La Negritud, un movimiento literario transcontinental


Un movimiento amplio y presente en varios continentes

En otras entradas previas de esta sección de la web se ha hablado de algunos movimientos o corrientes literarias que se han considerado de relevancia, pero casi siempre se ha tratado de casos en los que el movimiento afectaba a la literatura de una región, cuando no a la de un solo país. Pero hay un movimiento (probablemente no sea el único, en cualquier caso) que llama la atención por el hecho de afectar a más de un continente, y esa corriente no es otra que la conocida como de la Negritud.

El movimiento de la Negritud es un fenómeno que afecta a lo político y a lo ideológico además de a la literatura, ya que lo que la corriente persigue es la reivindicación de una cultura, la negra africana, por medio de la recuperación y la puesta en valor de sus señas de identidad, que sin duda se habían difuminado o perdido en los siglos anteriores con motivo del trato y consideración que de ella habían tenido otros actores del panorama internacional (el filósofo francés Jean Paul Sartre definió el movimiento como el de “la negación de la negación del hombre negro”). Es en la tercera década del siglo XX cuando el movimiento se desencadena –aunque después se extendería durante varias décadas-, y lo iba a hacer impulsado por las aportaciones a la causa de una serie de nombres relevantes ubicados en dos zonas principales del planeta: la propia África Negra, y el Caribe, sin duda los dos lugares por excelencia en los que, por distintos motivos, la presencia de lo puramente africano era más patente (además, y para acentuar esa transcontinentalidad, hay que añadir que en parte el movimiento se desarrolló también en Europa, al ser emigrantes en ese continente algunos de quienes lo impulsaron). Atendiendo, en cualquier caso, al origen de los escritores, en el caso de África es sobre todo en los países de la parte occidental del continente (Senegal, Benin o Costa de Marfil) donde el movimiento se levanta con más fuerza, mientras que en el caso del Caribe es en países como Haití, Guadalupe o Martinica donde el fervor es mayor (curiosamente, y salvo en el caso de Costa de Marfil, es en colonias francesas donde la Negritud ha tenido un mayor esplendor, lo cual no debe extrañar si se tiene en cuenta que fue en el seno de comunidades de estudiantes franceses que se sentían discriminados al continuar sus estudios en la metrópoli donde el movimiento apareció).

América, aparición del movimiento y grandes referentes del mismo

Incluso el nacimiento de la corriente está a caballo entre dos continentes, aunque tal vez sea razonable volcar más su origen hacia el continente americano, ya que se considera que fue René Maran (nacido en Martinica y de padres guayaneses, aunque después vivió gran parte de su vida en Gabón) el principal precursor del movimiento, estando su obra dedicada principalmente a la denuncia de los abusos del colonialismo (su obra más conocida es la novela “Batuala”).

Además de eso, fue también en América donde, a pesar de que la raza negra es originaria de África, han estado alguno de los más célebres exponentes del movimiento. Es el caso del martiniqués Aime Césaire (poeta principalmente –aunque también ha escrito ensayos y teatro- que con su obra pretendió defender las raíces africanas), del guayanés Leon-Gontran Damas (en cuya obra también predomina la poesía, siempre tratando de reivindicar a la raza negra y a su herencia cultural), del martiniqués Edouard Glissant (novelista, poeta y ensayista considerado poeta del mestizaje y acuñador de términos como el de “criollización”), la guadalupeña Maryse Conde (conocida sobre todo por sus novelas, a través de las cuales practica el activismo feminista además del que defiende a la raza negra) y de la también  guadalupeña Simone Schwartz-Bart (sobre todo novelista y dramaturga, que también ha defendido la causa).

África, esencia del movimiento y otro buen puñado de representantes

Hay quienes, a pesar de las circunstancias en las que el nacimiento de la corriente estuvo envuelto –las arriba comentadas-, consideran que se trata de un movimiento puro africano, al ser de ese continente del que es originaria la raza negra (aunque, en realidad, todas las razas y no solo la negra proceden de él, al menos en base de lo que se ha conseguido saber hasta ahora).

Sin duda, y para apoyar esa tesis, no faltan los escritores originarios del continente que se han esforzado por impulsar el movimiento, igual o más que sus coetáneos caribeños. Entre todos ellos, en cualquier caso, destaca la aportación del senegalés Leopold Sedar Senghor (también considerado fundador del movimiento y principalmente poeta, aunque también se dedicó a los textos políticos), aunque estuvo bien acompañado y secundado por otras figuras como el congoleño Jean-Pierre Makouta Mboukou (referencia en la literatura de su país y del continente, que se prodigó en varios géneros y ganó premios a nivel continental), el sudafricano Lewis Nkosi (que incluso escribió ensayos acerca de la esencia y los rasgos principales del movimiento), el senegalés Birago Diop (que aunque tardó en sumarse al movimiento, lo representó bien a través de sus cuentos y sus relatos fantásticos) o el camerunés Mongo Beti (en realidad el pseudónimo de Alexandre Biyidi-Awala, quien criticó tanto a los colonos europeos como a los propios africanos por su mala gestión post-colonial).



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