La literatura de Uzbekistán


País: 
Uzbekistán

La literatura de Uzbekistán

No es sencillo determinar el pasado de la literatura de un territorio delimitado de forma tan artificial como el que compone Uzbekistán, por el que han pasado diversos pueblos y cuya configuración no responde claramente al asentamiento histórico de una etnia o comunidad determinada, como sucede en tantos otros sitios. Inicialmente pasaron por este territorio, con mayor o menor grado de dominio y de control, pero siempre considerablemente asentados, persas, griegos y árabes, pero obviamente la literatura de esos pueblos e imperios se trata en los artículos de los países correspondientes. Antes de cualquier atisbo de esencia uzbeka o incluso de germen de ella, y en el seno de esas culturas dominantes mencionadas, destacaron en la región algunos autores, entre los que merece la pena destacar a Avicena, uno de los más relevantes filósofos y médicos de su época, y aun de la historia, que aunque de cultura persa, nació en la actual Uzbekistán y dejó más de trescientas obras literarias, la mayoría tratados, entre las que destacan “El libro de la curación” o “El canon de medicina”. Junto a él, aunque ya en un orden menor de importancia, destacó el también filósofo, además de astrónomo, Al Biruni. También hay corrientes de pensamiento que dicen, aunque no es seguro, que el autor del libro sagrado del Zoroastrismo, el “Avesta”, pudo ser originario de la región del Jorezm, en el actual Uzbekistán. También, y siempre aún sin estar adscritos a una literatura con un sello propio, hay cuentos populares de época (siglos VI y VII), protagonizados por héroes locales (como Shirak o Tomiris) que llevaban a cabo hazañas y que transmitían la importancia de cualidades como el coraje.

La primera literatura de Uzbekistán con una personalidad propia de la que se puede hablar, incluso a pesar de que los uzbekos no hubiesen llegado al territorio –e incluso de que no existiesen, véase más información en la última sección del artículo-, es la de los timúridas, una dinastía de ascendencia turco-mongol fundada por el legendario Tamerlán en el siglo XIV. Es la de ese período una literatura producida en dos idiomas, por un lado en persa, por la aún presente influencia de esa civilización, y por otro lado en chagatai, una lengua nativa de la familia timúrida. En la de lengua persa destaca la poesía, con aportación destacada de los poetas Pahlavan Mahmud y Nur ud Din Jami, y las biografías, sobresaliendo la del propio Tamerlán escrita por Nizam al Din Shami. Los mismos géneros tuvieron especial relevancia en la literatura en lengua chagatai, con papel destacado para los poetas Mir Ali Sher Nawai y Husayn Bayqara y para el biógrafo Zahir ud Din Muhammad Babur, que hizo su propia biografía en la célebre obra “Baburnama”.

Con la llegada de los uzbekos, procedentes del oeste, en concreto de la zona del Volga, se abandonan paulatinamente en el hoy territorio uzbeko los dos idiomas que habían tenido presencia con anterioridad, y se comienza a utilizar el uzbeko, descendiente en cualquier caso del chagatai. Un primer autor que destaca en el siglo XVI es Abulghazi Bahadur, considerado el primer escritor de prosa uzbeka, que dejó las relevantes obras históricas “Genealogía de los turcomanos” y “Genealogía de los turcos”. Otros nombres que destacan en ese siglo y en los dos siguientes, en los que ya se comenzaba a atisbar un germen de nacionalismo ante lo ruso, son los de Abulgozi Bahodirhon, Boborahim Mashrab, Sufi Allahyor, Hojanazar Huvaydo, Nodra Komila o Jahonotin Uvaysiy, entre otros. El siglo XIX iba a suponer el acentuamiento de esa conciencia nacional, y la llegada de un cierto renacimiento literario, con aportación relevante de autores como el poeta Furqat, el historiador Agakhi Muhammad Riza o Muhammad Rizo Ogahi.

En el siglo XX se distinguen tres períodos claros; el primero es el del Jadidismo, un movimiento de reforma pedagógica, cultural y religiosa que surgió en toda la región de Asia Central, y en el que destacaron Mahmudkhuza Behbudi (escritor, periodista y activista pro-turcomano), Karimbek Kami (dedicado principalmente a la poesía lírica) o Abdulla Avloni (que innovó en poesía y también hizo teatro), entre otros. El segundo período es el soviético, con aportación destacada de Hamza Hakimzade Niyazi (considerado padre de la poesía uzbeka moderna), Abdulla Kadiri (poeta y traductor de novelas históricas) o Hamid Alimjan (poeta, dramaturgo y traductor). Y el tercer período es el de la independencia, con nombres como los de Abdulla Oripov (poeta y expresidente de la Unión de Escritores Uzbekos), Shukur Holmirzaev (que escribió en prosa, con orientación al realismo), Erkin Vohidov (poeta, dramaturgo y traductor), Oydin Hojieva (poetisa de tendencias feministas y extensa obra), Tohir Malik (novelista y cuentista en cuya obra se han basado películas), Hamid Ismailov (cuyos trabajos están prohibidos en el país) o Sharof Boshbekov (dramaturgo cuyas obras se han representado en muchas repúblicas soviéticas).

