La literatura de Polinesia Francesa


País: 
Polinesia Francesa

La literatura de Polinesia Francesa

En prácticamente toda la región geográfica y cultural conocida como Polinesia (que, por supuesto, excede en tamaño y alcance a la parte constituida por la Polinesia Francesa), ha tenido lugar desde tiempos ancestrales una rica literatura oral consistente en una amplia variedad de historias, mitos, leyendas, tradiciones y formas orales de diversa índole. Aunque existen una serie de características y de rasgos estilísticos que son comunes a la región, también hay una serie de particularidades específicas en cada sub-región.

Los rasgos comunes a la mayoría de las tradiciones orales polinesias han sido la de evocar los tiempos antiguos (conocidos genéricamente como “tiempo de po”), la de aludir con frecuencia al supuesto lugar mítico que fue el origen de todos los polinesios –un lugar normalmente llamado Hawaiki-, la de estar protagonizadas por dioses conocidos como atua o por antepasados que ostentan la condición de semidioses, la de presentar un buen número de recursos literarios (la alegoría, la metáfora, la parábola o la personificación son solo algunos de ellos) y la de caracterizarse por la variabilidad (una misma historia podía tener diferencias entre una reproducción y la siguiente –rasgo inevitable, en cualquier caso, de la oralidad, en todos los lugares del mundo-). También han sido muy comunes y populares en la región las genealogías, que buscaban legitimar los derechos de cada familia para poseer tierras y para asumir protagonismo político. Por su parte, algunas características propias y ya específicas de los archipiélagos que componen Polinesia Francesa (muchas de ellas son frecuentes al menos en Tahití, la isla principal) son la presencia de lo fantástico, la participación de la fauna y de la flora propias características de las islas y el protagonismo de los dos dioses principales de la cosmogonía tahitiana (estos eran Maui, generalmente representado como un hombre sabio o un profeta, y Rata, el deificado hijo de un rey que cumplía la labor de proteger a los navegantes –lo cual es de especial relevancia en un pueblo para el que la navegación era tan importante-). A partir de esas nociones generales, como suele ser habitual, eran innumerables las historias concretas que se producían y que eran inevitablemente transmitidas entre unas generaciones y las siguientes.

Y como en tantas otras regiones del planeta, la llegada de los europeos iba a cambiarlo todo, con una pérdida paulatina de esas tradiciones locales y orales que llevaban siglos en vigor, y con la adquisición de nuevas influencias que se materializaron en una literatura colonial que, como el archipiélago aún tiene dependencia política de Francia, se extiende hasta nuestros días. Los primeros autores de esa fase de la literatura local iban a aparecer en el siglo XIX, siendo el mejor exponente el de Teuira Henry (etnóloga, folclorista y lingüista además de escritora, que trató de reconstruir una historia de Tahití a partir de las notas de su abuelo, un misionero inglés). Pero sin duda iba a ser en el siglo XX cuando más nombres iban a aparecer en el panorama literario nacional; entre ellos destacan los de Flora Devantine (que se ha dedicado a la poesía, tanto tradicional como de verso libre, escribiéndola tanto en tahitiano como en francés), Henri Hiro (dramaturgo que también ha escrito guiones de cine y que en sus obras trata el tema del colonialismo), Charles Manutahi (que se haprodigado principalmente en el ámbito de la poesía), Louise Peltzer (poetisa que ha dado protagonismo a las leyendas tradicionales tahitianas), Michou Chaze (que ha escrito historias cortas para adultos y para niños y poesía, también tratando sobre el colonialismo y adoptando una postura contraria a él), Al Prince (periodista y escritor que difundió mucho la imagen de Polinesia Francesa por Estados Unidos), Chantal Spitz (que ha transmitido las experiencias indígenas en novelas, ensayos y poemas –fue la primera autora local de una novela-), Turo Raapoto (poeta además de lingüista), Celestine Hitiura Vaite (novelista que se ha centrado en describir la vida en la Tahití moderna), Hubert Bremond (poeta que ha defendido la identidad tahitiana), Ambroise Yxemerry (escritor y periodista con amplia producción novelística) y Nathalie Heirani Salmon-Hudry (escritor discapacitado que ha escrito una obra autobiográfica sobre las dificultades que tuvo para crecer en Tahití con sus problemas físicos y que ha ganado premios literarios).

La literatura sobre Polinesia Francesa

Oceanía fue el último continente en ser descubierto, y las islas que componen la Polinesia Francesa se encuentran en uno de los lugares más remotos incluso de ese continente, por lo que los viajes y expediciones de los más notables viajeros anteriores al siglo XVI tuvieron lugar por el resto de los continentes del planeta. Fueron navegantes españoles y portugueses como Álvaro de Mendaña o Pedro Fernández de Quirós los primeros en avistar las islas de Polinesia Francesa y en dejarlo saber en las crónicas de sus viajes. En el siglo XVIII serían el británico James Cook y el francés Louis Antoine de Bougainville quienes, de la misma forma, dejarían testimonios de sus expediciones.

Ya desde el siglo XIX en adelante, merece la pena destacar las aportaciones en forma de literatura de viajes de nombres tan ilustres en la literatura mundial como Herman Melville (con los títulos “Typee” y “Omoo”), Robert Louis Stevenson (“En los mares del sur”) o Jack London (“Cuentos de los mares del sur), destacando también las aportaciones del pintor Paul Gauguin (“Noa Noa. Diario de Tahití”) y del antropólogo Victor Segalen (“Diario de las islas”). No han faltado tampoco, dada la fascinación que Tahití siempre ha despertado, las historias de ficción ambientadas en la isla, entre las que se pueden mencionar “Motín en el Bounty” (de John Boyne) así como algunos de los relatos que componen “El temblar de una hoja”, de William Somerset Maugham.

