diversos formas poéticas como el ghazal -coplas que cumplen ciertos requisitos de métrica-, la casida -un tipo de oda a un benefactor o a un acontecimiento importante-, la marsiya -una elegía-, el masnavi -un romance poético- o la tazkira -compilaciones de memorias literarias que incluyen versos y máximas de los grandes poetas-, entre otras. No obstante ese dominio de la poesía, también había prosa plasmada en dastaans (largas historias de temática épica), en novelas y en afsanahs (historias cortas). Algunos nombres destacados de esa literatura en urdu anterior a la fundación de Pakistán como estado son los de Muhammad Iqbal (principalmente poeta, a quien se ha relacionado con la idea originaria de la fundación de un estado para los indios musulmanes y cuya obra está enfocada al desarrollo espiritual y al crecimiento de la sociedad), Mirza Ghalib (uno de los poetas más populares en lengua urdu, autor de numerosos y célebres ghazals) y Sachal Sarmast (autor de poetas y canciones que plasmaban su amor a la humanidad). Como se adelantaba antes, tras la fundación del moderno estado paquistaní, la literatura en urdu se convirtió en un factor identitario para los musulmanes que poblaban el subcontinente indio.

Desde la obtención de la independencia, la literatura paquistaní continuó desarrollándose, y lo hizo tanto en urdu como en inglés. Algunos de los autores más destacados de esta época más moderna han sido Shakir Shuja Abadi (destacado poeta), Tariq Ali (novelista y autor de libros de historia), Khadija Mastoor (autora de varias colecciones de cuentos), Hajra Masroor (especializada en cuentos en los que plasmaba sus ideas feministas), Agha Hashar Kashmiri (poeta autor de una amplia obra), Haseena Moin (dramaturga), Nadeem Aslam (autor que se trasladó a Inglaterra a una edad temprana y que ha destacado principalmente en novela), Fatima Bhutto (familiar de nombres relevantes en la política paquistaní que se ha prodigado en varios géneros), Mohsin Hamid (novelista que ha sido traducido a múltiples idiomas), Altaf Fatima (novelista y cuentista también de orientación feminista), Zahida Hina (que se ha dedicado a la novela, el cuento y la dramaturgia) o Kamila Shamsie (escritora que ha ganado diversos premios).

La literatura sobre Pakistán

Puede que fuese Heródoto el primer escritor de renombre que escribió sobre Pakistán, ya que visitó parte de lo que hoy es su territorio (por ejemplo, las regiones de Cachemira o Baluchistán) en sus viajes por el continente asiático en el siglo V a.C. También en la Antigüedad, el viajero chino Fa Hian visitó el Punjab. Ya en el período medieval, sería otro insigne viajero, Ibn Battuta, quien viajó por Pakistán y dejó constancia de ello en sus escritos. En el siglo XIX, iban a destacar las crónicas de los exploradores británicos, entre los que sobresalen Alexander Burnes y Charles Masson.

Entre los títulos de la época contemporánea, merece la pena destacar “La montaña blanca”, de Robert Twigger, “Nanga”, de Simone Moro (muy orientado al alpinismo), “Karakorum. Tesoros escondidos en el área norte de Pakistán” (en un proyecto de varios autores), “Paseando mi soledad por la montaña” (de Arantza Atxa Leturia) o “Los tronos dorados de Pakistán. Una mirada argentina” (de Tommy Heinrich). También ha habido aportaciones más cercanas al ensayo que a la literatura de viajes, y entre ellas merece la pena destacar las obras de Christophe Jaffrelot (“La paradoja paquistaní”) y de Plamen Tonchev (“Pakistán, el Corán y la espada”), así como de V.S. Naipaul (“Al límite de la fe”, aunque este libro trata de otros países además de Pakistán).

Lecturas propuestas

La geometría de Dios (Uzma Aslam Khan)

Es una novela en la que la autora cuenta la historia de dos niñas y de su abuelo, aunque alrededor de estos tres personajes circulan también otros que ayudan a articular la historia. Tras ese componente literario principal, el libro tiene un trasfondo a través del cual el lector podrá acceder a interesantes reflexiones sobre la ardua y cruel lucha que, en Pakistán, así como en otro buen número de estados musulmanes, se libra entre el uso de la razón y el desarrollo de la ciencia por un lado, y el fervor religioso y el fanatismo irracional por otro. Una de las niñas es ciega, por lo que, a través de sus testimonios, el lector puede acceder a la sincera y por momentos tierna interpretación del mundo que ese personaje hace.

