La literatura de Bolivia


País: 
Bolivia

La literatura de Bolivia

Los pueblos indígenas sudamericanos que poblaban el hoy territorio boliviano a la llegada de los europeos fueron los primeros en generar una literatura en el país, y entre esos grupos indígenas destacan los incas y los aymaras, que desarrollaron formas y manifestaciones literarias en sus respectivos idiomas (el quechua para los incas y el aymara para el pueblo del mismo nombre). La literatura en quechua constaba de leyendas, poemas, himnos religiosos, relatos épicos y canciones que eran reproducidos principalmente en forma oral, que eran transmitidos por determinadas figuras de la comunidad (entre ellas destacan la del curaca o jefe político y la del amauta -una especie de preceptor que instruía a los hijos de las familias nobles-) y que servían principalmente para homenajear a los dioses y para celebrar siembras y períodos de paz. La literatura en aymara, por su parte, se asentaba principalmente sobre el género del cuento, a través del cual conseguía los objetivos de difundir valores considerados importantes para la vida en comunidad, dar a conocer aspectos de la cosmogonía en la que sus creencias se asentaban (en ella destacaba la presencia de una vida que se consideraba circular y cíclica) y transmitir la importancia de vivir en equilibrio y en armonía con el entorno (otro rasgo principal era el de que las historias estaban con frecuencia protagonizadas por los animales que eran comunes en el medio en el que los aymaras vivían).

Con la llegada de los europeos, apareció una literatura colonial en la que entre los siglos XVI y XVIII sobresalieron nombres propios como los de Antonio de la Calancha, y Vicente Pazos Kanki, destacando el primero en los textos religiosos y el segundo en la crónica histórica. También merece la pena destacar que, a partir del momento en el que llegaron los europeos, comenzaron a aparecer cuentos y leyendas que mezclaban las creencias indígenas con el componente católico, pasando a relatarse historias relacionadas con algunos de los nuevos elementos de la vida en el territorio boliviano, como por ejemplo la explotación de las minas que comandaron los españoles como una de sus principales actividades económicas. En el siglo XIX, coincidiendo con la reciente independencia de lo que se configuró como una república, iba a ir forjándose una literatura nacional primero con cierta timidez de la mano de autores como Juan Hualparrimachi (poeta que escribió toda su obra en quechua) o Gabriel René Moreno (conocido como el príncipe de los escritores bolivianos y dedicado en gran parte a los textos históricos) y después -ya a finales de siglo o incluso adentrándose en el siglo XX, en lo que fue una transición entre ambos períodos- ya de la mano de lo que es una generación de escritores en toda regla en la que destacaron nombres como Nataniel Aguirre (también principalmente dedicado al género histórico), Ricardo James Freyre (que se convirtió en una referencia del modernismo latinoamericano), Alcibes Arguedas (que se esforzó en pelear por la identidad de los indígenas), Franz Tamayo (considerado un referente de la literatura boliviana) o Gregorio Reynolds (poeta también ubicado en el género modernista).

Pero iba a ser la consolidación del siglo XX, más allá de esos primeros años aún de transición, la que iba a traer la considerada literatura boliviana moderna; en la primera mitad del siglo, los autores iban a abrazar y cultivar ideas del momento que llegaban desde fuera, como las marxistas y trotskistas (trabajadas por Tristán Marof) o las feministas (divulgadas con la obra de Adela Zamudio), aunque fuera de esas ideas también hubo espacio para autores como Abel Alarcón o como los hermanos Finot (los tres se prodigaron en distintos géneros). Por el contrario, en la segunda mitad de siglo iban a triunfar las ideas nacionalistas, que fueron transmitidas en la obra del novelista Augusto Céspedes, del poeta Javier del Granado y de autores que se prodigaron en varios géneros como Antonio Díaz Villamil, Óscar Alfaro o Raúl Botelho Gosálvez. Aunque de nuevo, y como no podía ser de otra forma, iba a haber espacio para autores que se desmarcaron de esa tendencia, y entre ellos merece la pena destacar a Jaime Sáenz (que tuvo mucha influencia en el marco cultural del país e hizo de La Paz el escenarios de la gran parte de su obra), Óscar Cerruto (que destacó en novela social y poesía), Jesús Urzagasti (uno de los grandes novelistas de las letras bolivianas), Renato Prada Oropeza (autor de una vasta obra perteneciente a diversos géneros), Eduardo Mitre (que destacó en poesía y ensayo), Néstor Taboada Terán (autor de una amplia obra con la que ha ganado numerosos premios), Edmundo Paz Soldán (cuentista y novelista), Víctor Hugo Viscarra (que con su obra ha tratado de plasmar el modo de vida de algunos de los sectores más desfavorecidos del país), Ramón, Rocha Monroy (novelista y ensayista), Rodrigo Hasbún (autor que ha destacado desde muy joven), Giovanna Rivero (cuentista y novelista) o Víctor Montoya (que ha destacado en el cuento).

La literatura sobre Bolivia

Fue Francisco de Pizarro, como es de sobra conocido, quien acometió la conquista del territorio inca, entre el que se encontraba el que hoy pertenece a Bolivia, por lo que fueron los cronistas que formaban parte de las expediciones españolas, así como los misioneros que pasaron a evangelizar a los indígenas, quienes generaron los primeros testimonios escritos de extranjeros sobre Bolivia, siendo la figura más destacada la de Bartolomé Arzans Orzúa, que describió de manera fiel los avances que los españoles iban consiguiendo en el Potosí.

