La literatura de Sudáfrica


País: 
Sudáfrica

La literatura de Sudáfrica

Como ocurre en muchas otras regiones de África, en Sudáfrica la primera literatura fue oral, a cargo de los distintos pueblos que poblaban la región antes de que llegasen los europeos. Inicialmentelo hicieron los pueblos khoisan, divididos en khoi u hotentotes y san o bosquimanos, que se desplazaron y migraron por distintas regiones del sur de África. Tuvieron una literatura oral compuesta por relatos con los que transmitían su visión de la humanidad como cazadores-recolectores, su constante interacción con los elementos de la naturaleza -con especial protagonismo para animales como el león o el antílope-, los objetos de la vida cotidiana (armas, pieles, ajuar, etc) o los agentes y elementos del cielo (sol, luna o estrellas). Posteriormente llegaron del norte y les desplazaron los pueblos bantúes, y uno de los que más presencia y relevancia tuvieron en Sudáfrica fue el zulú, que produjo una ingente cantidad de mitos y leyendas con los que trataban de contar los acontecimientos que protagonizaban o de los que eran testigos (su historia, marcada por las luchas tribales y los cambios políticos les llevaron a que los distintos eventos sustituyesen a los temas habituales de otros pueblos indígenas, como suelen ser los dioses –había pocos para los zulús- o los fenómenos de la naturaleza). No obstante, el origen y el destino de la humanidad también fueron interrogantes que dieron nacimiento a mitos como el de  la creación (que parece surgir a partir de unos juncos), el del origen de la muerte, o el  del Tokoloshe, una especie de espíritu maligno que se utilizaba con el fin de amedrentar a quien no estaba obrando bien. Otros pueblos que generaron literatura oral en el territorio que hoy es Sudáfrica fueron el xhosa o el sotho.

La literatura escrita comenzó más tarde que en otros países del continente, apareciendo la que es considerada primera novela sudafricana, “Historia de una hacienda africana” de Olive Schreiner, en 1883. Y ya en el siglo XX iba a comenzar la producción masiva de obras literarias, que consta de tres ámbitos bien diferenciados, marcados por la lengua en la que esas obras se plasmaban. En lo que concierne a la literatura en lenguas locales, es relevante la aportación de Samuel E. K. Mqhayi (autor de una abundante obra en lengua xhosa), de Thomas Mofolo (autor de la célebre novela “Shaka el zulú”, sobre la figura del líder de ese pueblo, en lengua sotho), Solomon T. Plaatje (con un estilo basado en cantos de alabanza que se enmarca en la tradición oral bantú), Ezekiel Mphalele (que analiza la literatura escrita por blancos y negros), Peter Abrahams (escritor que trató la opresión racial y que se vio forzado al exilio) o Mongane Wally Serote (quien ofrece una visión de la vida cotidiana de los negros durante el apartheid). Dentro del ámbito de la literatura en inglés, destacan nombres como los de Doris Lessing (autora de una obra que tiene mucho de autobiografía y de reivindicación feminista), Alan Paton (autor de novelas cortas que se posicionó contra el apartheid), Athol Fugard (el principal dramaturgo sudafricano) o Nadine Gordimer (novelista que trató los conflictos interétnicos y que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1991). En la literatura en afrikaans –el idioma que surgió del neerlandés que los primeros colonos de Países Bajos llevaron a Sudáfrica y que después evolucionó como lengua, obviamente influenciado por lenguas locales- destacan inicialmente los poetas Cornelis J. Langenhoven, Eugene Marais, Jan Celliers y Louis Leipoldt (sus obras suelen tratar sobre el destino de los afrikáners, y un poema lírico del primero de ellos se convirtió en el himno nacional sudafricano) dentro del movimiento conocido como Plaas Roman, antes de darse otros como los de los Dertigers o los Sestigers, de los años cuarenta y sesenta respectivamente, con protagonismo de Breyten Breytenbach (lírico de prestigio que también se ha dedicado a la pintura) y de Dirk Johannes Opperman (uno de los poetas sudafricanos más reconocidos). Fuera de la poesía han destacado los novelistas Etienne Leroux y André Brink.

En el período moderno, a finales del siglo XX y en el siglo XXI, cuando ya la diferenciación por lengua pierde sentido al tratarse de una Sudáfrica renovada y muy remozada en lo que a integración social y étnica se refiere, han tenido protagonismo nombres como los de John Maxwell Coetzee (ganador del Nobel de Literatura en 2003, que escribe sobre la soledad del hombre blanco y su angustia en África), Karel Shoeman (quien se centra en proyectar el esplendor del país sudafricano), Ceridwen Dovey (novelista y antropóloga), K. Sello Duiker (novelista que ha ganado varios premios), John van de Ruit (novelista y dramaturgo) o Deon Meyer (autor de novela negra).

La literatura sobre Sudáfrica

Un miembro de la expedición de Vasco da Gama, la segunda que llegó a tierras sudafricanas desde Europa (lo hizo en 1497, nueve años después que la de Bartolomé Dias) fue seguramente el primero en escribir sobre la región –el texto se conserva en Oporto-, antes de que lo que gente llegada de fuera escribió sobre el país deba encuadrarse más en la literatura afrikáner o inglesa tratadas en el primer epígrafe. De principios del siglo XX son “Nuestro invierno africano”, de Arthur Conan Doyle y “Los flamboyanes de Thika. Memorias de una infancia africana”, de Elspeth Huxley.

