Una visión de las tres grandes epopeyas de la Antigüedad


Un forma literaria tempranera

Si hay una forma literaria que tuvo relevancia, por encima de otras, en la literatura antigua, esa fue la epopeya. Se trata de relatos épicos que narran las aventuras, y con frecuencia, proezas, de determinados héroes que sin duda fueron referentes en los imaginarios de las civilizaciones en las que surgieron. Esos héroes contaban, generalmente, con la ayuda de los dioses, y encarnaban una serie de valores que, a través de las historias, eran ensalzados (podrían mencionarse, entre otros, el valor, la audacia, la solidaridad o el sentido de la justicia). Las obras solía elaborarse en verso     –aunque hay excepciones-, y algunos de sus pasajes han estado históricamente en la mismísima frontera entre la realidad y la leyenda. A continuación se expondrán algunas semejanzas, diferencias y relaciones entre tres de las que más relevancia y notoriedad han tenido, las de “Gilgamesh”, la “Odisea” y la “Eneida”.

“Gilgamesh”, la primera obra y la que sentó ciertas bases

Se considera que la epopeya de “Gilgamesh”, un poema que narra las peripecias del rey sumerio del mismo nombre, es la obra literaria más antigua de la que se tiene constancia. Fue, por tanto, pionera, modelo y referente para las que vinieron después. En la narración, Gilgamesh comenzaba siendo un rey que oprimía a su población, motivo por el cual esta solicitó ayuda divina, que llegó en forma de un ser capaz de competir en fuerza y en valor con el soberano y llamado Enkidu. Ambos titanes se enfrentaron, pero la lucha resultó tan pareja que ninguno de los dos se impuso y ambos terminaron haciéndose amigos. En una de sus primeras aventuras juntos, Enkidu muere, lo que lleva a Gilgamesh a emprender un viaje para, de alguna forma, vengar la muerte de su amigo buscando la inmortalidad.

Aunque los dioses están presentes en la epopeya, se puede decir que tienen una incidencia menor que en la “Odisea” y en la “Eneida”, pues Gilgamesh es más autosuficiente que Ulises o que Eneas y necesita en menor medida de esa ayuda divina. Además, el objetivo principal del héroe, al menos durante la parte principal o más decisiva de la historia, no es el regreso a la patria, ni la llegada a un territorio para fundar un reino, como sucede en la “Odisea” y en la “Eneida”, sino la búsqueda de la inmortalidad. A diferencia de sus sucesoras griega y romana, que cuentan con supuestos autores conocidos y célebres como Homero y Virgilio, “Gilgamesh” es anónima.

La “Odisea”, tal vez la obra de más influencia en la literatura occidental

En la “Odisea”, tras la conquista de Troya por parte de los aqueos, Ulises se propone regresar a Ítaca, la pequeña isla de la que era originario y en la que le esperaban su familia y el título de rey, en un trayecto que iba a durar diez años que además debían sumarse a los diez durante los que se había extendido la batalla de Troya. El camino de vuelta a casa no podría haberle planteado más problemas y retos al protagonista, pues en él habrá de enfrentarse al hundimiento de su barco, a la pérdida de estimados compañeros de viaje, al malvado gigante Polifemo o a odiosos antropófagos, entre otros avatares y peligros. En toda esa lucha por la supervivencia contará con la inestimable ayuda de la diosa de la sabiduría, Palas Atenea, aunque otros dioses como Poseidón tratarán de perjudicarle. Mientras, en Ítaca, la vida de la mujer y el hijo del héroe tampoco les va a resultar nada sencilla.

Resulta imposible evaluar en qué medida los mitos y leyendas griegos pudieron beber de las fuentes de sus homónimos de las primeras civilizaciones que surgieron en Mesopotamia, pero parece indudable que la influencia existe. El viaje, la hazaña, o la heoricidad, son algunos de los aspectos que estuvieron presentes en las primeras formas literarias de la Antigua Grecia, cuando ya lo habían estado en las mesopotámicas. La Odisea surge, en cualquier caso, en un contexto eminentemente local, griego, y goza en ese sentido de gran e indiscutible originalidad. También se diferencia Ulises de los héroes que le habían precedido por el hecho de que sale de los problemas y progresa en sus aventuras mediante la inteligencia y la astucia más que con la fuerza.

La “Eneida”, la que más se inspiró en otras, aunque también con un toque propio,

La “Eneida” cuenta con un planteamiento que presenta grandes similitudes con el de la “Odisea”; como en la obra griega, Eneas, el héroe de esta epopeya, también emprende la huida de Troya una vez que el emplazamiento había sido conquistado por los aqueos, y también se ve inmerso en un tortuoso viaje –en este caso de siete años de duración- de vuelta a casa –Ulises, de hecho, es un personaje más en la epopeya romana-. Los giros son, sin embargo, diferentes, y por ejemplo Eneas se ve obligado a regresar a Troya para rescatar a su esposa. Como en su homónima griega, en la “Eneida” también intervienen los dioses, pero estos son diferentes, claro, tratándose ahora de los que componían el panteón romano (Juno, Júpiter o Venus son algunos de ellos).

No cabe duda de que, de las tres epopeyas, la “Eneida” es la que más ha tomado prestados elementos de las que le precedieron. Tal vez sea lo más lógico, claro, en la medida en la que los mundos griego y romano seguramente tuvieron muchos más vínculos de los que habían tenido cualesquiera otras dos civilizaciones hasta ese momento. En la “Eneida”, el alcance geográfico e histórico es, tal vez, mayor que en “Gilgamesh” y la “Odisea”, por cuanto en la historia narrada aparecen diversos reinos además de aquél al que pertenece el héroe (los fenicios o los tracios aparte de los aqueos) y aparecen o se perfilan más interacciones históricas entre esos reinos (un ejemplo es el de las guerras púnicas). También se percibe un relativamente menor componente de acción en las hazañas del héroe –sin que falte-, que en cierto modo es sustituida por la diplomacia en las relaciones que va teniendo que acometer.



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