La literatura de Serbia
La literatura de Serbia
La primera literatura generada en el territorio que pertenece al moderno estado de Serbia fue la creada por los pueblos eslavos precristianos que habitaban en él; aunque, por supuesto, las similitudes con la literatura de otros pueblos eslavos (ya tratada en los artículos de esta web dedicados a la literatura de Rusia, de Polonia, de República Checa, de Croacia y de Bosnia) ubicados más al norte o más al este son abundantes y notorias, también existen diferencias (por ejemplo, se sabe que en el folclore serbio existían dos tipos de dragón, un benévolo -el zmej- y otro malévolo -el ala-, mientras que en el caso de los pueblos eslavos asentados en otros territorios más septentrionales u orientales solo existía uno). Además, en lo que concierne a las criaturas fantásticas, también existían diferencias en algunos de los dioses o héroes sobre los que las historias trataban (por ejemplo, es específico del folclore serbio el dios Dabog, que tenía como función la de custodiar las puertas del submundo y pudo estar asociado al sol).
Con la llegada de la cristianización, así como con la sucesión de los diversos acontecimientos históricos, se fue generando una literatura que trataba a personajes y temas como Cirilo y Metodio (los misioneros bizantinos que convirtieron a los eslavos al Cristianismo), los enfrentamientos contra los romanos, el asentamiento de los rusos, etc. El manuscrito más antiguo que se conserva es el “Evangelio de Miroslav”, que data del siglo XII y está escrito en una lengua que sería la transición entre el antiguo eslavo eclesiástico y el eslavo-serbio (los autores fueron dos monjes, Grigorije y Varsameleon; lo plasmaron en un pergamino y se trata de un documento relacionado con el nacimiento de la escritura cirílica), aunque la obra más relevante de la etapa medieval fue la “Crónica del sacerdote de Dujlja”. Y será a partir del siglo XIV -y durante varias décadas- cuando se va a desarrollar la que se ha dado en llamar poesía épica serbia, que inicialmente se transmitía de forma oral -después empezaría a transcribirse- y que constaba de obras de tipología y temática diversa como las dedicadas a reproducir hechos históricos (destaca por encima de los demás la Batalla de Kosovo, que aunque se saldó con derrota serbia ante los otomanos, ha servido para construir la identidad nacional) o las que contaban leyendas sobre bandidos o bandoleros (hajduks). Se considera que el principal poeta épico fue Filip Visnjic, aunque también merecen una mención otros como Marko Kraljevic, Tesan Podrugovic, los ancianos Milia y Rasko o la ciega Zivana, y una obra notoria del período fue “La muerte de la madre de la familia Jugovic”.
La llegada de las siguientes etapas, que serían el Renacimiento, el Barroco y la Ilustración, se caracteriza por la influencia recibida de otros pueblos y literaturas eslavas, así como por la relativa mezcla con alguna de esas influencias (sobre todo con los pueblos eslavos más cercanos, como croatas, dálmatas o raguseos). En lo que a nombres propios se refiere, es de justicia destacar a autores como Gavril Stefanovic Venclovic (quien escribió numerosas obras de distintos géneros y comenzó una reforma de la lengua serbia), Dimitrije Ljubavic (diácono escritor y humanista que inició contactos entre las iglesias ortodoxa y luterana), Pavle Julinac (que escribió una historia del pueblo serbio), Joakim Vujic (uno de los principales escritores y dramaturgos serbios del siglo XVIII), Jovan Rajic (uno de los principales representantes de la literatura barroca serbia y autor de una historia de los pueblos eslavos), Dositej Obradovic (primer escritor moderno en utilizar la lengua serbia para la ciencia y la cultura), Zaharije Orfelin (que se prodigó en varios géneros) o Gerasim Zelic (que se dio a conocer por sus crónicas de viajes por Europa Occidental, Rusia y Asia Menor).
Afrontando ya los últimos siglos de la historia de la literatura del país, en el siglo XIX destacan autores como Vuk Stefanovic Karadzic (discípulo de Dositej Obradovic, recopiló canciones y poemas, compuso una gramática, regularizó la ortografía, etc), Petar Petrovic Njegos (considerado el poeta nacional serbio, que pasó por la poesía popular, por el Clasicismo y por el Romanticismo), Branko Radicevic (también poeta, en este caso adscrito al Romanticismo) y Milovan Glisic (principalmente autor de cuentos, perteneciente a la corriente del Realismo), mientras que en el siglo XX lo hacen figuras como Milos Crnjanski (poeta del Modernismo serbio), Danilo Kis (autor de una amplia obra, ganador de varios premios y traducido a otras lenguas), Milorad Pavic (propuesto para el Nobel, dedicado a la narrativa, e innovador -una de sus obras está escrita en dos versiones, una masculina y otra femenina-), Borislav Pekic (novelista y dramaturgo autor de una vasta obra), Dobrica Cosic (escritor y teórico del nacionalismo serbio), Goran Petrovic (autor relacionado con el Realismo Mágico) e Isidora Sekulic (dedicada a la novela y al ensayo).
La literatura sobre Serbia
Debieron de ser cronistas romanos los primeros extranjeros en escribir acerca del hoy territorio serbio, ya que gran parte de este formó parte del Imperio Romano durante varios siglos. Después, con la supremacía de Constantinopla, Serbia, como el resto de Europa, quedó desconectada de las rutas comerciales con Asia y dejó de ser un territorio de paso, o al que se viajara. A principios del siglo XX, el hecho de que el Orient Express tuviese parada en Belgrado originó que la ciudad, así como los territorios que la rodean, apareciesen en la literatura dedicada a ese mítico tren (destaca por encima de todas las obras “Asesinato en el Orient Express”, de Agatha Christie).