En época más reciente han escrito sobre Sudáfrica autores como Paul Theroux (quien habla del país en varios de sus libros), Javier Reverte (con su “Vagabundo en África”), Laurens Van der Post (quien narra una expedición en busca de los últimos bosquimanos), Nani Dowling (con “Pura África”), Temoris Grecko (con “Asante África”) o Álvaro Campos (con “Travesía africana en Seat 600”).

No son pocas las novelas ambientadas en el país (como “Un arco iris en la noche”, de Dominique Lapierre o “El camino de Hazard”, de Roger Hubank) ni los ensayos escritos sobre la situación del país a finales del siglo XX (destacan las de John Carlin “El factor humano” o “Heroica tierra cruel”).

Lecturas propuestas

Vida y época de Michael K (J.M.Coetzee)

Este libro del Nobel sudafricano trata sobre las experiencias del jardinero Michael K, quien decide abandonar junto a su madre Ciudad del Cabo para emprender una nueva vida en el campo. Una nueva vida que, tras la muerte de la madre, pasa a ser una existencia tortuosa marcada por la soledad, por la angustia y por el desarraigo, y que le hace pasar por rincones alejados de toda civilización y por campos de concentración. La maestría en la narración de Coetzee hace que la atmósfera que crea sea tan opresiva para el lector como para el propio protagonista de la historia.

El factor humano (John Carlin)

Pocos libros como este sirven para ilustrar una época en la que Sudáfrica fue protagonista en todo el mundo y en el que todo iba a cambiar a través de uno de los cómplices más inesperados, el deporte. El periodista británico John Carlin repasa la fascinante e inigualable labor que el presidente sudafricano Nelson Mandela llevó a cabo en el país en los años XX del siglo pasado con el fin de terminar con el aborrecible régimen del apartheid, evitar una guerra civil entre razas y dar comienzo a una nueva etapa en la historia del país, las tres cosas de una tacada. Y en el proceso juega un papel mucho más importante de lo que se podía imaginar el rugby.

El último tren a la zona verde (Paul Theroux)

En el que probablemente es su último viaje con fines literarios, Theroux se propone volver a escenarios del continente africano en los que había estado décadas antes. Y uno de esos lugares es Sudáfrica... Pero nada es como era antes, y el autor ofrece una visión personal de lo mucho que han cambiado Ciudad del Cabo, Johannesburgo o Soweto, aunque no en menor medida ha cambiado también él, por lo que el libro termina siendo un excelente testimonio de la evolución de los lugares y de las personas que las visitan a través de sus viajes.

Vagabundo en África (Javier Reverte)

Es el segundo libro de viajes dedicado a África del autor, y en él cuenta sus vivencias por distintos países, entre los que se encuentra Sudáfrica. Reverte la visita cuando el país sale del apartheid, pero no contento con eso, echa la vista atrás, y conduciendo su propio coche llega hasta algunos de los más conocidos escenarios de las crueles y sangrientas guerras anglo-bóers. Y gustándole como le gusta repasar datos biográficos y peripecias de grandes personajes de la historia, no deja de hacerlo con las figuras del siempre admirado Nelson Mandela o del líder de la resistencia bóer Paul Kruger, que hoy da nombre al más conocido parque nacional del país.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Sudáfrica es el país que ocupa casi toda la parte meridional del continente africano, y sin duda es la potencia económica más relevante del continente, llegando incluso a ser frecuentemente incluido entre los países más emergentes del mundo junto a potencias como Brasil, Rusia, India y China (juntos forman la asociación conocida como BRICS). La bañan los océanos Atlántico e Índico, y su latitud hace que tenga unas condiciones mucho más favorables para el desarrollo económico que las de la mayoría de los países de África.

Pueblos bantúes o congoides–en especial el zulú y el xhosa- desplazaron a otros pueblos cazadores y recolectores que antes habían estado en la región (aunque en realidad los khoi se dedicaban más al pastoreo), y mantuvieron luchas y enfrentamientos que duraron hasta que llegaron los europeos –y aún se extendieron hasta más tarde-. Los intereses comerciales llevaron al país a portugueses, holandeses y británicos, que a través de las distintas guerras que mantuvieron (algunas de ellas, como las anglo-bóers, muy crueles) fueron configurando un país que iba a vivir su momento de mayor horror con el sistema del apartheid, que tuvo vigencia en casi toda la segunda mitad del siglo XX. Una extraordinaria e inigualable labor de Nelson Mandela pudo llevar al país a la paz y a la estable situación que vive hoy en día.

Sudáfrica es un país con una enorme variedad étnica. En torno al 85% de la población es de raza negra, y aunque dentro de ella hay multitud de etnias, predominan las bantúes. La mayoría de la población es cristiana, principalmente protestante y evangélica, aunque es de destacar la presencia de una importante comunidad hindú, como consecuencia de la corriente migratoria procedente de la India.

 



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