Al límite de la fe (V.S. Naipaul)

En este libro en el que el Premio Nobel trinitense recorrió una serie de países musulmanes para evaluar el alcance y las repercusiones que el factor religioso tenía a todos los niveles, dedica uno de los capítulos a Pakistán. En él, analiza cómo, a diferencia de lo que ocurre en otros países de mayoría musulmana, en Pakistán hay mucho más sustrato preislámico que se plasma en las costumbres, las ceremonias o incluso la forma de vestir. A través de esa excelente capacidad que tiene para extraer oro de las conversaciones con la gente local, Naipaul repasa los efectos de las distintas etapas históricas del territorio paquistaní para llegar a un sutil e ingenioso análisis de la situación que impera en la actualidad.

El largo hilo de seda (Eduardo Martínez de Pisón)

Nadie como un geógrafo para plasmar en un libro la naturaleza de un país. Y si ese geógrafo es el de más prestigio de España, como en el caso de Martínez de Pisón, tanto mejor. Y si la naturaleza de Pakistán pasa por ser una de las más espectaculares del mundo, ya la cuestión se acerca a la perfección. El Himalaya paquistaní y el Karakorum son los auténticos protagonistas de este libro (aunque también se habla sobre regiones que pertenecen a otros países, como China), ya que el autor las describe, las desgrana y las exprime para destacar su magnificencia. No obstante, además de sobre esas dos imponentes cordilleras, Martínez de Pisón también ofrece su visión sobre otros elementos naturales como los valles, los cañones o los ríos, y de otros de índole más humana como las ciudades, las gentes y la historia de esos territorios.

El gran bazar del ferrocarril (Paul Theroux)

En este clásico de la literatura de viajes, Paul Theroux cuenta su paso por Pakistán dentro de ese viaje empalmando trenes que le llevó desde Londres hasta Tokio, y vuelta al continente europeo atravesando Siberia. Aunque su paso por el país es algo apresurado (sucede también con otros países en el libro), al autor le da para dejarnos un puñado de páginas, en especial de las ciudades de Peshawar y Lahore y, sobre todo, de los trayectos en tren que utiliza para desplazarse. En las ciudades habla sobre sus edificios y su historia, y en los trenes de ese maravilloso microcosmos que es el interior de los vagones, pero en ambos casos, y por encima de todo, Theroux dibuja a los paquistanís, a los que consigue extraer cuanto puede mediante el arte de la conversación.

Un naturalista y otras bestias (George Schaller)

Por completar la variedad de puntos de vista, con el fin de acceder a una mayor riqueza, también se propone este libro de un naturalista. Se trata de una obra en la que el autor cuenta sus experiencias avistando, y aún más, conviviendo, contactando y conociendo a algunas de las especies animales más raras del planeta. Una de sus paradas es la cordillera del Hindu Kush, en Pakistán, donde llega para estudiar a ese fantástico animal que es el leopardo de las nieves. Lo hace en el Parque Nacional Chitral Gol, donde sigue pistas, investiga rutas, atrae, observa, y logra entender como pocos al extraordinario felino.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Pakistán es un país situado en Asia que pasa por ser el quinto país más poblado del mundo. A pesar de estar situado entre varias potencias continentales, como la India, Irán o China, su peso geopolítico no es, ni mucho menos, menor, precisamente por sus interacciones con esos gigantes. El principal río es el mítico Indo, y en el sur, el país se asoma al Océano Índico, mientras que el territorio alberga tanto las grandes cordilleras del norte (como el Himalaya y el Karakorum, destacando el conocido pico bautizado como K2) como los desiertos del sureste, en la zona fronteriza con India.           

En un primer momento, el hoy territorio paquistaní perteneció a la amplia región controlada por la Civilización del Valle del Indo (que no desmereció a la egipcia y a la mesopotámica, pero a la que se conoce mucho menos), y posteriormente, Alejandro Magno, el Islam, y lo indio se iban a suceder en el tiempo para ejercer un fuerte control y una importante influencia en el territorio. En el siglo XIX llegarían los británicos, bajo cuyo influjo se iba a llegar a 1948, el año de la independencia a través de la partición del territorio del subcontinente indio. Pakistán quedaba así como el país para los indios musulmanes, e iba a comenzar un nuevo período que se extiende hasta hoy y que no ha estado exento de sobresaltos, en especial bajo la forma de conflictos con el ahora vecino estado de la India.

Pakistán se caracteriza por su diversidad étnica, y es que en sus territorios habitan gentes tan variadas como los punjabís (que representan cerca de la mitad de la población), los pastunes, los sindhis (estos dos son en torno al 15% cada uno), los saraikis, los muhakirs, los baluchis, los cachemires o los hazaras, entre otros. Se trata, en cualquier caso, de un país en el que la identidad étnica está en gran medida mezclada y confundida con la de las gentes de los dos países vecinos: India y Afganistán. En lo que respecta a la religión, prácticamente la totalidad de la población es de creencias islámicas, en concreto de la variante suní de esa religión.



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