La literatura de Costa Rica


País: 
Costa Rica

La literatura de Costa Rica

Diversos pueblos indígenas poblaban el actual territorio de Costa Rica cuando la expedición europea comandada por Cristóbal Colón llegó allí por primera vez; a diferencia de lo que ocurría en otras partes del continente americano, en lo que hoy es la actual Costa Rica esos pueblos o comunidades estaban fragmentados y vivían en un relativo equilibrio de fuerzas, aunque por encima de los demás tal vez destacasen -al menos en relación a lo que interactuaron con los recién llegados- los huetares o los boruca (otros pueblos eran el maleku, el bribri, el cabécar, el brunka, en ngabe, el broran o el chorotega). Como estaría fuera del alcance de este contenido analizar las literaturas orales de todos esos pueblos, expondremos a modo de ejemplo la que practicaban los huetares. Los huetares, que dominaban el hoy conocido como Valle Central -donde se ubican las principales ciudades del país-, contaban con una literatura oral compuesta principalmente por mitos, leyendas y cantos, muchos de las cuales han llegado hasta nuestros días. Las leyendas eran narraciones que transmitían realidades vividas por padres, abuelos y antepasados, y como tales, eran transferidas de generación en generación. Algunas de ellas eran, y son, especialmente conocidas, siendo buenos ejemplos las historias conocidas como “El Salvaje” (sobre un hombre de aspecto extraño que supuestamente emitía gritos similares a los de un animal, vivía fuera de las aldeas y era considerado peligroso), “La leyenda de la Cangreja” (que versa sobre un espíritu que protegía un bosque de los cazadores) o “La llorona” (sobre la hija de un cacique que se enamoró de un soldado español). En cuanto a los cantos, se le cantaba principalmente al Sol y a la Luna, y esos cantos iban acompañados por instrumentos tradicionales como la ocarina -una especie de flauta-.

Tras la llegada de los conquistadores, llegaron las primeras obras escritas por autores españoles afincados en el para ellos recién descubierto territorio, aunque merece la pena destacar que en Costa Rica hubo una baja producción literaria durante la época colonial (como muestra, baste señalar que la primera imprenta llegó al país en el año 1830). Por tanto, fue ese hito, por supuesto acompañado de una independencia conseguida en 1821, lo que constituyó el detonante del nacimiento de lo que se puede considerar una literatura nacional. Una de las primeras figuras que destacó en ella, en concreto en el ámbito de la prosa, fue Manuel Argüello Mora, escritor de ficción que es autor de varias novelas que intentaron plasmar la realidad histórica del momento -se enmarcó en el movimiento del realismo- y que es considerado precursor de la narrativa costarricense, mientras que en el lado del verso destacaron una serie de autores cuyos poemas fueron recopilados en el libro “La lira costarricense”, un proyecto promovido por Máximo Fernández (algunos de los poetas que aportaron sus poemas fueron Aquileo Echeverría (llamado “el poeta de Costa Rica”) o Lisímaco Chavarría (que desarrolló un estilo propio con el que se dice que renovó la poesía lírica nacional).

Con la llegada del siglo XX, hizo acto de aparición la conocida como “Generación del Olimpo”, cuyos autores se caracterizan por haber querido impulsar un modelo nacional y por haber pasado a ser considerados clásicos de la literatura del país; algunos de sus miembros destacados fueron Manuel González Zeledón (cuentista que abanderó el movimiento conocido como del costumbrismo, que refleja la vida y la personalidad del pueblo costarricense), Joaquín García Monge (novelista y cuentista que destacó en la novela realista y costumbrista y que obtuvo diversos premios y galardones) o Carlos Gagini (que se prodigó en varios géneros y se esforzó en la lucha contra la influencia extranjera y el imperialismo). Esa literatura de las primeras décadas del siglo XX siguió adelante principalmente de la mano del movimiento modernista, que aunque no fue tan relevante como en otros países latinoamericanos, dejó figuras literarias interesantes, como las de Rafael Ángel Troyo (considerado el introductor del modernismo en Costa Rica) o Roberto Brenes Mesén (poeta de poesía lírica y filosófica muy influyente en su época). Y en las décadas siguientes del siglo XX, así como en el siglo XXI, fueron apareciendo una serie de nombres ya no tan ligados a movimientos concretos (aunque a veces sí agrupados por generaciones) entre los que cabe destacar a Carmen Lyra (novelista y cuentista que dejó obras importantes de la literatura costarricense), Carlos Luis Fallas (que también se dedicó a la novela y el cuento, para hacer crítica social), Carlos Salazar Herrera (que se prodigó sobre todo en el cuento y ganó premios nacionales), Carmen Naranjo (autora que alcanzó fama internacional), Joaquín Gutiérrez Mangel (considerado la figura literaria nacional más importante del siglo XX por el periódico La Nación), Fabián Dobles (cuentista que ha sido traducido a otros idiomas y cuyos cuentos han formado parte de colecciones internacionales), Anacristina Rossi (que se ha dedicado a la novela, el cuento y el ensayo) y José León Sánchez (autor de ascendencia huetar que escribió buena parte de su obra desde la cárcel).

