Literatura contemporánea de los pueblos aborígenes de Australia y Nueva Zelanda


Minorías con personalidad

Como sucede en otros países que han sufrido procesos de colonización protagonizados por los británicos, en Australia y Nueva Zelanda, la presencia y representatividad en la sociedad de las comunidades aborígenes que poblaban el país ante de la llegada de esos invasores foráneos, es hoy en día reducida. Si bien tanto aborígenes australianos como maoríes neozelandeses han protagonizado las primeras formas de literatura oral de sus países, tienen un impacto limitado, aunque enormemente interesante, en la literatura contemporánea de sus respectivos países.

Los aborígenes australianos apenas representan el 3% de la población australiana, y son, junto a los melanesios, los únicos seres humanos que no descienden del homo sapiens sapiens; proceden, en cambio, de los denisovanos, un homínido que emigró de África antes que el homo sapiens sapiens y que evolucionó de forma separada en el Sudeste Asiático y en Oceanía. Desde un primer momento, cultivaron un arte en el que, aunque destacaron la música y la pintura, también tuvo presencia la literatura.

Por su parte, los maoríes, suponen alrededor del 15% de la población neozelandesa, y tienen una presencia cultural y social en su sociedad considerablemente mayor que la de sus homónimos australianos. Son, en realidad, un pueblo de origen polinesio, que hace no demasiados siglos llegó a las islas que componen Nueva Zelanda después de que estas hubieras estado más de ochenta millones de años sin presencia humana.

Papel reducido, pero interesante, en la literatura contemporánea

En los artículos de país correspondientes a Australia y Nueva Zelanda de esta web, se ha hablado del papel de aborígenes australianos y maoríes en la literatura temprana de sus respectivos países, pero en ambos casos sucede que tienen un protagonismo relativamente reducido en el panorama literario actual, dominado como está este por los escritores descendientes de las comunidades europeas que colonizaron el país. Sin embargo, ambos pueblos dotan de una riqueza y originalidad especial a las literaturas actuales de sus países.

En el caso de los aborígenes australianos, la presencia es limitada pero apreciada y valorada. El considerado primer escritor aborigen fue David Unaipon, que dejó relatos de la mitología de su pueblo en “Cuentos legendarios de los aborígenes australianos”   –ya su padre había aportado los testimonios y relatos que habían facilitado la creación de la obra del misionero George Taplin-, y desde entonces han destacado Oodgeroo Noonuccal (poeta además de activista que pelea por los derechos de los aborígenes), Kim Scott (novelista que ha ganado varios premios), Sally Morgan (novelista y dramaturga que dejó la obra “Mi lugar”, de gran éxito en Australia, que trata sobre el pasado de su familia), Kevin Gilbert (el primer dramaturgo aborigen y autor de la primera obra política en la cuestión del pueblo al que pertenece) o Noel Pearson (que también ha defendido con sus textos los derechos de los aborígenes). Merece la pena destacar que algunos de estos autores son mestizos, con mezcla de sangre aborigen y europea. En cualquier caso, la aportación del colectivo es variada y está creciendo.

La literatura maorí está, como se comentaba antes, más presente en el panorama literario actual de su país –como lo está la cultura maorí dentro de la neozelandesa-, y eso a pesar que su eclosión fue algo más tardía que la de la literatura aborígen. El primer autor relevante fue el poeta Hone Tuwhare, quien publicó su primera colección en los años 60 del siglo XX, poco antes de que  Jacqueline Sturm fuese la primera autora maorí en aparecer en una antología de literatura neozelandesa, y de que en la década de los 70 destacasen los novelistas Witi Ihimaera (cuya obra trata de transmitir  la vida de los maoríes en la sociedad actual) y Patricia Grace (que escribió la primera colección de cuentos maoríes). Aún más tarde iba a llegar el protagonismo de Keri Hulme, novelista, poetisa y cuentista que ha ganado premios como el Booker, que contemplan la literatura de habla inglesa de todo el mundo.



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