La literatura del Congo


País: 
República Democrática del Congo

La literatura del Congo

La primera literatura del territorio que hoy es la República Democrática del Congo es de carácter oral, y tiene diversos elementos en común con la de otras partes de África, siendo los más relevantes los de que plasman los mitos de las distintas comunidades y que se basan en proverbios y en leyendas. Más concretamente, la del Congo tiene la identidad del esfuerzo por revelar el misterio de la naturaleza y la fuerza de las divinidades o espíritus protectores de la comunidad. Debido a las lógicas dificultades de profundizar en la literatura oral de más de doscientos grupos étnicos, no queda más remedio que tomar alguno a modo de ejemplo, y este artículo se decanta por el pueblo luba, uno de los que más presencia ha tenido y tiene en el territorio que hoy es el país a lo largo de la historia, con un imperio poderoso en el siglo XVI y con unos catorce millones de habitantes en la actualidad. Es la del pueblo luba una literatura oral mitológica que, además de tener las características antes mencionadas, está plagada de contenidos diversos, como genealogías, estructuras sociales, relatos de migraciones, prácticas medicinales, ensalzamiento de personajes míticos, guerras, enfrentamientos, o ejecuciones, entre otros muchos. También se describen con frecuencia interacciones (entregas de regalos, ofrendas, bromas, etc) entre pueblos que ocupaban distintas porciones de tierra y explicaciones de cómo las distintas comunidades llegaron a ocupar la superficie de tierra en la que vivían (algo de lo que, por lo general, se mostraban enormemente orgullosos). Muchas de las historias de los luba quedaban plasmadas en las lukasa, una suerte de tablillas de madera adornadas con cuentas, grabados y piezas de metal que guardaban gran homogeneneidad de forma, tamaño y diseño -todas tenían estampada en la parte de atrás una tortuga, símbolo de la realeza luba).

El momento de la llegada de los europeos marca, obviamente, un punto de inflexión, a partir del cual se empieza a producir una literatura escrita a cargo de los que llegan de fuera –lo que se desarrolla en el segundo epígrafe del artículo- y otra generada por escritores locales, que llega sobre todo en el siglo XX. En el segundo caso, destaca el movimiento conocido como de la negritud, que es a la vez una ideología política y una escuela literaria, y que se desarrolló de forma multipolar en distintos países africanos. En el Congo uno de los pioneros fue el poeta Tchicaya-U-Tam`si, nacido en el primer tercio del siglo y que a partir de mediados del mismo generó una obra de gran surrealismo plagada de imágenes históricas y cotidianas de la vida de las comunidades locales. De la misma época y movimiento son el escritor y dramaturgo Jean Pierre Makouta-Mboukou, autor de biografías, ensayos y obras de teatro, y Mukala Kadima Nzuji (poeta y crítico literario). Otros autores notables de ese momento, ya menos adscritos al movimiento de la negritud son Paul Lomami-Tshibamba (por algunos considerado “el primer gigante de las letras congoleñas), Valentin-Yves Mudimbe (con bagaje en novela, poesía y artículos históricos y filosóficos), Pius Ngandu Nkashama (escritor, profesor y crítico literario), Amba Bongo (autora de novelas, poemas y relatos cortos), Zamenga Batukezanga (prolífico escritor y filántropo) o Antoine-Roger Bolamba (escritor y periodista, además de ministro de información). Estos últimos escritores tienen el denominador común de haber tenido que exiliarse del Congo con motivo de la represión política. 

Más adelante, ya a finales del siglo XX, aparecen nombres (también en muchos casos exiliados forzados o voluntarios para buscar un mejor entorno en el que desarrollar su talento) como los de Sony Labou Tansi (novelista, dramaturgo, poeta y guionista considerado uno de los grandes escritores de África Central y ganador del Premio Literario del África Negra en 1983), Daniel Biyaoula (de formación francesa y fuerte personalidad, ganador del mismo premio que Sony Labou Tansi en 1997), Flore Hazoume (reconocida por sus cuentos cortos con un componente moralista), Maguy Kabamba (novelista y traductora formada en diversos países europeos y norteamericanos) o Alain Mabanckou (novelista, cuentista y poeta). Tienen su producción literaria ya en el siglo XX Destinee Ermela Doukaga (escritora y política con obra publicada en Francia) o Fiston Mwanza Mujila (joven novelista residente en Europa).

La literatura sobre el Congo

Ha sido el Congo históricamente un territorio marcado por la hostilidad, y sin duda, si hay algo que los distintos forasteros que lo han visitado han percibido y transmitido ha sido ese estado vital. Hay literatura sobre el país de finales del siglo XIX (una editorial española recopiló algunos de escritores relevantes como Artur Conan Doyle, Mark Twain, Roger Casement o G. W. Williams bajo el título “La tragedia del Congo”). Pero seguramente el testimonio más atroz y de mayor repercusión a nivel mundial sobre la situación del Congo ha sido la experiencia novelada de Joseph Conrad con “El corazón de las tinieblas”, que sacó del letargo a los europeos, cuyo imaginario en relación al enorme territorio centroafricano se vio violentamente encendido. También del siglo XIX son los desafortunados testimonios de Henry Morton Stanley, quien más que transmitir los horrores del país, se dedicó a crearlos y fomentarlos. 

