Mis inicios con Zweig
Comencé a leer a Stefan Zweig gracias a la recomendación de mi buen amigo Miguel Yúfera; cuando me habló de él por primera vez, yo apenas sabía nada de ese escritor austriaco, y lo máximo que pude llegar a decir es que me medio sonaba el nombre. Sin embargo, la irrupción del autor en mi vida supuso la llegada un nuevo referente literario. Y aunque es un escritor sobradamente conocido, y con un prestigio acorde al nivel literario que tuvo, he de reconocer que con frecuencia echo de menos una mayor notoriedad, una mayor presencia suya en las listas y relaciones de mejores escritores de la historia de la humanidad. Porque de verdad lo merece.
El primer libro que leí fue “Los ojos del hermano eterno”, precisamente un regalo de Miguel. En ese libro, Zweig hace gala de ese carácter cosmopolita que caracterizó tanto su vida como su obra (aunque más la primera que la segunda), y me llevó a la India, para conocer la bonita historia de Virata, un interesante personaje que decide comenzar un camino de renuncia que no obstante le va a permitir conocer la generosidad y abundancia de la vida. El libro me gustó, y mucho, pero lo cierto era que ni mucho menos fue una primera obra que comenzara a aproximarme al Universo Zweig, ya que este libro es cuanto menos atípico en el conjunto de la obra del autor austriaco. Pero además de gustarme, cumplió el objetivo de despertarme las ganas de leer más.
Metiéndome de lleno en el Universo Zweig
El siguiente libro que leí fue “Novela de ajedrez”, en el que, ya sí, me sumergí por primera vez en la profundidad con la que Zweig dota al enorme e inescrutable océano de la psicología humana. En esta obra, y gracias al hilo conductor del juego del ajedrez, el lector llega a casi fusionarse con el personaje principal de la historia que está leyendo, sufriendo junto a él, y viéndose inmerso en la misma clase de angustia agobiante y casi delirante. Siguieron otras lecturas, en concreto las de algunas de las obras más conocidas de Zweig, como “Veinticuatro horas en la vida de una mujer” -obra literaria que he visto en teatro, además de leído- , “Carta de una desconocida” o “Miedo”, obras las tres en las que el universo femenino cobra gran presencia (lo cual parece contradecir esas teorías que presentan a Zweig como misógino) y en las que, como en tantas otras obras, Zweig se adentra en el siempre escabroso terreno de las pasiones humanas.
Otros libros del autor que he leído son “Clarissa” (tal vez uno de los que más me gustó, que narra una preciosa historia de amor marcada por las circunstancias de una guerra), “La impaciencia del corazón” (anteriormente comercializada con el título “La piedad peligrosa”, una obra también atípica en la obra de Zweig aunque solo sea por su longitud -es una novela larga, mientras que la mayoría de la obra de Zweig se caracteriza por su corta extensión-, en la que sigue ahondando en la naturaleza humana) y “El candelabro enterrado” (la obra con la que Zweig viaja más en el tiempo, y es que la sitúa en la época de la caída de la Antigua Roma; la protagoniza un grupo de judíos -y es que, no hay que olvidarlo, Zweig era judío-). Y no podían faltar los relatos cortos o cuentos (aunque en Zweig a veces es difícil diferenciar entre novela corta y cuento largo), por lo general varios de ellos agrupados en un mismo volumen; es el caso del libro “Noche fantástica” (que contiene joyas literarias como “Primavera en el Prater”, “Escarlatina” o “El pago de la deuda atrasada”) o “Sendas equívocas” (también con relatos que el lector difícilmente olvidará, como “Una historia crepuscular” o “Confusión de sentimientos”) -merece la pena destacar que algunos de esos títulos también se han comercializado por separado, así como advertir que a veces cuentan con diferentes títulos, ya que “Confusión de sentimientos” y “Una historia crepuscular” han sido traducidos respectivamente como “Subversión de los sentidos” y “Historia de un crepúsculo” en “Sendas equívocas”.
Lo que representa para mí Zweig
Si tuviera que decantarme por decir lo que en mayor medida caracteriza a la obra del autor austriaco, diría que es la capacidad para conocer -y para dar a conocer- la complejidad de la mente, del alma y del espíritu de esa especie tan compleja que hemos llegado a ser los seres humanos. He leído a pocos autores que me hayan sabido explicar mejor cómo somos, cómo funcionamos, cómo vivimos, cómo sentimos. Y todo ello de manera directa, casi inmediata, porque la ya mencionada corta longitud de sus obras, hace que no sobre nada, que se transmita justo el mensaje que se tiene que transmitir, sin más.
Soy consciente de que apenas he penetrado en uno de los territorios favoritos de Zweig, el de la biografía. Pero eso no es sino una buena noticia, porque toda esa parte de su obra constituye, junto a algunas de las novelas y relatos que tampoco he leído, un mundo apasionante que seguir descubriendo. Estoy deseando hacerlo.