Lecturas propuestas

Viaje a Tahití (Louis Antoine de Bougainville)

Se trata de un valioso documento histórico que narra los pormenores de la expedición que, comandada por el autor del libro, iba a suponer la primera circunnavegación del globo llevada a cabo por franceses. Los testimonios aportados por Bougainville cuentan con todo lujo de detalles, por lo que el lector podrá conocer de primera mano cómo fueron el primer encuentro entre europeos y nativos, el desembarco de los primeros para pasar unos días en las islas rodeados de los segundos, los intercambios de objetos y de costumbres que entre ambos grupos tuvieron lugar, y ciertos problemas que entre ellos inevitablemente surgieron. Sin duda, estos testimonios fueron una fuente indiscutible para que en Occidente surgiera el mito del buen salvaje, capaz de vivir en armonía con la naturaleza y, sobre todo, con plena felicidad.

Diario de las islas (Victor Segalen)

Este libro es un diario de viaje del periplo que el escritor y etnógrafo francés llevó a cabo por Tahití (donde vivió durante algo más de un año y medio para ejercer como médico) y por algunas de las otras islas que componen Polinesia Francesa, así como por algunos otros países asiáticos y americanos por los que pasó en su largo periplo en barco. A lo largo y ancho de las páginas del libro, Segalen ofrece, no solo sus vivencias y cuanto pudo conocer de la cultura local, sino también sus reflexiones y, en definitiva, su interpretación de una manera de entender el mundo y de vivir que desde un primero momento le fascinó. Y es que, sin en algo logró destacar el antropólogo francés fue en el análisis de otras culturas y mentalidades.

El Capitán Cook (autor desconocido)

De nuevo, se trata de la narración de una expedición, o mejor dicho de varias, porque lo que en este libro se relata es el conjunto de las tres expediciones que iban a llevar al célebre navegante James Cook a conocer tanto Tahití como algunas de las otras islas y archipiélagos que componen Polinesia Francesa. En el libro se expone con todo lujo de detalles la preparación de las expediciones (incluida la relación de los tripulantes y de los expedicionarios, así como de las profesiones y labores que estos ejercían) y se explican de forma pormenorizada los detalles de la navegación, los encuentros e interacciones entre los viajeros europeos y los nativos polinesios, lo que ese encuentro deparaba a una y otra civilización, etc. Sin duda, el libro supone una excelente manera de acercarse a unas expediciones históricas dentro de la historia del viaje.

Los guardianes de la sabiduría ancestral (Wade Davis)

Es este un fabuloso libro de un antropólogo canadiense que persigue repasar algunos de los más impresionantes y meritorios sistemas de conocimientos y capacidades con los que ciertos pueblos de la Tierra han conseguido subsistir de forma inmejorable en el medio natural en el que les ha tocado vivir. Una de las comunidades a las que hace referencia, y que analiza, es la de los polinesios que, principalmente afincados en lo que hoy es Polinesia Francesa, fueron a quienes encontraron los europeos que hicieron las primeras expediciones por la región. En un ejemplo más de la habitual soberbia occidental, aquellos europeos desdeñaron las excelentes –e inmejorables para su medio- técnicas de navegación que los polinesios atesoraban, que terminaron demostrándose muy superiores a las llevadas desde Europa, y de ese conjunto de métodos y procedimientos navales se da buen detalle en el libro.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Polinesia Francesa es una división administrativa francesa de ultramar localizada en la parte sur del Océano Pacífico (en concreto, a más de quince mil kilómetros de Francia) y compuesta por ciento dieciocho islas y atolones que se extienden por un territorio similar al de Europa y de los que algo menos de las dos terceras partes están habitados (todas esas islas pertenecen a distintos archipiélagos, de los que los más conocidos son los de las Islas Marquesas, las Islas de la Sociedad o el Archipiélago Tuamotu). De entre todas las islas destaca por tamaño, población y relevancia cultural la de Tahití, con Papeete como capital y ciudad principal. Las islas cuentan con un acentuado clima tropical.

Aborígenes polinesios fueron poblando los distintos archipiélagos a lo largo de los siglos (las Marquesas fueron las primeras en ser ocupadas, en torno al año 300 de nuestra era), hasta que llegaron a estarlo prácticamente todos los que lo están en la actualidad y comenzaron a llegar las expediciones europeas (españoles, portugueses, neerlandeses, franceses y británicos pasaron por allí). En el siglo XIX los distintos archipiélagos, que no habían estado unidos de ninguna forma hasta ese momento, fueron reclamados y convertidos en protectorado por Francia, para después pasar al estatus de colonia, en una dependencia que llega hasta nuestros días.

Algo más del 80% de la población que habita el territorio administrativo es de origen polinesio, mientras que algo más del 10% son europeos (colonos franceses principalmente), quedando algo de espacio para ciertas minorías entre las que destaca la china. En cuanto a la religión, merece la pena destacar que la práctica mayoría de la población profesa la religión cristiana, si bien lo hace repartiéndose entre una buena variedad de confesiones entre las que destaca el protestantismo con algo más de  la mitad de la población.



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