La literatura sobre Uzbekistán

Sin duda, el primer testimonio célebre sobre algunas de las ciudades que forman parte del actual Uzbekistán, como Bujara o Samarcanda, es el de Marco Polo, mediante su “Libro de las Maravillas” o “Los viajes de Marco Polo” (publicado junto al escritor Rustichello de Pisa, con quien el célebre viajero veneciano compartió celda y publicación), aunque no menos relevante –sí, por desgracia, menos conocido- es el del español Ruy González de Clavijo, quien enviado a la corte de Tamerlán por el rey castellano Enrique III escribió “Embajada a Tamorlán”. A principios del siglo XIX el británico Alexander Burnes dejó “Viajes a Bujara”

Son de época moderna y reciente las aportaciones “Sueños perdidos en la Ruta de la Seda”, de Marc Morte, “Viaje al silencio”, de Francisco López-Seivane, “El largo hilo de seda”, del geógrafo Eduardo Martínez de Pisón, “De montañas celestes a playas rojas”, de Ella Maillart o “La sombra de la ruta de la seda”, del británico Colin Thubron –todos ellos hablan sobre diversos países de Asia Central-. También merece la pena destacar la novela “Samarcanda”, ambientada en la ciudad, del escritor libanés Amin Maalouf.

Lecturas propuestas

La historia del prodigioso Yerzhan (Hamid Ismailov)

En este libro tan triste como hermoso del autor uzbeko, se cuenta la historia de un joven prodigio del violín, cuya infancia transcurrió en la forma de una tranquila y apacible vida con su familia en un remoto apeadero de tren en el que uno de sus miembros era el encargado de las maniobras ferroviarias. Cuando los mayores problemas de la existencia de la familia parecen ser los relativamente leves roces y diferencias entre ellos, un accidente les lleva a conocer lo dura que puede ser la vida, y sobre todo, las enormes y terribles consecuencias e implicaciones que una guerra puede tener en las vidas de la gente civil e inocente, por mucho que los actores principales de esa guerra estén muy lejos.

Sueños perdidos en la Ruta de la Seda (Marc Morte)

En este libro del género de la literatura de viajes, el autor, que viaja de forma totalmente autónoma e independiente, utilizando los idiomas locales e incluso con frecuencia durmiendo en casas de lugareños a los que va conociendo por el camino, se propone recorrer la histórica Ruta de la Seda, desde sus inicios en Turquía hasta su final en la ciudad china de Xian. A su paso por Uzbekistán, continuamente envuelto en conversaciones que le hacen ir conociendo las costumbres y la sociedad del país en la actualidad, también descubre la belleza de los monumentos del país, el esplendor pasado de ciudades como Bujara o Samarcanda o el misterio de lugares como el Valle de Fergana.

Viaje al silencio (Francisco López-Seivane)

Se trata de un libro en el que el autor narra sus vivencias en un viaje que le lleva a recorrer Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguistán y Kazajstán. Es un periplo en el que la mayor parte del tiempo viaja en solitario –solamente durante una pequeña parte, al principio y en Turkmenistán, es acompañado por dos amigos-, aunque cuenta con la ayuda de guías y servicios locales. El autor gusta de conocer las culturas locales, así como la historia de estas, mediante la observación y la conversación, y también deja patente un fuerte carácter y una especial habilidad para detectar y disfrutar algunos de los grandes activos que Asia Central tiene reservados para el viajero, los de la tranquilidad, el silencio y la virginidad de los grandes espacios naturales.

El largo hilo de seda (Eduardo Martínez de Pisón)

Es este ya ilustre geógrafo, no solo un apasionado de la ciencia a la que se ha dedicado toda su vida, sino también un enamorado de los desiertos y cordilleras que extienden sus vastos brazos por gran parte del territorio de Asia en general y de Asia Central en particular, un experto en la región, a la que ha viajado en diversas ocasiones, y un nostálgico de la mítica Ruta de la Seda. En este libro habla, entre otros territorios, de algunos de los pertenecientes a Uzbekistán, y junto a ellos, de los principales aspectos de sus geografías física y humana, como montañas, glaciares, desiertos, lagos, ciudades o gentes.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Tal y como es ahora, Uzbekistán nace como estado independiente y moderno con la desmembración de la URSS, en 1991. Actualmente es, junto a Kazajstán, el estado más relevante de los que se encuentran en Asia Central, y también el que puede presumir de tener una más rica y variada historia. Con buena parte del territorio ocupado por desiertos y estepas, el país vive de la producción de algodón –que fue altamente potenciada en la época soviética- y de la riqueza en minerales e hidrocarburos.

No se habla de los uzbekos sino hasta finales del siglo XV, cuando un grupo de clanes nómadas de origen túrquico procedentes de la zona del Volga llegaron al territorio del actual país y fueron desplazando al este –aunque paulatinamente- a los timúridas, presentes hasta ese momento en una región que ya habían ocupado griegos, persas y árabes, entre otros pueblos. En cualquier caso, tanto uzbekos como timúridas descienden, en última instancia, de los mongoles. Los tira y afloja entre uzbekos y rusos en lo que a control del territorio o autonomía se refiere, iban a terminar con el período en el que el país fue una república más de la URSS y con la independencia de 1991.

Toda Asia Central es un complejo mosaico étnico en la actualidad, y en por ello, Uzbekistán no es la tierra de los uzbekos, sin más, ya que todos los pueblos de la región se hallan desordenadamente mezclados a unos y otros lados de las artificiales fronteras. Los uzbekos son, en realidad, la misma etnia que los kazajos, con la diferencia de que los uzbekos decidieron hacerse sedentarios y los kazajos continuar siendo nómadas. La amplia mayoría de la población uzbeka profesa la religión islámica, en su variante suní.

 



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