Ya de tiempos más recientes (de la segunda parte del siglo XX en adelante) son las obras de literatura de viajes “Los caminos del mundo”, de Nicolas Bouvier (que pasa por Serbia en su periplo hacia Asia) y “Maratón balcánico” y “Belgrado Brut”, de Miguel Roán). También merece la pena mencionar la extensa obra dedicada a la Guerra de los Balcanes (en España han escrito sobre ella autores de la talla de Arturo Pérez Reverte o Manu Leguineche), así como la literatura de viajes o el ensayo sobre su propia tierra hecho por los mismos serbios, en ocasiones exiliados (destacan “Viaje a mi país ya inexistente”, de Tamara Djermanovic, o “Yugoslavia, mi tierra”, de Goran Vojnovic).
Lecturas propuestas
Bajo el techo que se desmorona (Goran Petrovic)
Este libro cuenta la historia de un cine que ocupa el edificio que en otros tiempos fue un hotel, en una pequeña aldea serbia. El autor describe de manera minuciosa a los asistentes a la sala de cine una tarde cualquiera, un trabajo que ofrece al lector un fantástico mosaico humano que sin duda es representativo de la sociedad serbia del momento, que no es otro que el año 1980. Sin embargo, esa tarde aparentemente cualquiera, sucede algo que vendría para cambiarlo todo: el anuncio de la muerte del mariscal Tito. El libro continúa contando qué fue de cada uno de los personajes descritos inicialmente en la nueva y tremendamente diferente etapa que se iba a abrir para los serbios.
Yugoslavia kaputt (Manu Leguineche)
Se trata de uno de los libros de cabecera en España para entender la desafortunada Guerra de Yugoslavia, de la mano de alguien que fue reportero en el mencionado conflicto, amén de uno de los mejores escritores españoles de literatura de viajes. A lo largo de las páginas de esta obra, Leguineche transita por diversos territorios de la antigua Yugoslavia, dedicando especial atención, como no podía ser de otra forma, al que fue el epicentro del antiguo país y sigue siendo la ciudad de mayor influencia en la región, Belgrado. Se trata de un libro ideal para entender el paso de un mundo antiguo a uno nuevo, de un país unificado a una serie de repúblicas en las que nada volverá a ser igual que antes.
Viaje a mi país ya inexistente (Tamara Djermamovic)
Esta escritora nacida en Belgrado en el período de la antigua Yugoslavia y hoy afincada en Barcelona, afrontó el valiente proyecto de escribir sobre lo que una vez fue su país, aunque lo hiciera desde la nostalgia y la pena que le suponen su desaparición. En lo que ella misma denomina “un doble viaje, físico y espiritual”, Djermanovic visita lugares de su infancia y de su adolescencia, recoge testimonios y ofrece su visión de lo que ve en los distintos países que compusieron Yugoslavia. En concreto, en Serbia, el viaje transcurre por Belgrado, Zemun, la región de Vojvodina y algunos de los numerosos monasterios que el país tiene, entre otros lugares.
Los caminos del mundo (Nicolas Bouvier)
Se trata de un libro de literatura de viajes, en el que el autor suizo emprende un largo viaje a Oriente en el que, no obstante, se detiene en Serbia. Bouvier habla sobre todo de Belgrado, donde pasa un tiempo, y le cuenta al lector acerca de su historia, de las distintas partes de la ciudad, de cómo esta se comporta en los distintos momentos del día, de las personas que la habitan y de algunos lugares de los alrededores (como el campo de concentración de Sajmiste). Pero el autor también sale de la capital, y lo hace para vivir -y contarle al lector- su interesante experiencia con los zíngaros en el pequeño pueblo de Bogojevo.
Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura
Serbia es país europeo de tamaño pequeño, condición que se ha acentuado según ha ido perdiendo territorios (Montenegro se escindió en 2006, y en la actualidad Kosovo ya es reconocido como estado independiente por algunas naciones del mundo). Por lo demás, merece la pena destacar que la capital, Belgrado, fue el centro neurálgico del mucho mayor estado conocido como Yugoslavia, que el territorio da cabida tanto a llanuras (destaca la de Panonia, en el norte) como a cordilleras (los Alpes Dináricos o los Balcanes), que buena parte del territorio está cubierta de bosque y que por él discurre el Danubio, uno de los ríos más importantes de Europa.
Tras las etapas de dominio del Imperio Romano y del Imperio Bizantino, se iban a constituir una serie de reinos medievales que iban a terminar desembocando en la formación del Imperio Serbio, que a pesar de tener un período de pujanza terminó claudicando ante el Imperio Otomano, que ejercería su control y dominio durante algo más de tres siglos. A finales del siglo XIX fue de nuevo proclamado el Reino de Serbia, y tras la Primera Guerra Mundial, se iban a constituir primero el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, y después Yugoslavia, un proyecto de estado que unía a diferentes estados balcánicos que se desmoronó en 1991 a través de una sangrienta guerra. Después, Serbia se constituyó como un estado independiente que hasta el momento no forma parte de la Unión Europea.
En lo cultural y social, destaca el hecho de que un amplio 83% de la población es de etnia serbia, estando el otro 17% constituido por minorías principalmente procedentes de países vecinos. También hay clara mayoría en lo religioso, con un 85% de la población declarándose cristiana ortodoxa, siendo el resto cristianos de otras confesiones o musulmanes.