Son de época moderna las obras de literatura de viajes “Cirobayesca boliviana”, de Miguel Sánchez-Ostiz, “El infierno verde. Crónica de un viaje en 1929 por las selvas de Bolivia”, de Julian Duguid, “Viajando con Evo. Tras los cocaleros bolivianos”, de Paolo Fattori, “Potosí”, de Ander Izagirre, “Altiplano. Entre tumbos y tropiezos”, de Alain-Paul Maillard o “Un oasis en América”, de José María Arias, así como otra serie de libros que tratan sobre Bolivia junto con otros países susamericanos (entre ellos destaca “Diarios de bambucicleta. Relatos de viaje por Argentina, Brasil y Bolivia”, de Marketa Cerenova y Nicolás Masuelli).

Lecturas propuestas

Los afectos (Rodrigo Hasbún)

Se trata de una novela que cuenta la historia de los Ertl, una familia alemana que emigra a Bolivia al finalizar la Segunda Guerra Mundial para comenzar una nueva vida que, no obstante el supuesto plácido retiro, va a estar plagada de aventuras, sobresaltos y acción. Si en primer lugar es el afán explorador del cabeza de familia el que articula la actividad de todos los Ertl, más tarde va a ser el activismo político el que va a alimentar la acción de algunos miembros de la familia, así como las relaciones entre todos ellos. Por el camino, el autor deja un interesante documento histórico del momento político que vivía el estado boliviano a mediados del siglo XX, que sin duda iba a ser de notable relevancia en lo que iba a acontecer en las décadas siguientes.

Altiplano. Tumbos y tropiezos (Alain-Paul Maillard)

Se trata de un libro de literatura de viajes en el que el escritor mexicano cuenta con todo lujo de detalles las vivencias y experiencias, así como las impresiones y sensaciones que acumula en un viaje en el que su principal objetivo es acompañar a una fotógrafa neerlandesa para que esta pueda completar su trabajo artístico en el inigualable paraje del Salar de Uyuni. La minuciosidad con la que ella debe trabajar les ofrece a los demás componentes de la expedición tiempo para la observación, la reflexión y el disfrute de uno de esos escenarios con los que la naturaleza sorprende al ser humano, así como para la conversación con algunas de las gentes que se ganan la vida en ese inhóspito lugar.

Un oasis en América (José María Arias)

Es esta la crónica de un viaje independiente que el autor ha llevado a cabo por un país por el que siente admiración, en el que todo transcurre a un ritmo tan lento que al autor le da para explicar todo con gran lujo de detalles y al lector para empaparse de la esencia del país, y casi percibir las sensaciones junto al autor. Las calles de las más recónditas ciudades bolivianas y los transportes públicos que utiliza para desplazarse por el país, son los escenarios principales en los que acontece todo lo que Arias cuenta, y la exactitud con la que el autor transmite los tiempos en los que sucede cada cosa acerca al lector a la experiencia real y directa que aquél vivió.

Larga distancia (Martín Caparrós)

En esta especie de vuelta al mundo literaria, en la que el autor cuenta vivencias que le han acontecido en diversas partes del mundo, dedica una serie de capítulos a sus viajes por Bolivia y más concretamente a lo que pudo conocer y averiguar en su perseguir de las huellas del Che Guevara en territorio boliviano. Así, visitando ciertos lugares icónicos y hablando con las gentes de los pequeños pueblos de San Ernesto de la Higuera o de Valle Grande, entre otros, el autor conseguirá en cierto modo recrear lo que pudieron ser los días en los que la guerrilla se erigió en protagonista de los acontecimientos en Bolivia, y también de la percepción que de esos días quedó para la posteridad.

Hotel nómada (Cees Nooteboom)

Este libro del conocido autor de viajes neerlandés también es una miscelánea de una selección de periplos y vivencias por el mundo, y entre ellos también se ha abierto un espacio Bolivia. Aunque Nooteboom también alude a la figura del Che Guevara, su relato es más diverso y en él hay cabida para la geografía del país, sus paisajes o la historia de la conquista española, aunque por encima de todos esos elementos el autor presta atención al paisanaje, ya que vierte las impresiones que consigue recabar en las entrevistas que va teniendo con religiosos, periodistas o personalidades que ocupan un cargo oficial, para dejarle al lector un relato que transmite con claridad lo que los bolivianos piensan de su propio país.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Bolivia es un país situado en el interior de Sudamérica que no tiene salida al mar y que alberga en su territorio algunos de los más conocidos medios naturales del subcontinente, como la cordillera andina, la selva amazónica o la llanura del Chaco, en los que por supuesto los rasgos climatológicos varían de forma notable (entre todos esos medios hacen posible que el país sea uno de los más biodiversos del mundo). En lo económico, Bolivia es tanto uno de los países más pobres del continente como uno de los que más crece, siendo además incluso mayor su potencial debido a su riqueza en recursos naturales.

El territorio boliviano estaba en gran parte ocupado por el imperio inca a la llegada de los españoles, y pasó a formar parte del Virreinato del Perú erigiéndose como uno de los centros neurálgicos del mismo como consecuencia de las preciadas minas de plata de Potosí y de su cercanía a otras posesiones españolas como las del Río de la Plata. El inicio del siglo XIX trajo la independencia y la conformación de una república que iba a experimentar litigios territoriales y una tentativa de creación de una confederación con Perú, antes de que a mediados del siglo XX se desarrollase una revolución similar a la de otros países latinoamericanos y de que en el país se alternasen etapas de gobiernos militares, de vigencia del socialismo y de acercamiento a los estándares democráticos.

El boliviano pasa por ser el estado latinoamericano que cuenta con una mayor proporción de población indígena y mestiza. Más de treinta lenguas son oficiales en el país, siendo las más relevantes el quechua, el aymara y el guaraní, habiendo por supuesto también un espacio importante para los descendientes de europeos. En lo que concierne a la religión, una amplia mayoría del país es católica, aunque también existen grupos devotos de otras confesiones del Cristianismo.



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