La literatura de Perú


País: 
Perú

La literatura de Perú

Antes de que el imperio inca extendiese sus brazos por la práctica totalidad del territorio peruano, había una literatura de los pueblos anteriores, siendo el mejor ejemplo el de la cultura mochica en la zona andina o el de determinadas etnias del Amazonas peruano –en este segundo caso, incluso, algunas formas de esa temprana literatura han llegado a nuestros días, debido al relativo aislamiento que esas comunidades tienen (es el caso de la literatura de los machiguengas, los ashaninkas o los jíbaros). Andinos y amazónicos tenían literaturas similares, pues, de hecho, se relacionaban entre ellas, y algunas de las características comunes a esas producciones literarias son el carácter funcional (buscaban el entendimiento pragmático), la temática en torno a la creación de los distintos seres vivos, la presencia de un componente de aventura y de seres fantásticos y la abundancia de iconografía.

La literatura de los incas, por su parte, se dividía en literatura cortesana y popular, la primera ofreciendo los géneros épico, didáctico y dramático, y la segunda dividiéndose entre harawi o canciones y haylli o himnos de alegría. Entre los siglos XVI y XIX, dentro del período conocido como de la colonia, comienza lo que se ha dado en llamar la literatura del descubrimiento y la conquista, que inicialmente constó de coplas de los conquistadores (hay una célebre de un soldado de Pizarro) y que después iba a devenir en una generosa producción de crónicas, relaciones y cartas de descubrimientos, con una evolución desde unas más rudas escritas por soldados y secretarios hasta otras con un estilo mucho más depurado y de mayor calidad como las de Pedro Cieza de León (autor de la conocida “Crónica del Perú”) y sobre todo del Inca Garcilaso de la Vega, creador de los “Comentarios reales de los incas”, una obra maestra de la literatura además de una excelente crónica. Otros cronistas relevantes fueron los españoles Pedro Sarmiento de Gamboa, Bartolomé de las Casas o Fray Gaspar de Carvajal, los indígenas Titu Cusi Yupanqui, Felipe Guzmán Poma de Ayala o Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua y los mestizos Blas Valera o Cristóbal de Molina. En cualquier caso, dentro de ese amplio período del virreinato se pueden distinguir varios sub-períodos, que surgieron por la influencia de los movimientos que nacían en Europa y que no tardaban en cruzar el océano, siendo los más importantes los del Clasicismo (con literatura erudita y refinada en la que destacaron Diego de Hojeda, Diego Mexía de Fernangil y escritores con los pseudónimos de “Clarinda” y “Amarilis”), el Barroco (con recargamiento del lenguaje literario y protagonismo para Juan del Valle y Caviedes y el clérigo conocido como “El Lunarejo”) o el Neoclasicismo (con una vuelta a lo clásico abanderada por Pablo de Olavide –que desarrolló su carrera literaria principalmente en España-), antes de que surgiera el movimiento ya más propiamente peruano de la Emancipación, con el que surgió la idea de la libertad, con papel fundamental para el poeta Mariano Melgar, autor de “Carta a Silvia” y de “Poesías”.

Ya en el siglo XIX llega el Perú independiente, que con todo no consiguió cortar el torrente de tendencias literarias llegadas de Europa, siendo las principales que se dejaron notar en Perú el Costumbrismo (con foco en las costumbres de los pueblos y protagonismo para Felipe Pardo y Aliaga y para Manuel Ascencio Segura), el Romanticismo (con desarrollo del sentimentalismo y papel notable para Ricardo Palma y Carlos Augusto Salaverry) y del Realismo (que fue liderada por Manuel González Prada y que desembocó en el Naturalismo). El cambio de siglo vino facilitado por la conocida como Generación Arielista, caracterizada por una prosa elegante y una profundización en las raíces de la historia tradicional, antes de dejar paso a las tendencias del siglo XX, que fueron sobre todo el Vanguardismo (donde destacan la innovación de César Vallejo y la ternura de Abraham Valdelomar), y el Indigenismo (centrada en los indios y abanderada por Ciro Alegría y por Enrique López Albújar). De ahí en adelante, ha tenido lugar una literatura prolífica, cuyos escritores son con frecuencia agrupados por generaciones (décadas) y vienen encabezados por nombres como los del ya mencionado César Vallejo (poeta y uno de los máximos exponentes de las letras de Perú), Mario Vargas Llosa (escritor de distintos géneros y Premio Nobel de Literatura en 2010), Abelardo Sánchez León (poeta y periodista), Oswaldo Reynoso (poeta y novelista), Julio Ramón Rybeiro (considerado uno de los mejores cuentistas de Sudamérica), José Watanabe (poeta de ascendencia japonesa y con interés por la poesía de ese país) y Alfredo Bryce Echenique (novelista y cuentista principalmente, aunque también cultivó el ensayo y la biografía).