La literatura sobre Costa Rica

Fue en 1502 cuando, los primeros extranjeros de los que se tiene constancia, Cristobal Colón y su expedición, descubrieron el territorio que hoy conforma el estado costarricense; por tanto, fueron los cronistas españoles los primeros en describir el país. Entre esos cronistas destacan Gonzalo Fernández de Oviedo, Gil González Dávila o Juan Vázquez de Coronado, entre otros.

No abundan los libros de literatura de viajes dedicados exclusivamente a Costa Rica, aunque se pueden destacar “Costa Rica, viaje al centro de la vida”, de Stephane Bonneau, y “Costa Rica: volcanes, flores y quetzales”, de Christian Rudel. También hay buenos ejemplos de libros que hablan del país así como de otros países centroamericanos; algunos de ellos son “El viejo expreso de la Patagonia”, de Paul Theroux, o “Viajes del Adventure y el Beagle”, de Robert Fitz Roy (ambos autores pueden ser considerados clásicos de la literatura de viajes).

Lecturas propuestas

Limón Blues (Anacristina Rossi)

En este libro, la autora costarricense cuenta las peripecias de Orlandus, un joven de origen jamaicano que, siguiendo los pasos de su madre y de muchos otros jamaicanos, emigra a la costa oriental de Costa Rica, donde, en las primeras décadas del siglo XX, la comunidad afroamericana conformada por ellos y por otros antillanos, trata de hacer su camino. Las dificultades para ganarse la vida en el día a día, así como algunas historias de amor y desamor, son los ejes en torno a los cuales se articula la historia, aunque, en un segundo plano, no es menos relevante la historia de Marcus Garvey, un  predicador que luchó por los derechos de la comunidad afroantillana en particular y del hombre negro en general.

Pura vida (José María Mendiluce)

El autor español Mendiluce cuenta la historia de una joven catalana que cambia su cómoda residencia en Estados Unidos, donde vive con su novio, por una aventura temporal en Costa Rica, donde tiene oportunidad de irse merced a su puesto de trabajo en Naciones Unidas. La nueva etapa comienza de manera algo alocada, pero una de las primeras excursiones desde la capital, en concreto a Puerto Viejo, en el Caribe, lo va a cambiar todo, ya que la protagonista conoce a Jonás, un descendiente de jamaicanos que va a revolucionar su vida. La relación entre ambos personajes es el se convierte en la auténtica protagonista en el resto de la historia, convirtiéndose en una interminable montaña rusa que les va a llevar a lo más alto y a lo más bajo que se puede experimentar en la vida.

El viejo expreso de la Patagonia (Paul Theroux)

En este clásico de la literatura de viajes, en el que Theroux comienza tomando un tren de cercanías en la ciudad estadounidense en la que vive y termina en la lejana Patagonia, hay unas páginas dedicadas a una Costa Rica que atraviesa en en ese largo periplo. San José, Cartago, Limón o Puntarenas, son algunas de las ciudades que el autor visita, y que analiza, desde su afilado ojo crítico curtido en cientos de viajes y en miles de rincones del mundo. Su método favorito para conocer los lugares, la conversación, con locales y con extranjeros como él, con el fin de obtener múltiples puntos de vista.

Unos apuntes geográficos, históricos y culturales que ayudan a entender la literatura

Como ocurre en el caso de todos los países centroamericanos, el tamaño de Costa Rica es pequeño, sobre todo en comparación con la mayoría de los países de Norteamérica y de Sudamérica. El territorio del país se asoma a los océanos Atlántico y Pacífico, y es notablemente montañoso, con una importante presencia de actividad geotérmica que se deja sentir en volcanes y en temblores de la tierra. La cercanía al trópico hace que el clima del país propicie un paisaje de densa y exuberante selva en la que es posible encontrar una de las mayores biodiversidades del planeta.

A la llegada de Colón a principios del siglo XVI le siguió la larga etapa colonial de algo más de tres siglos en la que el territorio del país perteneció al Virreinato de Nueva España -con centro de poder en México-, hasta que llegó la independencia en 1821. Tras esta, se sucedieron diversas etapas, en las que fueron protagonistas la oligarquía, el liberalismo, las reformas, e incluso una guerra civil, antes de que a finales del siglo XX el país cambiase drásticamente su modelo de desarrollo, para llegar a un sistema económico que le ha otorgado mucha estabilidad y progreso, sobre todo en comparación con sus vecinos centroamericanos.

Aunque en la actualidad se da un claro predominio de la población blanca o mestiza (constituye más de un 80% de la población), también hay una importante comunidad de negros o mulatos (casi el 7% de los habitantes) y presencia de minorías étnicas descendientes de los pueblos indígenas que habitaban el territorio cuando llegaron los conquistadores (esas etnias son, como se decía al principio, la huetar, la maleku, la bribri, la cabécar, la brunka, la ngabe, la broran y la chorotega). En lo que se refiere a la religión, algo más de la mitad de la población es cristiana católica, mientras que en torno a un 25% de la población se declara protestante (también hay espacio para otras religiones minoritarias venidas de fuera y para creencias tradicionales de los pueblos originarios).



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