Latinoamérica, vanguardia de la innovación y la experimentación literaria


Gran diversidad general en la historia de la literatura universal

La literatura mundial ha dejado, a lo largo de la historia, una amplia variedad de géneros, corrientes y manifestaciones literarias, algunos de los cuales han tenido una escala global, mientras que otros han tenido un carácter más regional. Se puede decir que la literatura ha estado, a lo largo de los siglos, en un proceso de evolución y transformación continua que, si acaso, se ha mitigado algo en el siglo XX, ya que después del movimiento conocido como de las Vanguardias, se ha dado una cierta estabilización de géneros y formas literarias, y casi todo lo que se ha hecho nuevo ha sido en el ámbito de la novela, el que ha terminado siendo el género más difundido y leído a nivel mundial. Una región del mundo, sin embargo, ha continuado teniendo un notable nivel de innovación y experimentación literaria, y esa región, entendida en sentido amplio, no es otra que Latinoamérica.

Varios autores a la vanguardia de la experimentación

Diversos autores del continente americano han estado a la cabeza de ese proceso innovador que ha caracterizado a la región, aunque en este artículo se seleccionará solamente a tres de ellos a modo de ejemplo.

Uno de ellos es Jorge Luis Borges, quien utilizó en gran medida el recurso conocido como intertextualidad, que consiste en recoger y aludir ideas y contenidos de otros textos y  autores para, a partir de ellos, articular un discurso propio, proponiendo al lector un reto que le lleva a necesitar conocer los intertextos, o textos cuyos contenidos se aluden. Borges, además, fue un maestro en combinar temas de ficción con matices de no ficción, en tratar temas metafísicos y abstractos, en crear realidades oníricas a través de sus poemas, y en implantar unas reglas propias para la lectura de sus textos. Existe consenso en interpretar que la tendencia a la experimentación del escritor argentino era fruto de su disconformidad con las tendencias de la literatura mundial en el momento en el que él vivió.

Otro argentino, Julio Cortázar, no anduvo a la zaga de la experimentación literaria, ya que persiguió tener un lector cómplice que tomara parte activa en el proceso literario, obligándole incluso a tomar decisiones que influían en el proceso de interiorización y asimilación de las obras literarias. También fomentó y trabajó la deconstrucción del lenguaje, una técnica que perseguía huir del lenguaje prefabricado que era comúnmente utilizado en la literatura, para acercarse a otra forma de comunicación más poética y metafísica.

También es relevante la aportación a la innovación literaria del escritor cubano Alejo Carpentier, quien acuñó e implantó el término de lo real maravilloso, un género o estilo literario que aboga por aceptar que en la realidad existen cosas maravillosas, fantásticas e inexplicables, y por integrarlas en la literatura, como forma de expresión de la realidad que esta es. Por lo general, esos aspectos o elementos maravillosos forman parte de una cultura, no cuentan con ninguna explicación que las soporte, y para creer en ellas es necesaria la participación de la fe. Para el escritor, el concepto es exclusivamente americano, y es por ello que la literatura del continente debe reflejarlo. No se debe confundir el término de lo real maravilloso con el género del Realismo Mágico, pues ambos tienen enfoques y matices diferentes.

Experiencias literarias novedosas

Leer a estos tres escritores –que, en cualquier caso, no son más que algunos de los representantes de la corriente experimental latinoamericana- deja experiencias novedosas, originales, y a veces impactantes. Leyendo a Borges, el lector puede aprender lo que es el “aleph”, un pequeño y misterioso punto circular de apenas unos pocos centímetros de diámetro que concentra todo el espacio cósmico, por lo que representa el infinito, o conocer la historia de Funes el Memorioso, un personaje que tiene el gran problema de que no puede olvidar nada de lo que ve, vive o experimenta, debiendo convivir con esa circunstancia y con las consecuencias que de ella se derivan.

Con Cortázar, en concreto con su obra “Rayuela”, un lector puede elegir entre las opciones de leer el libro en el orden habitual que lleva de la primera página a la última y la de leer los capítulos en el orden propuesto por el autor, llegándose con ambas alternativas a experiencias lectoras diferentes y guiadas por el propio autor, quien así puede conseguir los propósitos que se plantea. En los cuentos del autor, en cambio, se puede acceder a situaciones tan inverosímiles como las de que un atasco en una autopista de las afueras de París tarde en resolverse varios días, o como que un hombre que acude al teatro como espectador se termine viendo obligado a participar en la obra que había ido a presenciar.

Por último, en la trilogía de relatos “Guerra del tiempo”, de Alejo Carpentier, el lector se ve sometido a una serie de planteamientos que le van a resultar chocantes, teniendo todos ellos como denominador común la utilización del elemento del tiempo por parte del autor. En uno de los tres relatos, por ejemplo, el tiempo transcurre hacia atrás, en lugar de hacerlo como en la realidad, y en otro el autor juega con saltos en el tiempo que desconciertan al lector, quien tiene que verificar constantemente en qué punto del tiempo se encuentra. En otro relato que forma parte del mismo libro, aunque no de la trilogía, el autor ofrece una historia que es vivida, interpretada y contada a través del prisma de un perro, que es el auténtico protagonista de la historia.

Como estos, pueden encontrarse infinidad de ejemplos en las páginas escritas por los diversos autores latinoamericanos que han dedicado sus esfuerzos a agrandar y enriquecer el panorama de formas, recursos e innovaciones literarias.



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