La literatura sobre Perú

La primera literatura escrita por gente llegada de fuera es la de los cronistas españoles que formaron parte de las primeras expediciones en el nuevo continente, un género que en este caso se aborda en la primera sección del artículo, por estar tan intrincada con la que puede ser considerada como propiamente peruana.

Dentro de lo que puede ser considerada literatura de viajes per se, y de una época más moderna, son las aportaciones del británico Patrick Leigh Fermor con su “Tres cartas desde los Andes” (sobre un viaje por el país en 1971) y las aún más recientes de Paul Theroux (que pasa por Perú en el largo periplo americano que narra en “El viejo expreso de la Patagonia”), de Javier Reverte (“El río de la desolación”, en el que persigue el origen del Amazonas”), Antonio Picazo (con “Un viaje lleno de mundos”), Alfonso Domingo (con “La serpiente líquida”).

Lecturas propuestas

La ciudad y los perros (Mario Vargas Llosa)

El libro describe las peculiaridades de la vida de unos jóvenes en un internado militar en el que la vida no es siempre tan sencilla como puede parecer desde fuera. La dura disciplina militar, la complicada situación familiar de algunos de los jóvenes, y la habitual crueldad inherente a la edad de los internados forman un panorama en el que la vida diaria no es sencilla, y es en ese contexto en el que los jóvenes tienen que sacar lo mejor de su ingenio para conseguir satisfacer todo aquello que su edad les demanda. Como consecuencia de todo ello, en alguna ocasión todo se pueda torcer para terminar de manera ciertamente dramática.

Travesuras de la niña mala (Mario Vargas Llosa)

Dos personajes peculiares y su rebuscada historia (se conocen en la infancia, se pierden la pista durante mucho tiempo y se reencuentran donde menos se imaginaban) sirven como hilo conductor para contar cómo es la vida en el tradicional barrio limeño de Miraflores y para inmigrantes peruanos en varias ciudades europeas, en las que tratan de reproducir la comunidad peruana a pequeña escala, siempre que los rocambolescos sucesos y sorpresas que se van llevando se lo permiten (unas peripecias que hacen que esos mundos de Europa y Sudamérica se les lleguen a quedar pequeños, y a que tengan que experimentar vivencias incluso en lugares de África o Asia).

El río de la desolación (Javier Reverte)

Se trata de un libro en el que el autor mezcla documentación y experiencia propia, en el primero de los casos para contar las notables aventuras de algunos de los principales conquistadores españoles o cómo fue la desgraciada explotación de los indígenas por parte de figuras tan siniestras como la de Fitzcarrald; y en el segundo de los casos para mostrar sus sensaciones en el proceso de búsqueda de las fuentes del Amazonas y para hacer descubrir al lector algunos de los secretos mejor guardados de la asfixiante selva.

Un viaje lleno de mundos (Antonio Picazo)

Es este un libro en el que el autor narra sus vivencias y peripecias en el continente americano (tiene otros para Asia y África), y pocos hay como él para contar tal cual lo siente todo lo que ve y qué le parece lo que ve. Sus periplos entre los ríos Yavarí y Gálvez le llevan a tener aparatosos aterrizajes en plena selva, a hacer jornadas de caza con los indios mayorunas, a presenciar sesiones de toma de ayahuasca o a escuchar relatos e historias de boca de los indígenas, entre otras experiencias. Con unas notas sobre la fauna amazónica por aquí, y unas briznas de humor por allá, su lectura se hace dinámica y amena.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Perú es un país que se sitúa en la parte norte de Sudamérica, dominado por los ecosistemas de la costa, de la sierra y de la selva, y bañado en una longitud considerable por el Océano Pacífico. También destaca la presencia del Lago Titicaca, el lago navegable que se sitúa a mayor altitud en el mundo. Como no podía ser de otra forma, las condiciones impuestas por esos ecosistemas han marcado el modo de vida y el tipo de desarrollo alcanzado por las distintas regiones.

Los incas fueron dominando a los distintos pueblos que se encontraban en el continente sudamericano, y con la misma receta les trataron a ellos los conquistadores españoles. Los primeros consiguieron desarrollar uno de los imperios más sofisticados de la América temprana, y a la llegada de los segundos le siguió una época en la que Perú fue gestionado como una provincia española, hasta que se llegó a la independencia en el año 1821. A partir de ahí, el camino como nación autónoma, que ha atravesado períodos de república, revoluciones, guerras con vecinos sudamericanos, algunas crisis, y un ilusionante crecimiento propio del país emergente que es.

La sociedad peruana representa una buena mezcla entre indios, mestizos y descendientes de españoles, una mezcolanza que sin duda es fruto de la fortaleza y solidez que tenía el imperio inca y del tipo de colonialismo ejercido por los españoles. El quechua y el aimara son las culturas e idiomas dominantes, más allá de la enorme variedad cultural y étnica que hay en el Amazonas, y el fervor en la práctica de la religión católica –aunque con fuerte presencia de sincretismo religioso- se extiende hasta todos los rincones del país que son medianamente accesibles.



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