Antes de que se llegase al primer tercio del siglo XX, en 1925, André Gide escribió su “Viaje al Congo” (una dura crítica contra el modelo colonialista francés), y algo posterior (de 1944) es el “África en blanco y negro”, con gran protagonismo para el Congo, de Carlos Sentís. Aún posteriores son los textos del polaco Ryszard Kapuscinski (hay presencia del Congo en sus “Ébano” y “Viajes con Heródodo”). Y Ya de finales del siglo XX o incluso del siglo XXI son las aportaciones de Javier Reverte (con “Vagabundo en África”), Enrique Criado (con “Cosas que no caben en una maleta”, sobre su experiencia como diplomático en el Congo) y Peter Forbath (con su “El río Congo). Fuera del ámbito de la literatura de viajes, destaca la aportación de la novela ambientada en el Congo “Un caso acabado”, del británico Graham Greene.

Lecturas propuestas

Tranvía 83 (Fiston Mwanza Mujila)

El escritor congoleño hace transcurrir la acción en un lugar ficticio llamado “Ciudad-País”, pero es rotundamente imposible que ningún lugar del planeta reúna tantos elementos en común con él como el Congo. Todo transcurre en un concurrido local de ocio de nombre idéntico al título del libro, y por él desfila una variada fauna compuesta por prostitutas, empresarios, buscadores de oro, rateros, camareras, expatriados, escritores, y buscavidas de distinta índole y calaña. Todos ellos buscan cumplir sus objetivos, sin demasiadas consideraciones a lo que le ocurre al de al lado, aunque algunas veces surgen oportunidades de interacción y cooperación que nadie quiere dejar escapar.

El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad)

Considerado una de las obras maestras de la literatura sobre África, este libro del escritor polaco, escrito en inglés, es la experiencia del propio autor hecha novela. Se trata de un largo monólogo por parte del mítico personaje Charles Marlow –que bien podría ser el alter ego del autor-, quien partiendo de Londres hará un viaje a África que le llevará a remontar el río Congo y a descubrir cuanto de sanguinario y bárbaro es capaz de crear la mente humana

El sueño del celta (Mario Vargas Llosa)

En esta novela biográfica sobre la figura del diplomático irlandés Roger Casement, el escritor peruano deja un testimonio escalofriante sobre la situación del país africano en sus tiempos de finca privada del rey belga Leopoldo II. Miembro de la expedición de Henry Morton Stanley, Casement conoció de primera mano la brutalidad, la injusticia y la crueldad con las que los europeos trataban a los nativos africanos. Con unos sólidos valores y una voluntad de hierro, el irlandés hace a Europa reaccionar ante el horror colonizador de este y de otros lugares del mundo.

Vagabundo en África (Javier Reverte)

El autor español escribió este libro como parte de su trilogía de África (aunque después escribió más libros sobre viajes por ese continente). Aunque parte del sur, una parte relevante del libro transcurre en el Congo, donde conoce la esencia de la que él mismo denomina “la hermosa pero horrible África”. Con su habitual formato que combina documentación histórica y vivencia propia, Reverte explica cómo el robo es un elemento innegociable en la cultura nacional o narra cómo estuvo a punto de morir a manos de unos soldados drogados que asaltaron su barco en pleno río Congo.

La gente de la selva (Colin Thurnbull)

En este libro el antropólogo británico hace un trabajo de campo con los pigmeos bambuti, que habitan en las profundidades de la congoleña Selva de Ituri. El autor cuenta con pelos y señales cuanto aprende sobre la forma de vida de los pigmeos, sobre su profundo conocimiento de la selva, sobre sus ritos y fiestas, sobre sus relaciones -históricas y actuales- con los pueblos bantúes que una vez llegaron para desplazarles y utilizales, y sobre las sensaciones que experimentan cuando salen del que siempre ha sido su entorno natural de vida. Se trata, sin duda, de un valioso documento antropológico.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

El Congo es un enorme país situado en el centro del continente africano, atravesado por la línea del ecuador y cubierto por selva ecuatorial y tropical que hace que la vida sea muy hostil y complicada. El Río Congo ha sido históricamente el elemento que ha articulado el territorio y que ha facilitado ciertas operaciones (sobre todo el transporte), y  en la actualidad hace durante muchos kilómetros de frontera con “el otro Congo”, la República del Congo o Congo-Brazzaville.

Si la diversidad de etnias, pueblos, lenguas y costumbres marcó la vida en el país antes de la llegada de los europeos, la relación traumática entre unos y otros fue la esencia del período posterior. Pueblos bantúes colonizaron la región y formaron un imperio fuerte a mediados del siglo XV a cargo principalmente de miembros de la etnia luba. Las interacciones con portugueses y neerlandeses dejaron paso a la reclamación del territorio por parte del rey belga Leopoldo II en 1885, una situación que a su vez fue seguida por la anexión por parte del Estado belga ya a principios del siglo XX. La independencia no trajo la ansiada solución de los problemas, y ha sido común la presencia de dictaduras, conflictos y corrupción.

La diversidad que históricamente ha habido se mantiene en la actualidad, y son más de doscientas las etnias que conviven en el país. Las principales son la kongo, la luba y la mongo, todas ellas con más de diez millones de personas. Otras etnias de presencia menor son la lingala, la lulua, la chokwe, la bembe y la bemba. Además de pueblos bantúes, hay una pequeña presencia de comunidades pigmeas. Aproximadamente la mitad de la población es cristiana, aunque también hay una importante sello de creencias animistas.



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