Interior de África, el misterio como recurso de la literatura de viajes


El despegue de la literatura de viajes sobre Asia y América

Desde la Antigüedad, y posteriormente también durante la Edad Media, la literatura de viajes comenzó a configurarse como uno de los géneros literarios que más atención suscitaba, aunque solo fuese porque traía sugerentes y con frecuencia impresionantes relatos sobre tierras lejanas, en algunos casos, todo hay que decirlo, sirviéndose de la exageración e incluso de la mentira con el fin de conseguir tener un mayor impacto. Si en la Antigüedad fueron viajeros egipcios como Herkhuf, fenicios como Hannón y griegos como Heródoto los que trajeron historias y relatos de tierras lejanas, en la Edad Media continuaron la tradición otros grandes viajeros también del mundo mediterráneo como Ibn Battuta o Marco Polo.

Pero, por lo general, donde la mayoría de esos cronistas viajaban para plasmar sus impresiones era a tierras asiáticas (ya se habló en una entrada anterior de esta web sobre el papel que Oriente tuvo en la literatura de viajes), a latitudes cada vez más cercanas al Polo Norte o a territorios cercanos a la costa de África.  Con el descubrimiento de América por parte de los europeos, ese nuevo mundo también se sumó a los anteriores como un nuevo territorio sobre el que se escribieron relatos y crónicas. Pero un vasto territorio quedaba aún en gran parte desconocido, sin que ningún viajero europeo pudiese conocer gran cosa de él, ni mucho menos escribir sobre sus rasgos y características. Y ese territorio no era otro que el interior de África, que permanecía como una especie de mancha en blanco en los mapas.

Primeras incursiones y testimonios escritos sobre África en el inicio de la Edad Moderna

Fueron los portugueses los primeros europeos en conseguir avances notables en el descubrimiento de nuevos territorios africanos, ya que ese continente era lugar de paso para ellos en sus tentativas de alcanzar los ricos mercados asiáticos por mar, una vez que las rutas terrestres que se habían utilizado hasta el siglo XV presentaban crecientes dificultades y problemas. Así, fueron exploradores como Enrique el Navegante, Bartolomé Dias y Vasco de Gama quienes fueron superando los obstáculos que se presentaban (primero lo era el Cabo Bojador, después lo fue el de Buena Esperanza), siendo sus respectivos cronistas los encargados de plasmar las experiencias por escrito, pero, en cualquier caso, los únicos territorios que llegaban a conocer mínimamente eran los costeros, en los que de hecho fueron fundando factorías comerciales y más adelante puestos coloniales. Incluso más tímidas fueron las tentativas acometidas por otros europeos, como los españoles, los franceses, los británicos o los neerlandeses, también limitando el interés a la costa e incluso a islas y archipiélagos. Algo más consiguieron penetrar en el interior, como consecuencia de su interés en conseguir esclavos, los árabes, pero en cualquier caso no se puede hablar de un conocimiento profundo del corazón de África, ni por supuesto sobre relatos sobre él producidos de forma sistemática.

Nueva oleada de exploradores del siglo XVII en adelante

Tal vez es el español Pedro Páez el primer europeo en escribir de forma rigurosa sobre un lugar del interior de África como Etiopía a principios del siglo XVII, como consecuencia de su prolongada estancia en el país por su labor como misionero, y habría que esperar un siglo más para ver irrumpir a la siguiente figura relevante en la literatura de viajes sobre África, la del escocés Mungo Park, quien contó sus experiencias en el entorno del Río Níger. También son dignas de mención, a principios del siglo XIX, las crónicas de Tombuctú del francés René Caillie. Pero iba a ser a mediados de ese siglo XIX cuando ya sí iba a llegar un auténtico boom de exploraciones por el interior del continente, así como de crónicas, relatos y libros de esos viajes, y en esa carrera iban a destacar nombres que han pasado a la posteridad de la literatura de viajes como los de David Livingstone (que viajó sobre todo por la zona del Río Zambeze), Richard F. Burton (quien exploró los lagos de África Central), John H. Speke (que también escribió sobre esa zona de los lagos) o Henry M. Stanley (que se prodigó en la región del Río Congo).

Rota esa barrera inicial de descubrir para Europa los últimos rincones del continente que permanecían en la oscuridad, ya han sido muchos los autores que han destacado por sus crónicas africanas tratando de aprovechar la atracción que el continente aún despierta no obstante su mayor conocimiento, y entre esos escritores tal vez han destacado sobre los demás Mary Kingsley, Andre Gide, Ewelyn Waugh, Ryszard Kapuscinski, Paul Theroux o Javier Reverte, entre otros.



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