La novela negra, un fenómeno literario de gran alcance en Europa y Norteamérica


Un subgénero con marcadas señas de identidad

La novela negra o novela policíaca es un subgénero literario que, por lo general, cuenta con unos rasgos y pautas fácilmente reconocibles, como suelen ser la presencia de un crimen inicial que desencadena toda la acción posterior, la participación en la trama de un policía, detective o investigador que trata de averiguar lo ocurrido, y la de un asesino -a veces ladrón- que, por lo general se muestra en mayor o menor medida esquivo, generando y articulando el suspense que sin duda hace de hilo conductor de la obra . Algunos autores especializados han insistido en la idea de que ambas (novela negra y novela policíaca) serían sub-géneros diferentes, habiéndose presentado distintas versiones de lo que constituiría la diferencia fundamental, pero en este artículo se hablará de forma genérica de las dos (aunque después se expondrá alguna idea acerca de aquello que podría constituir la diferencia entre ambas). En cualquier caso, sin duda sobre esas pautas básicas y generales antes expuestas se han dado muchas variaciones, especialmente en las últimas décadas en las que la cantidad de autores, el número de obras, los recursos literarios y la capacidad de innovación han crecido de forma exponencial, y así, en algunos casos el crimen que constituía el elemento central de la obra ha dejado de ser lo  más importante para dejar paso a otros aspectos, como por ejemplo el de la crítica de la sociedad o del alma humana que el autor hace. Pero, en cualquier caso, esas señas de identidad básicas son difícilmente prescindibles en el género. Por último, merece la pena destacar que, con frecuencia, los autores han creado un personaje policía o detective al que han hecho participar en varias novelas, creando así personajes legendarios e inolvidables que en algunos casos han alcanzado gran notoriedad.

Origen y evolución inicial en Estados Unidos y Reino Unido

Aunque se ha hablado de ciertos antecedentes, existe cierto consenso en aceptar la idea de que la novela negra o policíaca nació a mediados del siglo XIX de la mano del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, al que pronto seguirían autores británicos de finales del XIX o ya del XX como Arthur Conan Doyle o Agatha Christie. Después, tal y como ocurrió con otros géneros o sub-géneros literarios, la novela negra ha atravesado distintas etapas en las que, entre otras cosas, han ido variando los aspectos estilísticos de las obras, entre los que merece destacar, por encima de otros, el de los ambientes en los que las tramas se desarrollaban (de hecho, para algunos autores, es precisamente este ambiente en el que la historia tiene lugar lo que marca la diferencia entre novela negra y novela policíaca, siendo el de la novela negra por lo general más oscuro y sórdido que el de la novela policíaca -otros autores, en cambio, establecen la diferencia entre ambos subgéneros en el tipo de final que se da en uno u otro tipo de obra-). Pero, en cualquier caso, esa evolución de las décadas posteriores se dio dentro de las “fronteras literarias” de los dos países que la habían impulsado: Estados Unidos y el Reino Unido, siendo algunos otros autores destacados Patricia Highsmith, Raymond Chandler, Dashiell Hammett o Edmund Crispin, entre otros.

Hacia un fenómeno literario transcontinental

Tras una marcada crisis en los años 60 y 70 del siglo XX, el sub-género despegó, y lo hizo para alcanzar una dimensión transcontinental, en la medida en la que diversos países tanto europeos han visto crecer de forma exponencial tanto el número de autores como el de obras (además de en Europa, también en Estados Unidos y Canadá han proliferado los escritores del sub-género).

No obstante esa corriente generalizada, la producción de novela negra ha destacado principalmente en ciertos polos como los que constituyen por un lado países nórdicos (con autores como Henning Mankell, Stieg Larsson, Lars Kepler -en realidad un pseudónimo tras el cual escribe un matrimonio-, Camilla Lackberg, Jo Nesbo, Liza Marklund o Arnaldur Indridason), por otro Estados Unidos (con aportación de John Verdon, John Katzenbach, Donna Leon, James Ellroy, Michael Connelly, Don Winslow o Harlam Coben) y por otro España (con nombres interesantes como los de Manuel Vázquez Montalbán, Lorenzo Silva, Dolores Redondo, Juan Gómez-Jurado, Eva García Sáenz de Urturi, César Pérez Gellida o Domingo Villar). Y basta con mencionar a otros autores como el italiano Andrea Camilleri, la francesa Fred Vargas -también se trata de un pseudónimo-, el griego Petros Markaris, el irlandés John Connolly, el británico Phillip Kerr o la canadiense Louise Perry para entender esa transcontinentalidad que el sub-género ha alcanzado, y que este artículo quiere poner en valor. Obviamente, cada país con sus propios autores y seguramente también con ciertos rasgos que los diferencian, todos han emprendido una apasionante carrera para poner en el mercado la oferta de novela negra más amplia y de mayor calidad posible. Y, como no podía ser de otra forma, los lectores son los principales beneficiados de esa bendita competencia.



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